Detenme
si lo habías escuchado antes: Un grupo de ciudadanos se reúne en
las calles de Metrópolis festejando sus convicciones. Es una
celebración controvertida, dado que lo que defienden no es algo
popular para buena parte de la ciudad, pero no dejan de ser un grupo
de amigos y vecinos reunidos por algo en lo que creen, de forma
pacífica y que busca ser más un homenaje que una protesta a mano
alzada. Hay niños, personas mayores, barbacoas caseras, pancartas y
farolillos de colores, mientras ríen, se divierten y conversan
manifestándose por aquello que les ha reunido. Es entonces cuando
aparece la policía.
Si
hubiera leído el número #42 de Action Comics hace un año,
probablemente habría argumentado que la situación que propone Greg
Pak es demasiado irreal. Que las autoridades no arrojarían a los
antidisturbios contra un grupo de personas reunidas de manera
inconfundiblemente inerme. Que las fuerzas del orden no participarían
en una ostentación de poder abusiva y sin miramientos. Que nunca
serían ellos los que buscasen la provocación para dar pie al
enfrentamiento violento contra una multitud acorralada que se limita
a seguir las normas de actuación cívica a pesar de algún que otro
exaltado.
Quizás
hubiera alegado que lo que ilustra Aaron Kuder parece más
propio de una distopia al estilo de '1984' que del mundo real, y que
si Superman apareciera para situarse entre manifestantes y
autoridades -con los brazos abiertos y cadenas de barco en cada mano-
no sería el oficial de los antidisturbios quien se clavase delante
de su cara alegando que no le gusta un pelo, y que por todos
los años en los que han sido ellos los que han sangrado y muerto
mientras él se llevaba la gloria, ahora todos los presentes van a
pagar. No con semejante impunidad. No ignorando al reportero que está
tomando fotografías de todo lo que sucede para dar constancia al
mundo, y no con docenas de testigos que pueden dar fe de que han sido
ellos los que han iniciado la refriega.
Aun
aceptando que existen los que abusan de la autoridad dentro de los
cuerpos policiales, y que cualquier malnacido en una situación de
poder podría valerse de una circunstacia como esa para convertir a
las fuerzas del orden en un instrumento de represión entregado al
linchamiento, hacerlo con esa flagrante alevosía y desinterés por
las repercusiones es demasiado exagerado. Hace un año seguramente
habría argumentado esto; hoy, ya no estoy tan seguro.
Lectura recomendada, El Caso de la Policía Contra Superman en Bleeding Cool
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