Cualquiera
que me conoce sabe que la última encarnación del justiciero de la
calavera a cargo del guionista de '¿Quién es Jake Ellis?' Nathan
Edmonson y el dibujante de 'The Activity' Mitch Gerads no
está precisamente entre mis favoritas. No me cabe duda de que
Edmondson es buen escritor, y en su andadura en Image tiene obras
trabajos como 'Dancer' que -aparte de dejar constancia de ello- me
resultan más que reseñables. Sin embargo, nunca he terminado de
conectar con sus aportaciones para Marvel Comics por diversas causas,
siendo su empeño en humanizar a Frank Castle y la simpatía que a
parece transmitir a la cruzada del personajes lo que más me ha
alejado de su Punisher.
Sin
ir más lejos, su último número incluye una escena con el bueno de
Frank liquidando a una víctima, no sin antes soltar una broma de WC.
Frank Castle. Soltando chascarrillos en mitad del combate. Con
bromas sobre la higiene en el retrete. Aun así no puedo negar que le
haya dado varias oportunidades, la última de ellas con esta saga
final por recomendación del compañero Ander Luque para
contrastar opiniones. El porqué es tan sencillo como que -de alguna
forma- siempre he intentado que el Punisher de Edmonson y Gerads me
gustase. Buscar ese algo que me hiciera entender su aproximación al
personaje y me permitiera valorar como positiva su aportación a la
mitología del personaje.
Mucho
tiene que ver mi apego Castle gracias a las contribuciones de Ennis,
Remender, Rucka e incluso Ennis, pero también las virtudes de
Edmonson y Gerads. Porque si bien su Punisher me dejó fuera de juego
con su aproximación a Frank Castle y en algunos momentos me resulta
moralmente cuestionable -que no es lo mismo que execrable-, es
imposible negarle sus numerosas virtudes artísticas. Algo similar a
lo que ya me ocurriera con el siempre recurrente 'El Francotirador' de Clint Eastwood, siendo imposible negar que hay
virtud dentro de sus propias reglas por mucho que uno no pueda casar
con estas.
En su
despedida, Edmonson y Gerads dan buena cuenta de ello con una
impecable narración que ya querrían para si muchos blockbusters del
cine de acción paramilitar. Pero además no puede negarse la
determinación en su forma de interpretar al personaje, la cual
-independientemente de si gusta o no- tiene su interés como objeto
de estudio de cara a la evolución en el imaginario social de ciertos
conceptos e ideas ligadas al entorno bélico del siglo XXI
(algunas bastante preocupantes, para que negar).
¿Cuando y cómo es adecuado tratar en la ficción
temas de actualidad social?
No
será un Punisher que apruebe ni con el que termine de estar a gusto,
pero todavía tengo que suficiente fidelidad a esa falacia parcial
del relativismo como para entender que hay gente
que no tiene porque compartir mis ideales. No en vano siempre ha sido una de las mejores formas de cuestionar tus porpias convicciones ya sea para reforzarlas o matizarlas. Y ya que no vamos a
ponernos de acuerdo, que por lo menos lleven los suyos con cierta
clase.
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