Los
que me conozcan ya estará hartos de leérmelo escribir, pero pocas
ideas ha tenido Marvel más brillantes a lo largo de su historia
reciente que la explorar la naturaleza de Loki como antihéroe.
Teniendo su más que probable germen en el éxito del papel de Tom
Hiddleston en el universo cinematográfico, la editorial podría
haberse limitado fácilmente a beber por inercia de la
caracterización del actor, tirar del sempiterno proceso redentor que
antaño usaran con Magneto o buscar cualquier requiebro argumental
que permitiera traerlo al bando de los héroes sin apenas esfuerzo.
Sin embargo, alguien fue lo suficientemente lúcido como para decidir
que si como villano había sido uno de los más grandes de Marvel
-primero de todos, detonante de los Vengadores-, como héroe tampoco
podía ser menos.
Cinco
años después de que comenzara su historia, la saga del dios de las
mentiras concluye en Estados Unidos con el décimo séptimo número
de 'Loki, Agente de Asgard'. Un broche con el que el británico
Al Ewing cierra el episodio del universo Marvel que comenzara
en el especial de 'Asedio' de Loki, y que remata de forma impecable
la odisea de un personaje que -lejos de ser uno más en su travesía
a través de la indefinida zona de grises- decidió convertirse en la
encarnación misma de la rebeldía transgresora contra el guión
preestablecido
En
eterna lucha consigo mismo, el relato viviente que comenzase a
definir Kieron Gillen bucea más allá de las raíces del Dios del Mal de Stan Lee y Kirby para dibujar un personaje consciente
de su propia naturaleza ficcional, y cuya naturaleza heroica ha
terminado elevándose por encima de ese guardián del estatu quo que
siempre ha sido su hermano Thor. Ni siquiera voy a utilizar la
palabra antihéroe por mucho lado oscuro que pueda tener, ya que
responde a un canon mucho más añejo que los valores morales
occidentales, como aquel Prometeo usando su astucia para robar el
fuego y entregárselo a los humanos.
Un
dios que no representa la defensa de lo inamovible como correcto,
sino a ese como motor del perpetuo cambio, entre cuyas llamas surgen
las historias siempre mutables, siempre al acecho para tomar forma a
través de las fronteras del tiempo. En un momento concreto del
relato Loki pronuncia “Todos volveremos a cambiar, así funciona
la vida. Ni yo puedo ser el mismo Loki para siempre, ni tu la misma
Verity por toda la eternidad. En cinco años, diez años... Ambos
seremos personas diferentes a quienes somos ahora”, una verdad
que cuesta no mantener presente al cruzar esa última página que nos
deja en manos de la incertidumbre de que será del dios de las
mentiras a partir de ahora.
¿Volverá
a ser Loki villano? ¿Nos sorprenderá una vez más con una nueva
vuelta de tuerca a su compleja historia? Sea lo que sea que nos
aguarde en su futuro, siempre nos quedará lo vivido junto a uno de
esos relatos que cuesta leerlo simplemente como un “buen cómic”
en su término académico, sino que te absorbe y atrapa sin remedio,
hasta llegar a la melancólica sonrisa del último adiós.
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