Discípulos
fieles a los mandamientos de Grant
Morrison y Frank Quitely,
el primer número de 'E de
Extinción' de Chris
Burnham y Ramón Villalobos es a los 'Nuevos X-Men' de sus maestros,
algo parecido a lo que 'Jurassic World'
a 'Parque Jurásico'.
Sin más razón de ser que homenajear a la crucial etapa que el
escocés firmó para los mutantes, guionista y dibujante nos ofrecen
un festival continuo de referencias a aquel periplo de genes
sintéticos de diseño, conflicto transgeneracional, mutaciones
secundarias y trajes de motero con bandas negras y amarillas. Un
parque temático de 20 páginas en honor a la segunda etapa más
importante de los X-Men, en la que Burnham y Villalobos saben captar
todo aquello que la hizo grande.
lanteada
como un what if en el
que los eventos hubieran discurrido de forma diferente, la
revisitacón de uno de los momentos más memorables de la saga
original se transforma en una maliciosa sonrisa que sirve como
contundente arranque para la serie. Un disparo de salida perfecto a
partir del cual no deja de sonar la música de principios de siglo,
con garitos de moda para mutantes, recolectores de órganos y la
desafiante actitud de una juventud dispuesta a reclamar su lugar en
el mundo.
Sin
la bendición del fénix para Cíclope
y Emma Frost retomasen el
sueño de Charles Xavier, lo que nos encontramos es un mundo en el
que las nuevas generaciones de aquel abarrotado Instituto de Jóvenes
Prodigios se han convertido en los nuevos X-Men que rezara el título,
relegando a los originales al rol de reliquias obsoletas. La
entrañable ridiculez de un Scott Summers fofisano y una Emma Frost
de carnes flácidas queda patente desde el momento en que Ramón
Villalobos los introduce
en escena, con uniforme de los noventa y las bragas / corpiño del
Club Fuego Infernal. Aquellos que fueron los primeros heraldos del
Profesor X han sobrevivido a su utilidad, convirtiéndose en esas
figuras irrelevantes que alimentan la sorna condescendiente de los
más jóvenes en la que -tarde o temprano- nos convertiremos todos.
El
único que parece haberse amoldado a los tiempos es paradójicamente
un Magneto
reinventado como todo superviviente nato, para erigirse en mentor de
una nueva ola de X-Men de voces irientes, vidas sexuales hiperactivas
y una sofisticada apariencia que delata lo orgullosamente que
ostentan su condición de mutantes. Hasta el más feo de ellos (Pico,
para que nos vamos a andar con rodeos) luce con una estampa más
atractiva y rebosante de sex appeal que unos Cíclope y Emma que se
arrastran entre las sábanas de habitaciones grises mientras tratan
de lidiar con la impotencia mutante, o un Lobezno que es la mofa de
parroquianos de tugurios en los que las amenazas físicas se han
convertido en algo tan irreal como que alguien te desafíe a un duelo
en pleno siglo XXI.
Envolviéndolo
todo con una atmósfera de gravitas social, en donde los humanos
corrientes viven preocupados por el futuro de sus hijos en un mundo
predominantemente mutante y de nubes de esperma que traen oscuros
presagios de futuro, Chris
Burnham consigue hacer
gratificante algo que nadie pedía y que es completamente
innecesario. A pesar de no tener más interés que echar un vistazo a
como habría sido el universo Marvel si hubiera continuado la senda
de Morrison, 'E de Extinción' resulta francamente disfrutable, tanto
para aquellos que se perdieran el clásico de Morrison y Quitely y se
vean bombardeados por su febril tormenta de ideas, como para los que
la recordamos con cariño. Para estos últimos, el cosquilleo de
reencontrarse con el cáustico discurso de darwinismo social que
hiciera únicos a los 'Nuevos X-Men' bien merece la pena.
Para más opiniones echadle un ojo a la reseña del compañero Josa María Vicente, y para saber más de la fuente original siempre podéis tirar de los siguientes artículos de David Fernández, Juan Luis Daza y Adrian Esbilla.
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