Hubo
una época en la que la expresión que rezaba que una sola página
de un escritor podía dar para años de historias a manos de otros
guionistas estaba tan sobada, que de alguna manera terminó por
devaluarse. Habitual para referirse a obras de los grandes aladides
del ultracompressive storitelling como Grant Morrison o Warren Ellis,
pocos cómics recientes vas a encontrar que encarnen mejor esta idea
como el del último número de 'Asedio' de Kieron Gillen y Filipe
Andrade.
Siendo
probablemente la mini-serie tie-in más ligada a la trama central de
las 'Secret Wars' (aunque sigue siendo completamente
autoconclusiva y para nada imprescindible para disfrutar de la trama
de la saga central), Gillen lo ha utilizado para firmar un apoteósico
final de fiesta como homenaje a toda su andadura en Marvel Comics.
Despidiéndose por una temporada de la editorial, el guionista de
'SWORD', 'Viaje al Misterio' y 'Generación Hope' alcanza en el
último número de la mini-serie que describe como la versión
dramática de 'Nextwave' con el que puede ser uno de los más
apabullantes torrentes de ideas que el británico haya firmado en toda su carrera.
Solo tres cuadros de texto en una impresionante splash page firmada por Pepe Larraz, y ya te hace desear que su historia se hubiera prolongado durante dos o tres años. Tres cuadros de texto, y es todo lo que le basta para hacer que la épica haga retumbar nuestros cuerpos entre la última carga de Galact-USA El Gran Consumidor, la muerte del golem cardíaco Sota de Corazones ante la pérdida de presión arterial, la caida de los Soldados de Invierno a manos del Circo Estacional del Springmaster, la Sociedad Serpiente poniendo fin a su eterna disputa con los hombres lagarto para afrontar su última batalla o el auge y caída de la Chica Ardilla.
Balas
conceptuales disparadas con el arma de su prosa, de las que no
llegamos a ver ninguna representación gráfica, pero que entre
Fantastic Thors y la jauría de Kitty Prides defendiendo a
Lockheed hacen clamar al cielo por una versión extendida que ni
existe ni nunca existirá. Te echarémos de menos, Kieron Gillen. A
tí, y a toda tu locura conceptual.
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