Tres
años después de que Clint Barton cayese de las alturas emulando a
su alter-ego fílmico, el carcaj se ha quedado sin flechas, y la
dupla compuesta por Matt Fraction y David Aja se despiden con un
certero disparo en forma de Hawkeye #22. Atrás dejan una
diana con dos docenas de dardos que apenas se han desviado del
centro, como una emulación continua de aquel tiro imposible sobre el
que discutían Clint Barton y Kate Bishop. El ya clásico 'Jóvenes
Vengadores presenta...' dibujado por Alan Davis marcaba el primer
encuentro entre Ojo de Halcón y
Matt Fraction, sirviendo de pistoletazo de salida para una etapa que
-tras la incorporación de David Aja- puede decir adiós sabiéndose
parte de la Historia Marvel.
Hay
un antes y un después para Ojo de Halcón con esta serie que lo hizo
descender del Olimpo de los enmascarados, recordándonos que tras el
pintoresco disfraz púrpura y la actitud desafiante, se ocultaba el
tipo más corriente que haya militado en los Vengadores. Lejos de
hacer de este rasgo una debilidad, Fraction supo convertirlo en la
principal virtud de un Clint Barton minimalista,
como en guardián de un bloque de vecinos a la deriva frente al
implacable avance de la maquinaria del progreso. Personalidad de
personaje y guionista encajaban como un guante, y en seguida quedo
claro que la efervescencia de Matt Fraction
encajaba como un guante con el impulsivo y casi siempre metepatas Ojo
de Halcón.
Lo
único que necesitaba la serie era un ingrediente que aportase el
contraste perfecto, y llegó en forma de la sidekick Kate
Bishop y desbordante talento
gráfico de un David Ajá con
el que Fraction ya había demostrado sinergia en 'El Inmortal Puño
de Hierro'. A partir de ahí todo fue un carrusel de pizza dogs,
barbacoas en el tejado, bros, problemas con puertos de vídeo, más
bros, especulación con el terreno, cintas de vídeo, enigmáticas
mujeres de rojo, hermanos perdidos, Asesinos Implacables, lenguaje de
signos y el vecindario, siempre el vecindario.
Elementos
que colisionan en un fin de fiesta que representa todo lo que ha sido
una serie que no solo ha conseguido que el eterno secundario de los
Vengadores se convierta en un personaje de culto por cuenta propia,
sino que se ha erigido como obra cumbre de una forma de entender el
cómic que ha aportado clase y estilo a los superhéroes de estos
cinco últimos años. Despidiéndose con la misma actitud con la que
llegaron, en un final que sin excentricidades ni ansia por dejar una
forzada huella, Fraction y Aja recogen su equipaje con una sonrisa de
satisfacción y el legado vivo que dejan a sus espaldas. Un legado
que continúa tanto en la serie de Jeff Lemire y Ramón Pérez, como
en todas las series que -de una forma u otra- han bebido de la gran
saga de los arqueros del bloque sin
nombre.
Todos
los personajes tienen un año uno que marca el inicio de una edad
dorada que sirve de referente para todos los que vengan después. En
algunos casos son las primeras etapas que los dan a nacer, y en otros
casos otras mucho más avanzadas a cargo de escritores y dibujantes
que saben entenderlos con una puntería que nadie había logrado
hasta entonces. Con el arquero, Matt Fraction y David Aja han dado el primer disparo con una etapa que lo coloca entre los grandes de la editorial. Ahora el reto queda en manos de Marvel para que sea algo más que un oasis en el desierto, y estemos ante el comienzo de un periodo histórico para Ojo de Halcón.
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