Hace
escasos días, las redes se inundaron de enlaces a un artículo de
Arturo Pérez Reverte bajo el título de 'Los Godos del
Emperador Valente'. Como buena parte de lo que viene del periodista,
académico, escritor y corresponsal de guerra -ya es más vida de la
que yo podré sumar en cuatro-, tenía grandes ideas como esa
necesidad de formar a gente que pelee por lo que cree. Los corderos
etiquetados de carnes blandas a los que guiar mansamente al matadero
son carne para hoy hambruna para mañana, en manos de gente a la que
ni siquiera le importa el mañana. Pero por otro lado, no podía
dejar de tener la impresión de estar ante un alegato del llamamiento
a filas y recelo ante el enemigo de fuera.
El
clásico de los clásicos. La voz de alarma contra la siempre temida
segunda oleada que provoque la caída de Roma. Da igual que
históricamente sean más los imperios que se han venido abajo por la
decadencia interna que por los lobos que acechan sus frontera:
Tenemos tan grabado ese temor en los adentros, que basta gritar
“¡Invasión!” para ponernos en estado de alarma
ante el extranjero que llega para robarnos el trabajo, dinamitar
nuestra forma de vida y ultrajar a nuestros hogares y familia. Y
aunque sería de necios ignorar que estamos en un constante estado
de guerra en el que la perpetuación de nuestros ideas liberales
no surge de la inercia -sino que depende integramente de lo que
seamos capaces de luchar por ellos-, que el miedo desesperado nos
empuje a relegarnos a ser alambre de espino en defensa de los
causantes originales del problema se me antoja una postura mediocre
propia de gente mediocre.
Que
cada uno valore ya con su conciencia la necesidad de aferrarse al
clavo ardiendo o el pensar que tras miles de años de civilización
deberíamos aspirar a más. Aquí podéis encontrar el texto de Pérez
Reverte para que cada uno extraiga sus conclusiones como todo buen
artículo de opinión que se salga del terreno de lo cómodo. El caso
es que -casualidades de la vida- el escrito llegó a mis manos poco
antes de leer el cuarto número de 'Prez' de Mark Russell. Con
Dominike 'Domo' Stanton acompañándole a los lápices, la feroz
sátira de la política estadounidense publicada por DC Comics
continua arrasando todo a su paso, entre referencias a guerras entre
redes sociales con millones de muertos de por medio o internamientos
vitalicios en Guantánamo para los terroristas informativos que
manchen la imagen del estado dando noticia sobre sus víctimas
colaterales.
La fuerza en las armas
Pero
lo que verdaderamente tiene relevancia en lo que a este tema
respecta, es la discusión respecto al presupuesto armamentístico de
la nación que tiene lugar entre el Senador Thorn y el Secretario del
Estado de ideales alternativos. Con el primero proclamando la
necesidad de un líder fuerte y una inversión generosa en defensa
para dar seguridad a la nación y mantener a los enemigos a raya, es
el segundo quien compara la continua escalada bélica como una
espiral sin fin. Una en la que la única consecuencia relevante de la
I Guerra Mundial fue plantar las semillas de la hegemonía
nazi en Alemania, la creación de la bomba atómica en la II
Guerra Mundial y la aparición del ISIS en lo que atañe a
la invasión de Iraq.
La danza de las hormigas
Tras
esto, el Secretario del Estado expone como la humanidad nunca se ha
sentido cómoda en lo alto de la cadena alimenticia, y la necesidad
histórica de crear un depredador alfa con el que matarnos entre
nosotros desde que dejamos de temer al tigre que merodeaba la
caverna. La cuestión entre las diferentes visiones expuestas por
'Prez' y Arturo Pérez Reverte, es si ese miedo es el que nos empuja
a luchar y nos mantiene fuertes como se transmite de la arenga del
autor de 'Territorio Comanche' o por el contrario los que nos
mata lenta y progresivamente impidiéndonos prosperar como especie.
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