Cualquiera que me conozca
sabe perfectamente que no soy el mayor fan de las películas de Star
Wars. Me apasiona 'El Imperio Contraataca', sí. Pero con las
demás, suelo repartir bastante leña cuando suenan los vientos de
hype. Sin embargo, hubo una época en la que esto no era así.
En la que el que suscribe era un crio de gafas redondas de mofletes
sonrosados, que devoraba cada una de las cintas y series de
animación, ya fuera con hombres-cerdo, Luke irrumpiendo en el
lupanar de Jabba, droides peregrinos o la canción de los Ewoks. Pero
algo se torció por el camino, y aquel niño creció para convertirse
en un descreído de la fuerza, en parte saturado por todo el empacho
mediático que fue acumulando la saga.
Hoy, mentiría si dijese
que la nostalgia -unida al cariño por los personajes y su universo-
no está haciendo de las suyas. Porque entre todo el bombardeo de
películas, cómics y series que nos llega, el efecto universo
compartido está haciendo de las suyas, sintiendo como al ver
encajarse las piezas conforme van llegando... Me voy enredando en
ellas. Precuelas animadas de 'Una Nueva Esperanza' inspiradas en los
bocetos originales de Lucas, continuaciones de esta a cargo de
Aaron, Gillen y Waid, misiones al límite durante la construcción de
la Estrella de la Muerte, secuelas ambientadas al termino o varios
años después de 'El Retorno del Jedi'... La Guerra de las
Galaxias se expande en todas direcciones, y es difícil no
encontrar algo que te pueda engatusar.
Y en general la verdad es
que me ha dejado bastante satisfecho. Un cómic que pese a ser más
paisajístico que de contenido, recupera detalles interesantes
del pasado de la Guerra de las Galaxias, abordando la
peligrosa zona de grises de una época de conflicto, con el extra del
rico mundo que crea Larraz. Un mundo de Jedis, Padawan, soldados
clon, alienígenas y separatistas, que te deja con la miel en los
labios para volver el próximo mes a por más.
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