domingo, 4 de octubre de 2015

Lo incomodo del Inferno


Dentro de la infinidad de sagas homenajeadas en la 'Secret Wars', a nivel estético hemos visto prácticamente de todo. Lejos de la iconicidad inamovible de los superhéroes más arquetípicos, la historia de Marvel esta repleta de etapas en los que la editorial se ha plegado a las modas vigentes, ya fuera con la efervescencia chic del vestido unipieza de Jean Grey en los 60, o los X-Men salidos de 'Fama' durante la etapa australiana. Desde la moda imperial de 'Dinastía de M' a los superhéroes paramilitares de la 'Civil War', sin olvidar la mini-serie de 'La Era de Apocalipsis' con Gerardo Sandoval más Madureira que el propio Madureira, todas y cada una de las modas estéticas de la historia del universo Marvel han sido abordadas sin ningún tipo de tapujos en diferentes mini-series. Todas salvo una.

Considerado el cenit de los ochenta antes de que las hordas de Jim Lee y Rob Liefeld causaran sus estragos de melenas al viento, bolsillos interminables y fusiles hipertrofiados, 'Inferno' versionaba libremente el clímax de 'Los Cazafantamas' para mezclar los superhéroes con la sexualidad impía del cine de terror de los ochenta. El resultado fue un festival demoniaco que dejaría entre sus frutos el imperecedero uniforme de Madelyne Pryor, como versión vampírico-satánica de la Nola Carveth de 'Cromosoma 3'.


Con botas de cuero negro hasta la altura de la pantorrilla, una especie de hábito andrajoso con cuello de cisne, la mitad de las tetas fuera con un underboob que nunca habría pasado el filtro de Instagram y un discreto trozo de trapo al viento tapando la entrada del Valhalla, el diseño de Marc Silvestri pasaría a la historia como uno de los fetiches más endiabladamente salvajes y provocadores que haya dado el cómic mainstream de superhéroes. Ni toda la exposición de carne gratuita de los noventa llegaría a superar nunca un traje que -más que simple exhibicionismo- era sexualidad lasciva y demoniaca, con una perversa pureza en su elegancia de lo obsceno como nunca se había visto en el medio.


Que ninguna de las apariciones posteriores del personaje se atreviese a recuperarlo, dejaba bien claro que aquel uniforme más propio de los interiores de un cómic de Conan que del género de superhéroes solo podía haberse dado en un tiempo tan loco como fueron los ochenta. Tan es así, que cuando volvió a reaparecer vestida para traer de nuevo el Inferno a Nueva York en Secret Wars, la editorial no tardó en sugerirle a Maddie que se cubriera esas partes por temor a las reacciones. En pleno 2015, las dudas sobre lo que es una representación discriminatoria, explotación gratuita del sexo o lo adecuado nos asedian de tal forma, que terminamos prefiriendo evitar los campos pedregosos, a penetrar decididamente en ellos en busca de respuesta.

La Reina Duende y su Concubino

Tal vez indirectamente ligado con la frenada por parte de Marvel, es imposible leer el 'Inferno' de Dennis Hopeless y Javier Garron sin tener la sensación de que guionista y dibujante han tenido que mantener el pulso firma al borde del abimso, sin poder apretar el acelerador tanto como les hubiera gustado. Siendo con toda seguridad el mejor trabajo del dibujante español en el mercado americano hasta la fecha, el delirio ochentero que compone junto con el guionista de 'Vengadores Encubiertos' se erige como todo un festival de criaturas infernales, parajes urbanos invadidos por una cruenta feria del horror, Nathaniel Essex a lo 'Re-Animator' y torsos desnudos en los que el metal se confunde entre carne, escamas, pezuñas y protesis demoniacas.

Darkchilde y Rondador Nocturno

Con unos X-Men apocalípticos que parecen haber convertido el advenimiento de Sutter Cane en su propio páramo de 'Mad Max', pese a que la revisitación de 'Inferno' no termina de librarse de las cadenas de lo políticamente correcto para mostrarse como la pequeña joya que podría haber sido, si que supone una mini-serie enfermizamente disfrutable sin reparos para arrastrar todo aquello que se le pone por delante. Recomendable para cualquier nostálgico de la saga sin miedo a invertir un puñado de euros en una explotación tan descarada como sangrienta, la mini-serie concluye como un estimulante placer culpable repleto de bamfs xenomorfos, infantes cubiertos en metralla y un clifhanger que -ojala- tenga consecuencias para el universo Marvel que nos espera.

Nathaniel Essex y sus experimentos

Porque lo que nos han ofrecido Garron y Hopeless con este infernal paraje de farolas antropófagas, puertas dentadas e interminables hordas de duendes y denomonios dispuestos a servir a su reina dominatrix o la desnudez draconiana de Illyana Rasputin, ha sido demasiado estimulante como para ahora dejarlo escapar.

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