Dentro de la infinidad de
sagas homenajeadas en la 'Secret Wars', a nivel estético
hemos visto prácticamente de todo. Lejos de la iconicidad inamovible
de los superhéroes más arquetípicos, la historia de Marvel
esta repleta de etapas en los que la editorial se ha plegado a las
modas vigentes, ya fuera con la efervescencia chic del vestido
unipieza de Jean Grey en los 60, o los X-Men salidos de 'Fama'
durante la etapa australiana. Desde la moda imperial de 'Dinastía de
M' a los superhéroes paramilitares de la 'Civil War', sin olvidar la
mini-serie de 'La Era de Apocalipsis' con Gerardo Sandoval más
Madureira que el propio Madureira, todas y cada una de las modas
estéticas de la historia del universo Marvel han sido abordadas
sin ningún tipo de tapujos en diferentes mini-series. Todas salvo
una.
Considerado
el cenit de los ochenta antes de que las hordas de Jim Lee y Rob
Liefeld causaran sus estragos de melenas al viento, bolsillos
interminables y fusiles hipertrofiados, 'Inferno' versionaba
libremente el clímax de 'Los Cazafantamas' para mezclar los
superhéroes con la sexualidad impía del cine de terror de los
ochenta. El resultado fue un festival demoniaco que dejaría entre
sus frutos el imperecedero uniforme de Madelyne Pryor, como
versión vampírico-satánica de la Nola Carveth de 'Cromosoma 3'.
Con
botas de cuero negro hasta la altura de la pantorrilla, una especie
de hábito andrajoso con cuello de cisne, la mitad de las tetas fuera
con un underboob que nunca habría pasado el filtro de Instagram y un
discreto trozo de trapo al viento tapando la entrada del Valhalla, el
diseño de Marc Silvestri pasaría a la historia como uno de
los fetiches más endiabladamente salvajes y provocadores que haya
dado el cómic mainstream de superhéroes. Ni toda la exposición de
carne gratuita de los noventa llegaría a superar nunca un traje que
-más que simple exhibicionismo- era sexualidad lasciva y demoniaca,
con una perversa pureza en su elegancia de lo obsceno como nunca se
había visto en el medio.
Que
ninguna de las apariciones posteriores del personaje se atreviese a
recuperarlo, dejaba bien claro que aquel uniforme más propio de los
interiores de un cómic de Conan que del género de superhéroes solo
podía haberse dado en un tiempo tan loco como fueron los ochenta.
Tan es así, que cuando volvió a reaparecer vestida para traer de
nuevo el Inferno a Nueva York en Secret Wars, la editorial no tardó
en sugerirle a Maddie que se cubriera esas partes por temor a
las reacciones. En pleno 2015, las dudas sobre lo que es una
representación discriminatoria, explotación gratuita del sexo o lo
adecuado nos asedian de tal forma, que terminamos prefiriendo evitar
los campos pedregosos, a penetrar decididamente en ellos en busca de
respuesta.
Tal
vez indirectamente ligado con la frenada por parte de Marvel, es
imposible leer el 'Inferno' de Dennis Hopeless y Javier
Garron sin tener la sensación de que guionista y dibujante han
tenido que mantener el pulso firma al borde del abimso, sin poder
apretar el acelerador tanto como les hubiera gustado. Siendo con toda
seguridad el mejor trabajo del dibujante español en el mercado
americano hasta la fecha, el delirio ochentero que compone junto con
el guionista de 'Vengadores Encubiertos' se erige como todo un
festival de criaturas infernales, parajes urbanos invadidos por una
cruenta feria del horror, Nathaniel Essex a lo 'Re-Animator' y torsos
desnudos en los que el metal se confunde entre carne, escamas,
pezuñas y protesis demoniacas.
Darkchilde y Rondador Nocturno
Con unos X-Men apocalípticos que parecen haber convertido el advenimiento de Sutter Cane en su propio páramo de 'Mad Max', pese a que la revisitación de 'Inferno' no termina de librarse de las cadenas de lo políticamente correcto para mostrarse como la pequeña joya que podría haber sido, si que supone una mini-serie enfermizamente disfrutable sin reparos para arrastrar todo aquello que se le pone por delante. Recomendable para cualquier nostálgico de la saga sin miedo a invertir un puñado de euros en una explotación tan descarada como sangrienta, la mini-serie concluye como un estimulante placer culpable repleto de bamfs xenomorfos, infantes cubiertos en metralla y un clifhanger que -ojala- tenga consecuencias para el universo Marvel que nos espera.
Nathaniel Essex y sus experimentos
Porque
lo que nos han ofrecido Garron y Hopeless con este infernal paraje de
farolas antropófagas, puertas dentadas e interminables hordas de
duendes y denomonios dispuestos a servir a su reina dominatrix o la
desnudez draconiana de Illyana Rasputin, ha sido demasiado
estimulante como para ahora dejarlo escapar.
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