El Escudo tiembla
conforme oleadas de no muertos chocan contra sus muros amenazando con
abrir una grieta que extienda la plaga a través de Mundo Batalla.
Hoy no es ese día. Cabalgando sobre lomos de un Coloso feral de piel
metálica, Leah de Hel e Illayana del Limbo hacen honor a su
juramento mientras la carne impía de sus enemigos riega su paso.
Hermanas en la batalla, diablesas de hoja ensangrentada, camaradas
inseparables de armas, ambas se funden en un apasionado beso mientras
el frenesí del apocalipsis venidero las coloca en una situación de
vida o muerte. Así luce la increíble página de Yasmine Putri para
la segunda entrega de 'Secret Wars: Asedio', lista para
proseguir la interminable lucha en la semana entrante.
Y aunque se antojaba
obvio para cualquiera que haya leído algo de Kieron Gillen
que en los afligidos lamentos de Leah había algo más que el llanto
por el compañero caído, una parte de mi deseaba que no diera el
paso de unirlas más allá de lo carnal. Porque aunque es innegable
la belleza de dos jóvenes valkyrias del Armageddon entregadas a la
pasión en mitad de la destrucción y el caos, es tan difícil
encontrar un relación de hermanamiento inquebrantable fraguado en
materia de leyenda entre personajes femeninos, que es imposible no
pensar que el guionista de 'Phonogram' se ha saltado un paso.
Ese por el que todo el
mundo recuerda a Butch Cassidy y The Sundance Kid. El que convirtiera
en mitos a Daniel Dravot y Peachey Carnehan o lograra que nos
temblaran los adentros con las manos cruzadas de Thelma y Louise o el
beso en la frente que recibiera Boromir de los labios de Aragorn. Ese
vínculo más allá de lo carnal, en la que identidad del individuo
se pierde en una simbiosis perfecta donde cuesta tener claro donde
acaba uno y empieza el otro. Con la desaparición de la ambigua
pureza de la hermandad irrompible que deja entrar el amor explícito,
las reglas del juego cambian haciendo que su belleza torne al
territorio de Mickey y Mallory, Clarence y Lucy, Stellios y Astinos o
Violet y Corky.
Historias que igualmente
rezuman poesía y una desaforada pasión por la vida. Pero teniendo
en cuenta lo habitual que resulte que las relaciones entre mujeres
sean abordadas en la ficción como un lazo volátil propenso a
perderse en cuanto al romance o la posibilidad de cazar a un hombre
entra de por medio, quizás hubiera sido bonito que por una vez las
reglas fueran las mismas que con Mad Max y Furiosa. El
consuelo que nos queda es las que con solo una splash page es desde
ya una de las relaciones más irresistiblemente poderosas de la
historia de Marvel. Eso, y que siempre habrá más oportunidad de
disfrutar a Gillen. Aunque no sea en Marvel.
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