No
sería capaz de recordar los detalles exactos de la escena inicial de
'Duelo al Sol', más allá de que tiene lugar en la puerta de una
cantina del viejo oeste, y la revelación que cambia la vida de Pearl
Chavez. Pero si que recuerdo algo muy bien, y es la mirada de
Jennifer Jones. Una mirada salvaje, felina e indómita, de una mujer
que -si la vida le diese la espalda-, sería capaz de reventarle la
cara hasta dejarse los puños sobre el coágulo. La expresión “mujer
de armas tomar” ni siquiera raspa la superficie de la arrolladora
fuerza de la naturaleza. Una entidad de pura pasión visceral e
incontrolable a la que el destino la llevará hasta la hacienda de
los McCanles para topar de bruces con Gregory Peck. Eterna figura del
chico malo en su encarnación más criminal, bastarda y homicida,
Peck es la imagen de Caín con un revolver en la mano. Una oveja
descarriada que rechaza el rol de hijo pródigo, en contraposición a
un Joseph Cotten relegado al papel del pobre diablo que siempre le
toco ser. Con estos ingredientes, King Vidor firmó una historia de
amor puro. Amor más grande que la vida. Amor peligroso y dañino,
sin más consideración que el egoísmo de satisfacerse a si mismo y
que desbocado es capaz de destruirlo todo a su paso.
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