Una
distopia gobernada por simios no es suficiente. En una
época en la que lo insólito se asume como habitual y la alienación
nos ha envuelto en una burbuja lisérgica de constante estímulo
sensorial, hay que llevar la broma un paso más allá para dar cuenta
de lo más desquiciado de nuestra naturaleza. Los humanos como
especie subyugada es lo de menos, en un festival de bandas de moteros, peleas clandestinas,
orgías desmadradas, tráfico de estupefacientes, conflictos bélicos
al otro lado del mundo e intereses políticos poco éticos que nos
ofrecen Keenan Marshall Keller y Tom Neeley. Una
recreación de lo más turbulento de los principios de los setenta
con toda su descarnada forma de entender la vida fronteriza y sus más
disparatados excesos. Con monetes como gente y personas como mascota.
Una macarrada de un solo chiste, soez, ridícula y con genitales
volando por todas partes, pero tan maliciosamente divertida que
cuesta negarle sus buenas risas. Tan elegante como un índice
erecto, 'The Humans' supone un volantazo a la imagen de
“prestigio de salón” de la actual Image Comics. Monos moteros y
delincuencia de puerta de WC en un local de carretera, en una
recreación groovy de 'El Palneta de los Simios' que nos hace olvidar el miedo a dejar de ser los
que tenemos la sartén por el mango, para reparar en el pelaje
simiesco que lucimos mientras todavía lo hacemos.
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