Tras
21 números y lidiar con habilidad espartana los obstáculos
editoriales, el Magneto de Cullen Bunn llega a su fin. Lo hace
dejando la que puede ser una de las aproximaciones más completas del
personaje. Una que -bebiendo de las fuentes adecuadas- ha sabido
despojarlo de todo lo accesorio para sacar a relucir ese amo del
magnetismo que siempre quisimos ver, y que por una razón u otra en
rara ocasión llegamos a tener.
Coincidiendo
con el desembarco en España de la primera entrega de su serie, Bunn
ha vuelto a reunirse con Gabriel Hernández Walta para el
único broche final que la tortuosa senda de Magneto podía haber
tenido. Año y medio después de su debut, la imagen del cadáver
empalado sigue fresca sobre el pavimento, y el eterno antagonista de
la Patrulla-X se enfrenta al mayor de sus retos con una retrospectiva
vital en la que sólo él puede ser su propio juez.
Desde
aquel villano de opereta de sus primeros días hasta la actualidad,
muchas han sido las vueltas que ha dado su vida de aquel Malcolm
X que con Claremont cambiara sus ropajes en un acelerado viaje a
la redención. Terrorista de ambiciones megalómanas, salvador,
soberano, icono contracultural, víctima de la opresión y el
prejuicio racial, sibilino Walshingam a la derecha de Cíclope o
reliquia de u tiempo pasado, el gran acierto de Bunn ha sido no
limitarse con cualquiera de los aspectos concretos de la vida del
personaje, sino unirlos todos, y forjar con su amalgama un Magneto
complicado y entero.
Uno
sin miedo a mostrar su lado más terrible, en una versión descarnada
y sin aditivos ni edulcorantes del que se erigiera en imagen de que
el fin justifica los medios. Quizás no haya alcanzado la
intensidad de ese Punisher MAX de Ennis en el que tanto parecía
fijarse, y al que solo ha logrado superar en su contundencia para
dejar claro que no existe redención alguna a la que agarrarse.
Quizás en algunos momentos haya podido pecar de reiterativa. Pero lo
que nadie podrá reprocharle nunca a Bunn es su lucidez a la hora de
entender a un personaje que, independientemente de cual sea el rostro
que nos ofrezca, siempre estará moldeado por el más punzante,
visceral y caústico de los sentimients: El odio.
Razón del indescriptible cautiverio de su juventud, base primordial de su ser y contenido de su discurso, ese ha sido el motor que le ha guiado durante toda su vida y con el que ahora dice adiós. Todavía queda la puerta abierta a un futuro reencuentro en páginas de una futura 'Imposible Patrulla-X' también de Bunn. Hasta entonces, solo queda mirar a arriba y contemplarlo en un cielo inyectado en sangre, con Magneto en su más aterradora pureza.
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