sábado, 4 de julio de 2015

Los últimos días de The Punisher de Nathan Edmonson


Entre la inmensa lista de tareas pendientes guardadas para ese añorado día en el que disfrute de todo el tiempo que me gustaría, realizar un análisis comparativo de las últimas colecciones y etapas de The Punisher ostenta un lugar privilegiado. Y es que aunque el personaje se me atragantó durante un buen puñado de años, desde que descubrí a Garth Ennis y su 'Nacimiento' he sentido una fuerte fascinación por la incómoda creación de Gerry Conway, quien -más allá de su rol inicial como exaltación del justiciero armado de los setenta- continúa siendo una figura incontestable como representación de los abismos más oscuros del alma humana.

Sin embargo, lo más llamativo de Frank Castle y su alterego de la calavera, es que para ser un personaje tan anclado en el realismo más deprimente, desde el inicio de la era de Joe Quesada ha tenido tantas aproximaciones radicalmente distintas que esta a medio paso de igualar a Batman. Poco o nada tiene que ver el Punisher de las pistolas angelicales de Thomas E. Siniegoski y Christopher Golden con el exceso satírico de Ennis junto a Steve Dillon en Marvel Knights, ni este con el visceral retrato de las secuelas de la guerra que firmara el mismo autor bajo el sello Max, la versión pijamera de Franction, la macabra aproximación de Rick Remender, la suciedad de Jason Aaron o la elegancia unos Rucka y Checchetto al borde de Sergio Leone.

De entre todas estas etapas, con ninguna he tenido tantos problemas para pronunciarme como con la actual 'The Punisher' de Nathan Edmonson y Mitch Gerads, por cuyo último número publicado en Estados Unidos -la entrega #19- me solicitaron opinión, y ha tocado hincarle el diente tras un tiempo apartado de la serie.

 
Curtido en relatos de espionaje internacional y operaciones clandestinas al más puro estilo de la saga Bourne o 'Haywire', la principal característica de 'The Punisher' de Edmonson y Gerads ha sido desmarcarse del enfoque desmitificador que le imprimiera Ennis. El norirlandés llevó a Frank Castle a un punto de monstruoso horror humano en el que no había redención posible, y esa ha sido la óptica que han seguido sus sucesores independientemente de cual fuera su aproximación. Frank Castle en su crudeza más difícilmente soportable, de la que Edmonson se aleja para establecer que -por muy mal de la cabeza que esté- también es un ser humano. El Punisher del guionista de '¿Quién es Jake Ellis?' sonríe, hace bromas, es amable y cordial, puede llevar ropa que no diga las 24 horas “Soy el @#$%& Punisher” y hasta tiene como mascota un coyote accidentado.

Su implacable tenacidad a la hora de eliminar objetivos continuaba ahí, con un desbordante brío narrativo curtido en la guerra de guerrillas contemporánea, al gusto del 'Call of Duty' y el cine bélico post-'Black Hawk Derribado'. Y aunque puedo entender que a Marvel le interesa este lavado de cara del personaje para generar mayor empatía ahora que se dirige a la pequeña pantalla, no tardó en echarme de la serie entre conversaciones con camareros que afirmaban que Punisher es “más necesario que los Vengadores” o momentos de tortura en los que Castle justifica la utilidad por encima del objetivo.


Ni Superman, vamos

No voy a decir que sea una mala caracterización o enfoque incorrecto, dado que los personajes ofrecen suficiente manga ancha como para diferentes interpretaciones. Tampoco que -a pesar de los incontables momentos en los que los que los secundarios agradecen la labor de Punisher- Edmonson este defendiendo sus acciones como algo heroico. Sería una acusación demasiado importante como para esgrimir sin haber leído toda una serie, que además se supone esta narrada desde el punto de vista de un personaje que no es otra cosa que un psicópata con el mayor síndrome de estrés postraumático de la historia de la ficción. Que te produzca rechazo la monstruosa forma de ver el mundo de Castle es ya otra cuestión.

Sin embargo, su serie se mueve por una zona ambigua en la que la duda es lo suficientemente incómoda para disfrutar de su lectura, por lo que -aunque con toda seguridad terminaré volviendo a ella cuando toque compararla con el resto de etapas, especialmente la de Ennis- dejé el Punisher de Nathan Edmonson aparcado de cara a un futuro en el que me armase de valor para retomarlo. Y aunque lo suyo hubiera sido hacerlo desde el primer número o -como mínimo- desde donde lo dejé, una conversación con un compañero blogger me invitó a abordar esta saga epílogo en plenos 'Últimos Días' de la 'Secret Wars', para ver que opinaba de ella.

Un marco fácilmente reconocible

Dando carpetazo a la situación en la que la saga de Hickman pone a Castle por la vía más expeditiva, lo primero que puede decirse de la entrega decimonovena de 'The Punisher', es que poco ha cambiado respecto a la serie que recordaba. Aprovechando la cercanía de 'El Francotirador' y la relevancia que tenía el personaje para el comando encabezado por el sniper de la armada estadounidense Chris Kyle, Edmonson se lleva a Castle de gira por Oriente Medio para enfrentarse a una organización terrorista usada como claro equivalente de los yihadistas del ISIS. Una situación de guerra en la que todos los días mueren combatientes y civiles ya sea ejecutados o en atentados armados, y que es difícil de valorar desde la cómoda situación que nos ofrece vivir en la zona segura del Imperio Occidental.

Aprovechando esa presencia casi etérea que envuelve al personaje, Edmonson erige a Castle como ángel justiciero desde la primera página del número, en la que un soldado a punto de ser ejecutado advierte que Punisher le vengará con el siempre socorrido y fraternal ojo por ojo. Esta no es la única muestra de simpatía que el cómic regala al Castigador, junto a quien proclama Algunas personas no deberían de abandonar este mundo sin un poco de castigo, ¿no crees? en boca de la integrante de un comando aliado. A penas pasa una página, cuando leemos al mismo personaje exponer como siendo niña ver a Punisher en televisión le inspiró a alistarse en el ejército para combatir a los malos. Gracias Frank, porque no hay mejor reclamo para engordar las filas del Tío Sam que un buen asesino de masas.

Good job, Frank. Ahora vamos a por más

Cualquiera que busque cualquier indicio de cinismo o cuestionamiento al más puro estilo de Ennis, mejor puede darse por vencido en una introducción que se pronuncia con sonrisa de satisfacción y entusiasmo del trabajo bien hecho, antes de arrojar a Castle como un arma de destrucción masiva sobre una ciudad con actividad de El Amanecer Negro (el “ISIS” de esta historia). La contundencia del bueno de Frank se hace patente conforme pone el pie en tierra, deshaciéndose con una granada de mano de una camioneta con islamistas armados sin apenas mediación más allá de ser señalado por uno de ellos.

Podemos hablar de que Castle sabe árabe, de que ver un vehículo sin ningún tipo de identificación oficial con cuatro hombres con pasamontañas armados es suficiente prueba de culpabilidad para alguien de su experiencia. Podemos hablar de que no tenemos la más mínima idea de como funciona la guerra, mientras los pensamientos de Punisher se disparan anunciándose como agente de la muerte “inmisericorde” e “indiscriminado”. Tampoco falta la socorrida escena de tortura en la que Frank destroza la cara de un posible informante contra una rueda en movimiento, mientras se jacta de lo “efectivo” que resultará el interrogatorio al saber su prisionero que “no hay ninguna ley que lo proteja”.

Inspirando a la juventud desde 1974
¿El Capitán América? Fuck it

Marcándose también el detalle de comparar el olor de la carne quemada contra el neumático con “su comida” -antes de embarcarse en el clímax a lo 'Zero Dark Thirty' que da paso al cliffhanger de cara al próximo número-, la conclusión más clara que se puede extraer del cómic es que la serie está orientada para el mismo público que todos los 'The Hurt Locker' y shooters bélicos que salen cada año. Un cómic al que no se le pueden negar las virtudes gráficas y narrativas de un contundente Edmonson y un árido Gerads. Es un cómic que puedes imaginar perfectamente en manos de los próximos Kyle, Marc Alan Lee o como quiera que se llame el próximo 'American Sniper', incluso con más comodidad que el número #1 de 'The Punisher MAX' que lucen en la película de Clint Eastwood.

Cualquiera que empatice con todo esto o sea capaz de desconectar de muchas ideas que parece transmitir del cómic, probablemente sean capaces de disfrutar de él. En mi caso, a falta de una próxima entrega en la que Edmonson me haga rectificar en mis impresiones, no puedo decir que sea capaz de casar con la alegría con la que se eleva a Castle como figura del hombre recto, suficiente para el beneficio de la duda pero bien cerca de la frontera de lo abominable. 

He visto el futuro, y es la cara de un hombre
destrozada por la rueda de un vehículo de combate

Para otra perspectiva sobre el citado cómic, acudir a los posts semanalesde Zona Zhero con la valoración del compañero Ander Luque.

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