Entre
la inmensa lista de tareas pendientes guardadas para ese añorado día
en el que disfrute de todo el tiempo que me gustaría, realizar un
análisis comparativo de las últimas colecciones y etapas de The
Punisher ostenta un lugar privilegiado. Y es que aunque el
personaje se me atragantó durante un buen puñado de años, desde
que descubrí a Garth Ennis y su 'Nacimiento' he sentido una fuerte
fascinación por la incómoda creación de Gerry Conway, quien -más
allá de su rol inicial como exaltación del justiciero armado de los
setenta- continúa siendo una figura incontestable como
representación de los abismos más oscuros del alma humana.
Sin
embargo, lo más llamativo de Frank Castle y su alterego de la
calavera, es que para ser un personaje tan anclado en el realismo más
deprimente, desde el inicio de la era de Joe Quesada ha tenido tantas
aproximaciones radicalmente distintas que esta a medio paso de
igualar a Batman. Poco o nada tiene que ver el Punisher de las
pistolas angelicales de Thomas E. Siniegoski y Christopher Golden con
el exceso satírico de Ennis junto a Steve Dillon en Marvel Knights,
ni este con el visceral retrato de las secuelas de la guerra que
firmara el mismo autor bajo el sello Max, la versión pijamera de
Franction, la macabra aproximación de Rick Remender, la suciedad de
Jason Aaron o la elegancia unos Rucka y Checchetto al borde de Sergio
Leone.
De
entre todas estas etapas, con ninguna he tenido tantos problemas para
pronunciarme como con la actual 'The Punisher' de Nathan Edmonson
y Mitch Gerads, por cuyo último número publicado en Estados
Unidos -la entrega #19- me solicitaron opinión, y ha tocado hincarle el diente tras un tiempo apartado de la serie.
Curtido
en relatos de espionaje internacional y operaciones clandestinas al
más puro estilo de la saga Bourne o 'Haywire', la principal
característica de 'The Punisher' de Edmonson y Gerads ha sido
desmarcarse del enfoque desmitificador que le imprimiera Ennis. El
norirlandés llevó a Frank Castle a un punto de monstruoso horror
humano en el que no había redención posible, y esa ha sido la
óptica que han seguido sus sucesores independientemente de cual
fuera su aproximación. Frank Castle en su crudeza más difícilmente
soportable, de la que Edmonson se aleja para establecer que -por muy
mal de la cabeza que esté- también es un ser humano. El Punisher
del guionista de '¿Quién es Jake Ellis?' sonríe, hace
bromas, es amable y cordial, puede llevar ropa que no diga las 24
horas “Soy el @#$%& Punisher” y hasta tiene como
mascota un coyote accidentado.
Su
implacable tenacidad a la hora de eliminar objetivos continuaba ahí,
con un desbordante brío narrativo curtido en la guerra de guerrillas
contemporánea, al gusto del 'Call of Duty' y el cine bélico
post-'Black Hawk Derribado'. Y aunque puedo entender que a
Marvel le interesa este lavado de cara del personaje para generar
mayor empatía ahora que se dirige a la pequeña pantalla, no
tardó en echarme de la serie entre conversaciones con camareros que
afirmaban que Punisher es “más necesario que los Vengadores”
o momentos de tortura en los que Castle justifica la utilidad por
encima del objetivo.
Ni Superman, vamos
No
voy a decir que sea una mala caracterización o enfoque incorrecto,
dado que los personajes ofrecen suficiente manga ancha como para
diferentes interpretaciones. Tampoco que -a pesar de los incontables
momentos en los que los que los secundarios agradecen la labor de
Punisher- Edmonson este defendiendo sus acciones como algo heroico.
Sería una acusación demasiado importante como para esgrimir sin
haber leído toda una serie, que además se supone esta narrada desde
el punto de vista de un personaje que no es otra cosa que un
psicópata con el mayor síndrome de estrés postraumático de la
historia de la ficción. Que te produzca rechazo la monstruosa forma
de ver el mundo de Castle es ya otra cuestión.
Sin
embargo, su serie se mueve por una zona ambigua en la que la duda es
lo suficientemente incómoda para disfrutar de su lectura, por lo que
-aunque con toda seguridad terminaré volviendo a ella cuando toque
compararla con el resto de etapas, especialmente la de Ennis- dejé
el Punisher de Nathan Edmonson aparcado de cara a un futuro en el que
me armase de valor para retomarlo. Y aunque lo suyo hubiera sido
hacerlo desde el primer número o -como mínimo- desde donde lo dejé,
una conversación con un compañero blogger me invitó a abordar esta
saga epílogo en plenos 'Últimos Días' de la 'Secret Wars',
para ver que opinaba de ella.
Un marco fácilmente reconocible
Dando
carpetazo a la situación en la que la saga de Hickman pone a Castle
por la vía más expeditiva, lo primero que puede decirse de la
entrega decimonovena de 'The Punisher', es que poco ha cambiado
respecto a la serie que recordaba. Aprovechando la cercanía de 'El Francotirador' y la relevancia que tenía el personaje para el
comando encabezado por el sniper de la armada estadounidense Chris
Kyle, Edmonson se lleva a Castle de gira por Oriente Medio para
enfrentarse a una organización terrorista usada como claro
equivalente de los yihadistas del ISIS. Una situación de
guerra en la que todos los días mueren combatientes y civiles ya sea
ejecutados o en atentados armados, y que es difícil de valorar desde
la cómoda situación que nos ofrece vivir en la zona segura del
Imperio Occidental.
Aprovechando
esa presencia casi etérea que envuelve al personaje, Edmonson erige
a Castle como ángel justiciero desde la primera página del número,
en la que un soldado a punto de ser ejecutado advierte que Punisher
le vengará con el siempre socorrido y
fraternal ojo por ojo. Esta no es la única muestra de
simpatía que el cómic regala al Castigador, junto a quien proclama
“Algunas personas no deberían de abandonar este mundo
sin un poco de castigo, ¿no crees?” en boca de la
integrante de un comando aliado. A penas pasa una página, cuando
leemos al mismo personaje exponer como siendo niña ver a Punisher en
televisión le inspiró a alistarse en el ejército para combatir
a los malos. Gracias Frank, porque no hay mejor reclamo para
engordar las filas del Tío Sam que un buen asesino de masas.
Good job, Frank. Ahora vamos a por más
Cualquiera
que busque cualquier indicio de cinismo o cuestionamiento al más
puro estilo de Ennis, mejor puede darse por vencido en una
introducción que se pronuncia con sonrisa de satisfacción y
entusiasmo del trabajo bien hecho, antes de arrojar a Castle como un
arma de destrucción masiva sobre una ciudad con actividad de El
Amanecer Negro (el “ISIS” de esta historia). La contundencia
del bueno de Frank se hace patente conforme pone el pie en tierra,
deshaciéndose con una granada de mano de una camioneta con
islamistas armados sin apenas mediación más allá de ser señalado
por uno de ellos.
Podemos
hablar de que Castle sabe árabe, de que ver un vehículo sin ningún
tipo de identificación oficial con cuatro hombres con pasamontañas
armados es suficiente prueba de culpabilidad para alguien de
su experiencia. Podemos hablar de que no tenemos la más mínima idea
de como funciona la guerra, mientras los pensamientos de Punisher se
disparan anunciándose como agente de la muerte “inmisericorde”
e “indiscriminado”. Tampoco falta la socorrida escena de
tortura en la que Frank destroza la cara de un posible informante
contra una rueda en movimiento, mientras se jacta de lo “efectivo”
que resultará el interrogatorio al saber su prisionero que “no
hay ninguna ley que lo proteja”.
Inspirando a la juventud desde 1974
¿El Capitán América? Fuck it
Marcándose
también el detalle de comparar el olor de la carne quemada contra el
neumático con “su comida” -antes de embarcarse en el
clímax a lo 'Zero Dark Thirty' que da paso al cliffhanger de
cara al próximo número-, la conclusión más clara que se puede
extraer del cómic es que la serie está orientada para el mismo
público que todos los 'The Hurt Locker' y shooters bélicos
que salen cada año. Un cómic al que no se le pueden negar las
virtudes gráficas y narrativas de un contundente Edmonson y un árido
Gerads. Es un cómic que puedes imaginar perfectamente en manos de
los próximos Kyle, Marc Alan Lee o como quiera que se llame el
próximo 'American Sniper', incluso con más comodidad que el número
#1 de 'The Punisher MAX' que lucen en la película de Clint
Eastwood.
Cualquiera
que empatice con todo esto o sea capaz de desconectar de muchas ideas
que parece transmitir del cómic, probablemente sean capaces de
disfrutar de él. En mi caso, a falta de una próxima entrega en la
que Edmonson me haga rectificar en mis impresiones, no puedo decir
que sea capaz de casar con la alegría con la que se eleva a
Castle como figura del hombre recto, suficiente para el beneficio
de la duda pero bien cerca de la frontera de lo abominable.
He visto el futuro, y es la cara de un hombre
destrozada por la rueda de un vehículo de combate
Para
otra perspectiva sobre el citado cómic, acudir a los posts semanalesde Zona Zhero con la valoración del compañero Ander Luque.
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