En
estos tiempos, en los que las continúas polémicas hacen difícil
tener claro donde termina la crítica fundamentada, para dar de
bruces con el recelo de la corrección política, es de agradecer que
aun queden mentes lo suficientemente lúcidas como para atravesar con
firmeza las sombras de la duda sin perderse en el camino. Gente como
el guionista norilandés Garth
Ennis, quien en su día
fuera conocido por el carácter destroyer, soez y sin reparos de sus
historias, pero que además puede ser uno de los tipos más
auténticos que se
pueda encontrar en el cómic norteamericano. Pocos guionistas -ya sea
del noveno arte o de otros muchos medios- tendrían el arrojo para
abordar las cuestiones de género como él lo hace, y menos todavía
los que serían capaces de hacerlo sin estrellarse por el camino. Su
último trabajo para Marvel junto al dibujante de 'The Boys' y
'Battlefields' Ross
Braun ('Where
Monsters Dwell'), bien
vale de muestra para dejar prueba de ello.
Ambientada
en plena 'Secret Wars', aunque de manera completamente independiente
a la misma -no hay ninguna mención de momento al evento, más allá
de servir como excusa para escribir un relato pulp ambientado en el
periodo entre las dos Guerras-, Ennis vuelve a reencontrarse con el
Águila Fantasma,
para presentárnoslo como un perfecto truhán que viaja por todo el
mundo viviendo aventuras al límite. Pero no un truhán idealizado
como puedan ser los Han Solo o Indiana Jones que encarnara Harrison
Ford, sino un canalla con todas las de la ley, tan deleznable como
rastrero.
Algo
que Ennis se encarga de dejar muy claro desde la escena de
presentación de la mini-serie, en la que lo vemos yacer junto a una
princesa indígena de curvas generosas, mientras esta le relata que
está embarazada de él, y que si no contraen matrimonio antes de que
su padre se entere, será repudiada al exilio. Una situación no muy
diferente a la que puedan estar viviendo multitud de mujeres en
diferentes sociedades de todo el mundo, y a la que el protagonista
responde como todo un caballero, prometiendo que hablará con su
padre para concertar la boda. Como es de esperar, el Águila Fantasma
hace honor a su nombre, aprovechando la primera oportunidad para
poner los pies en polvorosa.
Una
actitud que se mantiene con el resto de personajes que se va cruzando
en su camino, con Karl Kaufman (que así es el nombre de pila del
protagonista) haciendo gala de su labia para camelarse a todo aquel
del que puede sacar provecho. Si alguien tuviera que encarnar el lema
“todo nulo poder
conlleva una gran irresponsabilidad”,
el Águila Fantasma de 'Where Monsters Dwell' sería el candidato
perfecto. Pero entonces se cuela en su vida la enigmática Clementine
Franklin-Cox, una
candorosa y refinada mujer que dice estar buscando medio de
transporte para viajar junto a su prometido, y ambos se embarcan en
un viaje alrededor de todo el mundo.
Resumiendo
el devenir de sus aventuras en que la chica esconde más de un
secreto, Ennis aprovecha la convivencia entre ambos para retratar a
Kauffman como un completo
machista para el que el sexo femenino no es sino una oportunidad para
meterla en caliente. En
mano de otro guionista, este detalle probablemente sería usado como
una herramienta acusadora mediante la cual hacernos tomar partido en
contra del protagonista, pero Ennis va más allá del juicio moral
para usarlo como una renuncia al idealismo.
Cuando
vemos a Kauffman actuar como un cerdo, tirando de galantería cuando
le viene bien la mano izquierda, siendo soez y chavacano cuando le
viene en gana o recurriendo al “¿No queríais igualdad?”
cuando el conviene, la sensación que transmite no es que el problema
sea suyo, sino que todos
los héroes pulp de
aquella época a los que tanto idolatramos realmente debieron ser
así. Ennis no parece ser muy amigo de los paternalismos, y si la
sociedad de aquel periodo de soldados, aventureros y conatos de
libertad sexual era machista, no lo va a esconder convirtiendo al
protagonista en un héroe sin tacha. Tampoco es que vaya a
celebrarlo, porque lo primero que deja claro es que el
protagonista es un impresentable.
Pero ni tiene intención de maquillar la realidad, ni de ocultarnos
los rasgos más feos de la misma.
No
contento con esto, en el segundo número aprovecha una situación
incómoda en la que Clementine rechaza los afectos carnales de
Kauffman, y la indignación de este acaba volviéndose en un alegato
contra las mujeres. La época en la que se ambienta 'Where Monsters
Dwell' de Garth Ennis fue especialmente intensa en lo que a
reivindicación de los derechos de la mujer se refiere, y el escritor
da buena muestra de ello a través de un tira y afloja verbal, en el
que el Águila Fantasma de todo el manual
del perfecto gañán con
dos de sus salidas para que Clementine pase por el aro:
1) “¿Qué más dará si nadie se va a enterar?”, la privación subconsciente de decisión propia a la mujer: Si nadie está ahí para juzgarla, no debería existir razón física para que mantenga las piernas cerradas si a ti te apetece frungir con ella.
2) “Si sale mal, siempre puedes hacer un aborto de los que tenéis hoy”, escudarse tras un falso apoyo a los derechos ganados para volver a privarla de decisión: Si no está dispuesta a follar con él, es porque el miedo a quedarse embarazada, no porque quiera o no quiera.
Sobra
decir que ni estas ni ninguna otra le funciona. Lagartos gigantes y
mujeres avasalladoras, ¿en que clase de mundo extraño hemos caído?
Ennis tiene al protagonista en una situación perfecta para hundirlo
en el fango, pero en lugar de eso le brinda un soliloquio con el que
aborda la situación que vivieron todos aquellos soldados que dieron
su vida en el infierno de las trincheras de la Gran
Guerra, y que cuando por
fin pudieron dejar atrás aquella situación al borde de la muerte
para volver a casa, se la encontraron convertida en un lugar muy
distinto. Un lugar en el que no hubo los festejos de los honores de
fiesta perpetua con mujeres fáciles y alcohol sinfín que les
prometieron, fueron recibidos por mujeres ruidosas reclamando sus
derechos y la prohibición de la ley seca.
Preguntándose
si no queda ningún lugar en la Tierra donde un hombre pueda seguir
siendo un hombre, la tragedia de ese dinosaurio
de otra era
que arriesgó su vida sin encontrar más recompensa que quedar
completamente desubicado del resto del mundo es plasmada por un Garth
Ennis que ni se compadece ni acusa, sino que lo retrata como lo que
es: Una persona humana marcada por sus circunstancias, con todo lo
que conlleva.
Como
en todo '7 Días y 7 Noches'
que se precie, la tensión entre los dos protagonistas de 'Where
Monsters Dwell' prosigue en aumento mientras se enfrentan a retos
cada vez más extraños, siendo aprovechado por Ennis para abordar de
forma incisiva su particular conflicto de géneros. Kauffman
continua ladrando que detrás de las mujeres duras que hablan de
igualdad no hay más que fachada -de la que se viene abajo en cuanto
la situación se complica-, y Clementine se mantiene irreductible.
Una situación que perfectamente podría haber salido de la vida
real, y con la que el escritor ridiculiza al Águila Fantasma, pero
también retrata a su compañera como una manipuladora fría y
calculadora.
No
existe bien ni mal ni respuestas fáciles, sino individuos que
combinan diferentes proporciones de los primeros rasgos, mientras
Ennis aborda el sexismo como algo real que -nos guste o no- existe, y
que a la vez resulta tan mezquino como ridículo. Una constante en
una carrera en la que nunca ha tenido miedo para meter el dedo en la
llaga con historias tan demoledoras como 'Las
Viudas' o 'Los
Esclavistas', hasta
gamberradas como 'The Pro'. Porque si bien Ennis siempre ha dado
muestra de sentirse más apegado a sus protagonistas masculinos, eso
no le ha impedido componer personajes femeninos como su Jennifer
Blood, Kathryn O'Brian,
Starlight, Queen Maeve o las protagonistas de 'Stitched'.
Personajes
cuyo rasgo característico siempre ha sido que primero los
consideraba como tales, y después como mujeres. Siendo rara vez
cuando les ha hecho de menos o les ha otorgado ningún favoritismo
respecto a sus compañeros masculinos, si había que dar muestra de
heroísmo, Ennis nunca ha tenido miedo para ponerlas en primera
línea, como tampoco las ha dejado al margen con la sátira más
incendiaria o el puteamiento nuclear. Todos son iguales a los ojos de
Ennis, y aquí no se salva ni dios.
En
'Where Monsters Dwell' volvemos a tener ese Garth Ennis para una
historia que -si bien no es ni de lejos tan revolucionaria como sus
trabajos tan punteros-, continúa demostrando la garra y el buen
hacer de uno de los mejores guionistas del medio. Un honor que se ha
ganado no por sus filigranas metatextuales o porque haya
revolucionado la forma de escribir cómics de ninguna forma. Sino
porque es el único que se atreve a hablar de ciertas cosas como hay
que hacerlo, y lo hace siempre desde la facilidad de quien no conoce
impostura alguna. A Garth Ennis le sale así de natural.
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