Con
el estreno de 'Jurassic World',
todo hijo de vecina que creciera durante los ochenta-noventa se ha
vuelto loco con un festival de dinosaurios encabezado por el
Indouminus Rex. Un
nuevo dinosaurio 2.0 más letal, más grande, más
mejor y con más
disparatadas habilidades que rozan el territorio de SyFy. ¿Creado
por qué? Creado porque sí.
¿A
quien le importa la ética de la manipulación genética cuando
puedes crear una máquina de matar perfecta que se te desmadre y
convierta tu parque temático en una bacanal de sangre? El Loro Pulpo
no adorna la entrada de los laboratorios de InGen
porque sí.
Pero
si bien la mayoría de aficionados a la franquicia está preocupado
por el enorme disparate que supone el nuevo dinosaurio de 'Jurassic
World' y las cuestiones morales que acompañan el crear una bomba
genética que te estalle en la cara, a mi hay algo que me inquieta
mucho más: B.D. Wong. ¿Cómo puede ser posible que mientras
en la actualidad Sam Neill, Jeff Goldblum y Laura Dern luzcan como la
prueba viviente de que el tiempo no pasa en balde, el genetista de la
primera película de 'Parque Jurásico' parezca haber despertado en
una cámara de criostasis?
Han
pasado 23 años desde que John Hammond abriese su parque, y el actor
de 54 años parece estar igual. Así que menos preocuparse por las
cadenas de nucleótidos extra que pueda llevar en su ADN el Indominus
Rex, y más preguntar que experimentos está realizando InGen con los
actores de 'Jurassic World'.
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