Había
una Madre Pato que tenía cuatro polluelos. Todavía sin
abandonar el blanco plumón del nido, los cuatro acompañaban a su
madre a todas partes. Lo hacían, con el estrés de unas diminutas
patas que apenas seguían los pasos de mamá pato, y la nerviosa
curiosidad de los recién nacidos con un mundo a explorar frente sus
ojos. Pero un día, una tormenta llegó del oeste, y no lo hizo con
lluvia y promesa vida, sino con fuego, rugido de queroseno y muerte.
A
falta de tener una imagen más clara de cual será exactamente el
argumento de 'Mad Max: Fury Road' -y ojalá que no la tengamos
hasta que se estrene en cine-, la mera idea de Charlize Theron
graznando, mordiendo, dejándose la piel y sacudiendo las alas
desesperadamente para proteger a cuatro doncellas vestales frente a a
una avalancha de motores, vehículos oxidados y locos de la autopista
casi me seduce más que lo que pueda ofrecer Tom Hardy como Mel Gibson.
Un
Tom Hardy que -si George Miller respeta sus propias reglas-,
probablemente no sea más que un figurante más, luchando por seguir vivo en medio de la locura de nuestro tiempo. Al final, la
tormenta pasará, y aunque no todos los polluelos sobrevivan, nos
quedará la tensión palpitante de haber sorteado el precipicio y
llegar al final del viaje. Hasta la próxima estación de la madre
pato.
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