Si el
número de presentación de Spider-Gwen durante la antología
'Edge of Spider Verse' ya fue un flechazo instantáneo, el
debut de su serie regular despeja cualquier tipo de duda: Esta
chica lo tiene. No siendo necesario lidiar con
el último crossover arácnido para abordar su lectura -con el
one-shot de presentación a cargo del mismo equipo creativo te sobra-, hay un ritmo cadencioso e irresistible en cada
trazo, cada fuente de letra, cada color, cada viñeta, cada diseño,
bocadillo de texto, personaje y composición de página de esta
serie, que hacen que desde el momento en el que abres la primera
página te olvides de todo y simplemente te dejes llevar por el
sonido acompasado de las baquetas golpeando sobre el parche del
tambor.
¿Alguna
vez has entrado en un garito con el concierto empezado, y
coincidiendo con la apertura de un nuevo tema has sentido como la
multitud te absorbe al son de una canción con la que ni siquiera la
banda parece tener claro qué está haciendo? Ese momento en el que
la música cobra vida y se convierte en un ente colectivo que atrapa
a público, músicos, instrumentos y la noche misma en una comunión
de la que es imposible escapar.
Es la
mejor forma de describir a esta Spider Gwen que parece haber estado
aguardando en el limbo hasta que se dieran las circunstancias para
nacer y convertirnos en su rehén. Ni siquiera hay necesidad de dar
imagen de un plan a largo plazo, el personaje simplemente fluye entre
capuchas a medianoche, pintadas reivindicativas con carácter
vandálico, villanos de ojos rojos envueltos en brumas tóxicas,
onomatopeyas impresas en falso lápiz de cera, teléfonos móviles
sin aplicación de whatsapp, cómics underground de Steve Ditko,
garage y un gato que se llama Murderface.
Con
el dibujo de un Robbi Rodriguez cuyo trazo nervioso sería más
fácil de describir como las ondas de vibración de un altavoz
pintadas a colores que con alguna comparación de estilo, y un
Jason Latour que sabe adivinar el momento exacto para dejar
escapar sus letras, si por algo destaca Spider Gwen es por su propia
protagonista. Más allá de la mera versión enmascarada del
original, esta Gwen Stacy da la impresión de haber nacido en mitad
de la calle, por generación espontánea a partir de un par de
deportivas y con la mochila ya sobre los hombros.
Rara
vez bajo techo tanto en este cómic de Spider Gwen como en el
one-shot original, cada vez que la hemos visto enclaustrarse bajo
cuatro paredes ha sido con la inquietud del que no se siente cómodo,
y busca la más mínima excusa para salir de allí. Hacer lo suyo
liberando un chaparrón de energía juvenil sobre la batería, y
volver a la intemperie que es donde de verdad se siente cómoda.
Una Spider Woman 100% urbana, directa y sin acomodamiento frente
a las tonterías, en un universo reinventado a su imagen y con cada vuelta de tuerca a los personajes Marvel de toda la vida más atractiva que la anterior.
Muchos
continuarán quejándose por esta proliferación de mujeres araña
que estamos viviendo, y sin embargo, lo cierto es que Gwen, Cindy y
la Jessica Drew de Dennis Hopeless apenas tienen nada en común,
salvo el hecho de ser todas herederas de Peter Parker y el mimo con
el que las están abordando con sus guionistas. Pero si de entre
las tres hay que elegir una favorita, me temo que la mía tiene pelo
rubio, los auriculares en las orejas, y solo parece estar tranquila
dando guerra en una batería o repartiendo estopa entre los malos.
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