Me
encanta Batman.
Fue el primer personaje con el que comencé a interesarme por los
cómics de superhéroes, cuando todavía era un ñajo
que no sabía nada de Marvel ni de otras compañías. Aprovechaba
cualquier televisor a mano para lurkear a los Superamigos o Adam
West, aquel proyecto de persona crecería disfrutando aun más las
versiones de Tim Burton, Christopher Nolan o esa inmensa maravilla
que es la serie animada de Paul Dini y Bruce Timm. Sin embargo,
cuando toca hablar de cómics
de Batman, confieso que
no es un personaje que me apasione tanto como siendo pequeño pudiera
haber imaginado.
He
leído mucho, sí. No tanto como quisiera pero lo suficiente como
para haber disfrutado de gente como Neal Adams, Mike W. Barr, Denny
O'Neil, Doug Moench, Chuck Dixon o Ed Brubaker entre un larguísimo
etc. Sin embargo, creo que no tengo ningún cómic de Batman al que
pueda considerar como favorito más allá de 'Asilo Arkham' y -por
motivos personales- 'La Espada de Azrael', siendo en su mayor parte
cómics que he disfrutado más porque me gusta el personaje y porque
son buenas lecturas,
que por conseguir realmente que me sumerja en ellas hasta no querer
regresar.
Superman vs Batman. Eterna cuestión
Ni
siquiera grandes clásicos como 'Año Uno' son obras que me hayan
dicho mucho más allá de su importancia histórica, y ni la etapa
Morrison es mi favorita del escocés ni puedo decir a las de Rucka o
Dini las tenga en más estima que a la famosa TAS. Son obras que
disfruto, me parecen muy buenas e incluso me han hecho sentir afecto
por el universo del murciélago, pero lo cierto es que -a la hora de
hacer recuento- no soy tan fan de Batman
por sus cómics como si pueda serlo por el personaje.
Quizás
por eso me surja de forma automática una voz discordante cada vez
que se proclama que Batman tiene mejor trayectoria comiquera que
Superman, mientras que el segundo destaca más por historias
puntuales. Puede que sea yo el raro, quizás fuera yo el que a punto
estuvo de lanzar el tomo de Frank Miller por la ventana con el final
de 'El Regreso del Caballero Oscuro', pero confieso que puedo contar
más cómics de Superman
que he disfrutado de forma plena
de lo que puedo haberlo hecho con Batman.
Dejando
claro que cuando me refiero a favoritos
o disfrutar de forma plena
me refiero a esos cómics que al pasar la última página te dejan
una estúpida sonrisa de satisfación que se prolonga durante el
resto del día y más allá, a mi dadme más 'Para
todas las estaciones' y
menos Frank Miller. Pudiendo poner mi fascinación por cada número
de Joe Kelly en 'Action
Comics' por encima de la
mayoría de grandes etapas del murciélago, no me tiembla el pulso al
afirmar que cuando los cómics de Superman son buenos, pocos
-probablemente ninguno- de los superhéroes de DC, Marvel, Image o
cualquier otra editorial pueden competir con él.
No
por sus grandes artificios o las disgregaciones sobre la naturaleza
del medio, sino por esa autenticidad primaria del superhéroe
en estado puro, que hace
que cualquier otro se convierta inmediatamente en un sucedáneo en
comparación. Y aunque por temas de popularidad y dispersión del
género no es muy probable que vaya a pasar a la Historia, pocas
etapas me ocurren que puedan estar plasmándolo mejor que como están
haciendo Greg Pak y
Aaron Kuder en su última
saga para -una vez más- 'Action Comics' (el padre de todos los
cómics de superhéroes).
Habiendo
hablado sobradamente de lo bien que han sabido plasmar las raíces puramente norteamericanas del personaje -así como recuperar el
carácter subversivo de un Supes siempre al lado del pueblo-, a cada
número que avanza me doy cuenta que este 'Action Comics' no solo es
el cómic de Superman que quiero leer, sino el
cómic de superhéroes que quiero leer.
Tal vez no cuente con la fría sofisticación de un 'All Star
Superman', ni estoy vendiendo los humos de un nuevo 'Watchmen' con el
elevarnos a las oscuras y elitistas cumbres del lector fraguado. No,
como toda buena historia de Superman es pura luz repleta de calor, y
una interpretación del significado del superhéroes tan universal
que su mensaje tendría sentido incluso hasta para aquellas edades
que se adentran en sus páginas sin apenas saber leer.
Una
calle, la variopinta fauna de ciudadanos que reside en sus bloques,
los agentes de la autoridad dispuestos a abusar de su poder de forma
a todas luces injusta... Si hubiera que explicar a alguien en
pleno 2015 qué son los
superhéroes, pocos
cómics consiguen condensar su esencia de forma tan clara, expeditiva
y alentadora como este Superman de poderes mermados y convicciones
aumentadas, que -de escribirse y dibujarse en España- probablemente
estaría al borde de la ilegalidad.
Reduciendo
al enemigo a ese mal informe y sinuoso que extiende sus redes entre
nosotros, cuando se trata de erigirse como determinación a
permanecer firme en la cara de la adversidad pocos superhéroes
funcionan tan bien como el primero de todos. Quizás sea por eso que
a pesar de aquellos periodos en los que su responsables parecen
perder el norte olvidando todo lo que representa, a la hora de
recordar grandes momentos como lector
de DC Comics casi siempre
sea el último hijo de Krypton quien termine emergiendo. Será que en
el fondo lo de los caballeros oscuros solo me llama durante un rato.
Será que entre el trauma perpetuo del señor de la noche y Superman,
con quien al final de verdad conecto es con la idea de que un hombre
puede volar. Hasta -o sobre todo- cuando este tiene los pies en el
suelo.
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