Por mucho que nos
gustaría poder negar lo fuertemente que está arraigado en nuestro
subconsciente, existe una atroz y nauseabunda frivolización del
abuso sexual aferrada a lo más profundo, dañino y oscuro de nuestro
género. La broma de bar, lanzada entre la embriaguez colectiva de
ver quien la suelta más gorda, más adelante validada por ese
reducto de ranciedad de los noventa en el que cada vez de forma más
clara se está desvelando el universo Groening. Un chiste en forma de
los protagonistas masculinos de 'Futurama' capturados por una tribu
de fornidas amazonas en busca de sexo a la fuerza, y que además de
servir para infinidad de risas bajo el lema '¡Muerte por kiki!',
acaba de ser brutalmente aniquilado por la tercera entrega de
'Where Monsters Dwell' de Garth Ennis.
La base de este clásico
del humor es tan simple como un
grupo indeterminado de hombres a punto de ser violados por una legión
de mujeres esculturales hasta la muerte. Sonrisa en la boca. Aparecen
los codazos cómplices y el “quién estuviera en su pellejo”
revuela en el ambiente. Porque claro, somos tan machotes
que semejante condena resulta
tan amenazante como poner a Superman frente a un pelotón de
fusilamiento, y lo único que nos promete es una fuente de placer
infinita. Hay hasta culturas como la vikinga o el islamismo más
radical, en las que servía para alentar a genocidas indiscriminados
dispuestos a sacrificar sus vidas para reunirse con una legión de
mujeres deseosas en lo que solo podía corresponder a la imagen de El
Paraíso.
La
desagradable verdad detrás de lo divertidos
que nos resultaban aquellos esqueletos sonrientes con las caderas
convertidas en polvo de huesos, es que estamos tan poco
familiarizados con el concepto de ser presa potencial continua de
depredadores borrachos de lujuria, que únicamente lo podemos
procesar como una fiesta sexual sin fin y la forma más dulce de
muerte. Porque la ignorancia es atrevida, y desde pequeños hemos
sido condicionados pensar que no existe mal que no sea bueno en lo
que a tener sexo a través de mujeres
se refiere. Que le pregunten a cualquier víctima de violación
independientemente de su género.
Pero
entonces llega Garth Ennis con su Where
Monsters Dwell #3, y tras
haber dejado claras sus intenciones de liarla en el final de la anterior entrega, aniquila la broma tirándola por tierra al darle del todo la
vuelta a la tortilla. No siendo la primera vez que el guionista
norirlandés usa de forma incendiaria el concepto de sociedad formada
íntegramente por mujers -ver algunas de las coñas de 'The Pro'-,
Ennis convierte a El
Águila Fantasma en el
Steve Trevor de una
tribu compuesta por arquetipos de todas las Shanna, Jungle Girl,
Cavewoman, Lorna y el larguísimo etc de atractivas mujeres de la
jungla que desde hace eones han poblado la ficción.
Su
reacción inmediata es la de “me ha tocado la lotería”,
como habría sido la de prácticamente cualquier otro hombre criado
en la sociedad contemporánea. Siendo especialmente reseñable como
su expresión se difumina en cuanto se da cuenta como la sonrisa de
su compañera de viaje Clementine
es todavía mayor que la
suya, no tardamos en descubrir que lo de ser acogidos por una tribu
de mujeres diez y el 'Muerte por kiki' quizás no era tan divertido
como imaginábamos.
El
chiste prosigue más allá de la zona de confort masculina, jugando
con otros conceptos tan divertidos
en torno a la esclavitud sexual como puede ser la exclusión social
en toda su amplitud, la objetivización de un género hasta privarlo
de identidad, miembros entumecidos, el sometimiento a castigo físico
en caso de negación, el desamparo o la ablación genital. Penurias
cotidianas que se ven obligados a sufrir los habitantes varones de
esta sociedad ficticia, de la misma forma que cientos de miles de
personas lo sufren todos los días en el mundo real solo por haber
nacido en el sexo equivocado.
Narrado con la habitual falta de
restricciones, rechazo a cualquier forma de remilgo y carga directa
de la que hablaba el compañero Jordi T. Pardo sobre Ennis, quizás sea conveniente echarle un ojo a 'Where Monsters
Dwell' para ver la película desde la otra cara de la moneda, y
pensárselo dos veces antes de bromear a la ligera con ciertos temas.
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