Hubo
un tiempo en el que ser el portador del anillo esmeralda
equivalía a adentrarse en la oscuridad del espacio, para iluminar
con fulgor verde los rincones más lejanos del cosmos. Sin embargo,
la mitología de Green Lantern creció y creció, llegando al
punto de verse aplastada por su propio universo. Atrapado en el
laberinto de pasillos del terreno conocido, la burocracia de
despachos, formularios y cursos de prevención de riesgos laborales
con los que Hal Jordan tenía que lidiar para pilotar su caza
en Ferris Aircraft, no era muy diferentes a los trámites de
Guardianes confabuladores, rondas de patrulla galáctica y misiones
de pacificación estelar en su lista de tareas programadas en Oa.
También
tuvo su lado bueno, ya que pudimos disfrutar posando los pies en la
tierra por medio de uno de los Lanterns más humanos gracias al combo
Rayner y Winnick o de toda la épica del entramado de
entidades de color construido por Geoff Johns y sucesores.
Buenos tiempos, aun con sus más y sus menos. Sin embargo, tarde o
temprano llega el momento en el que las viejas fórmulas se agotan, y
hay que buscar nuevos horizontes que muchas veces conllevan volver a
los orígenes. Reducir el concepto a su idea básica, y comenzar a
trabajar a partir de ahí.
En
las puertas de la 'Convergencia' de DC Comics y el lanzamiento
de lo que podría considerarse la “Fase 2” de los Nuevos 52, el
'Green Lantern' de Robert Venditti y Billy Tan ha alcanzado
ese punto de inflexión con el que dar carpetazo al enfoque y
temáticas que han ocupado la franquicia de Linterna Verde durante
estos últimos años, para dar inicio a una nueva era que parece
querer apelar a unas raíces más simples en los orígenes del
personaje. Unas raíces marcadas por la ciencia ficción espacial y
el afán explorador, que de nuevo tendrán a Venditti y Tan como
arquitectos. Quien sabe si entre ambos conseguirán que volvamos a
sentir asombro ante la imagen del hombre surcando el vacío, sin más
compañía que el de un foco de perpetua luz verde.
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