domingo, 22 de febrero de 2015

Oscar vs Oscar: Baquetas al mediodía, alas en el atardecer


De entre las nominadas a mejor película de los Oscars, 'Whiplash' y 'Birdman' son con toda seguridad mis favoritas de este año. Dos films unidos a través de la música de una batería omnipresente, pero que reflejan dos formas muy diferentes de afrontar el arte, a su vez ligadas dos de los puntos de inflexión más importantes de la vida.

De ritmo nervioso, desenfrenado y con dificultad para domar su propia impetuosidad, 'Whiplash' de Damien Chazelle es un film vibrante. Salvaje. Un torrente de energía que te arrastra, golpea y hace trizas con la arrolladora fuerza de un vendaval, dejándote a merced de una tormenta de emociones gestada en el choque entre los dos titanes a los que encarnan Miles Teller y J.K. Simmons.

El relato de un muchacho a caballo entre la protección del hogar paternal y su reafirmación como hombre, en busca de una realización a través de la música. Un aspirante a estar entre los más grandes del jazz que choca de bruces frente a un severo instructor marcial dispuesto a hacerlas pasar putas. La fuerza imparable frente a un objeto inamovible. Una batalla en la que no queda otro remedio que dejarse la piel la morir en el intento. 


Furia descarnada resistiéndose a doblegarse frente a la mano para la que el sometimiento equivale a destrucción, el film avanza al ritmo frenético con el que el personaje de Teller golpea las baquetas contra las piezas de su batería, hasta proclamarse a golpe limpio como una de las experiencias cinametográficas más apasionadas del año.

Por su parte parte, la percusión que resuena entre los camerinos de 'Birdman' de Alejandro González Iñarritu lo hace con la cadencia mortecina de unos palillos mecidos bajo el ritmo de su propio peso. Controla la técnica asimilada durante años, pero no puede evitar disimular cierto signo de agotamiento. Una fatiga acumulada a la que rechaza con la obstinación de aquel que lucha contra una parte intrínseca de si mismo.

Es un cuento crepuscular ambientado en un laberinto de pasillos tras el muro de la escena, y cuya única puerta de salida da un callejón que se pierde entre las brumas del olvido. El último acto de rebeldía de un artista que se aproxima al ocaso de sus días, y que está determinado a volver a brillar antes de entrar dócilmente en la buena noche. El Riggan Thomson de Michael Keaton es un caballo viejo, anacrónico y oxidado, en el que ni siquiera una desvencijada montura de sus días de gloria es capaz de cubrir las cicatrices acumuladas tras una vida de tropiezos. 


Ya sea con la música en 'Whiplash' o 'Birdman' y el estrellato de la actuación, ambos films usan el escenario como platea para la catarsis personal. El alarido gutural del joven reclamando su lugar en el mundo, frente al proto-anciano que rechaza asumir el suyo. En ambas, las bambalinas juegan el papel del equipaje que llevamos con nosotros. Padres, hijos, esposas, amantes, enemigos... Todas las pasiones, rencillas, lamentos y frustraciones que dan forma al hombre que se interna ante el jurado del público, y que nos acompañan al plantar cara a la batalla de nuestras vidas. 

Ilustración: Melissa Dow para Eleven PDX

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