Es de agradecer, todos
los guionistas que empapan sus obras de detalles, referencias y
conexiones, muchas de las cuales no consigues apreciar hasta varias
relecturas. Podríamos hablar de Grant Morrison como Warren Ellis o
Simon Spurrier, junto a cualquier escritor que sea consciente de que
lo explícito no solo no es atractivo, sino que además es un rollo.
Autor de 'Infinity', Jonathan Hickman tampoco es ajeno
a esta práctica, y en la que probablemente sea la saga más épica
de los Vengadores desde 'Asalto a la Mansión' no solo encontramos
numerosos guiños al genero espacial, sino también al universo
Marvel en particular.
Centrando sus primeras
páginas en los Vengadores liderando a diferentes razas alienígenas
en la batalla contra los Constructores, en el quinto número
de 'Infinity' hay uno en concreto que me ha estado persiguiendo, como
ese recuerdo perdido que no terminas de ubicar. Uno en el que entre
centaurianos, skrulls, kymelianos y otras numerosas especies con las
que Hickman da una vuelta de tuerca al arranque de 'Siempre
Vengadores', aparece el Capitán América y Pegadora junto a los miembros de
una extraña raza, que más que antropomorfos parecen salidos de un
cómic de 'La Cosa del Pantano'. ¿Quienes son estos
extraterrestres con aspecto de Teleñeco peludo, y por qué me
suenan tanto? La respuesta me ha llegado casualmente en forma de
página de John Byrne, recordándome a una de las razas
alienígenas más interesante y escasamente aprovechadas del universo
Marvel: Los Plódex.
Con la antaño esposa de
Namor Marrina entre sus miembros más destacados, estos
extraterrestres aparecidos por primera vez en páginas de 'Alpha
Flihgt' usaban un método de colonización muy peculiar, enviando
naves repletas de huevos a zonas inhóspitas de planetas habitados,
atrayendo a las especies autóctonas para asegurarse de cual ostenta
el lugar más alto en su pirámide evolutiva. Una vez hecho, los
plódex mezclaban su ADN con el de la especie seleccionada, y
diseminaban los embriones por todo el mundo para que se mezclasen con
la población autóctona y dispersaran su genoma superior en la
biosfera.
Un concepto de ciencia
ficción más que sugerente, pero que por desgracia apenas ha sido
aprovechado más allá de un puñado de sagas ligadas a El Amo del
Mundo, y en más de una de ellas reflejados como simples hombres
peces. Como a alguno que otro probablemente le haya pasado lo mismo
que a mi y no los reconoció en su momento, nunca viene mal
recordarlos junto a la muy recomendable lectura que son los 'Alpha
Flight' de Byrne, a ver si con suerte algún escritor tiene el
buen gusto de recuperarlos y hacer algo con ellos en el futuro. Sobre todo ahora que volvemos a tener a Marrina dando guerra en las costas canadienses.
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