Hay cuatro etapas clave
en los cincuenta años de historia del diablo de la Cocina del
Infierno. No es que no haya nada más lecturas recomendables más
allá de estas cuatro. Las hay y no son pocas. Pero son estas cuatro
las que definen su evolución como personaje, y todo el que toma la
alternativa con el billy club de Matt Murdock debe tenerlas
muy presentes si aspira a dejar huella en la tormentosa vida de
Daredevil.
Siendo la primera sin
lugar de duda la de Stan Lee -sobre todo en compañía de Gene Colan-, aunque crear al
personaje y la mayor parte de su entorno da muchos puntos, no es que
ninguno de sus sucesores directos lograra despegarse de su sombra
para hacer progresar la mitología del cuernecitos. Roy Thomas, Gerry
Conway, Marv Wolfman, Jim Shooter... La práctica totalidad de los
editores de la Marvel de los setenta y ochenta aportaron sus guiones
a Daredevil -con la participación de Steve Gerber y Tony Isabella-,
intentando desde reivindicarlo como héroe pulp y emparejarlo con La
Viuda Negra en San Francisco, hasta aproximarlo a lo cómics de
horror.
El Daredevil de Stan Lee y Gene Colan
Fue con esta última
intentoa a cargo de Roger McKenzie con la que se produciría la
llegada de Frank Miller, y Daredevil al fin consiguió la
reinvención que tanto necesitaba. Desbancando a McKenzie de la
colección para convertirse en autor completo, Miller hizo del hombre
sin miedo el héroe de acción definitivo del cómic de los ochenta.
Usando todo lo aprendido entre el cine de vigilantes urbanos del
policíaco de los setenta y el género de artes marciales, fue con
Frank Miller con quien Daredevil se erigiría como el irreductible
Zatoichi que ha pasado a la
posteridad. El tono sucio y oscuro de su etapa perduraría durante
más de 15 años, con Dennis O'Neil, Ann Nocenti, D.G. Chichester y
J.M. DeMatteis siguiendo su estela con mayor o menor fortuna.
La
etapa de Miller cambió por completo la imagen de un personaje que a
punto estuvo de ser cancelado, y que con su contribución pasaría a
ser uno de los principales creadores de tendencias en el cómic de
los ochenta y noventa. Sin embargo, la magia del creador de 'Sin
City' comenzó a evaporarse en manos de su sucesores, y Marvel
decidió apostar por un tono más ligero con autores como Karl Kesel,
Joe Kelly o Scott Lobdell. No cuajó.
El Daredevil de Frank Miller
Sin
mucha idea de que hacer con el personaje, la editorial de Bob Harras
decidió incluir su serie en el lote de colecciones a cargo de los
editores de Event Comics Joe Quesada y Jimmy Palmiotti, iniciando la
que se convertiría en su tercera etapa más importante junto a la de
Stan Lee y Frank Miller: La etapa Marvel
Knights. Iniciada con un
arranque fulgurante con los ocho números de Kevin Smith, tuvo
problemas para encontrar la estabilidad tras su marcha -a pesar de
las contribuciones de David Mack y Bob Gale- no siendo hasta la
llegada de Brian Michael
Bendis cuando por fin
volvió a agarrarse fuerte a lo más alto.
Curtido
en el género negro y con Alex
Maleev a los lápices,
Bendis bebió de éxitos televisivos como 'Los Soprano' o 'The Wire'
para componer al Daredevil del siglo XXI que veríamos en la serie
coproducida por Netflix y Marvel Studios. Un Daredevil que se
prolongaría con Ed Brubaker, David Hine y Andy Diggle, perdurando 13
años en los que se vería reforzando como uno de los principales
personajes de culto de Marvel Comics, y alcanzaría su fin con el
evento 'Reino de Sombras' y los epílogos 'Daredevil: Reborn' y
'Daredevil: El Fin de los Días'.
El Daredevil de Bendis y Maleev
Tras
su final, el editor Stephen Wacker se arriesgaría con un cambio
radical en el título, reclutando al guionista Mark
Waid para desmarcarse
completamente de las penumbras de Miller y la seriedad de Bendis.
Reiventando a Daredevil como un moderno Errol Flynt que abordaba con
temerario descaro los más impensables retos, la etapa lanzada dentro
de la iniciativa 'Big Shots' abordaría una línea similar a lo que
Waid venía haciendo con Rocketeer en 'Boom!'. Con todo una dream
team de artistas formado por Marcos Martin, Paolo Rivera y Chris
Samnee para potenciar la sinergia entre guionista y dibujante,
Daredevil se convirtió en pilar de una nueva ola que buscaba
recuperar el espíritu de la edad dorada del cómic.
Superhéroes
de líneas claras y nitidez en guión y dibujo, pero que a la vez no
renunciaba al aspecto trágico de un personaje lleno de contrastes.
Una aproximación no muy diferente a la que usaran Paul Dini y Bruce
Timm para convertir su Batman en una leyenda de la animación
televisiva, y que derivó en una nueva tendencia a la que se
contribuirían otras series tan exitosas como el Ojo de Halcón de
Matt Fraction y David Aja o la Wonder Woman de Brian Azzarello y
Cliff Chiang. Tras cuatro años a cargo de la serie y más de medio
centenar de números que lo suman al trío de guionistas que durante
más tiempo han escrito al personaje (junto a Ann Nocenti y Brian
Michael Bendis), Mark Waid ha puesto fin recientemente a su etapa,
cediendo el testigo a un Charles Soule que parece buscar la línea
de Frank Miller.
El Daredevil de Waid y Samnee
Pero
antes de que esto suceda, el guionista ha sido galardonado hace unas
horas con un premio Harvey
por la contribución que ha ofrecido su serie, tanto para el
personaje como para el cómic de superhéroes en general. Un
reconocimiento sobradamente merecido, pero solo llega a cubrir una
minúscula parte de la trascendencia de la etapa. Una etapa que a
pesar de contar con el beneplácito de la crítica y el lector
especializado, inexplicablemente ha pasado bastante desapercibida
para el lector habitual. La gente parece tener consciencia de que el
Daredevil de Waid y Samnee es buena, sí. Pero tampoco dan la
impresión de haberla seguido con el ansia entusiasta que todo must
have se merece, no sea que se les pegase algo.
Aun
así, y dejando de lado esa maldición que persigue a todas esas
grandes obras más asiduas a la categoría de obra de culto que de
mega hit mediático, llevarse un premio Harvey a mejor guionista para
Mark Waid de los cuatro a los que optaba no es algo de lo que puedan
presumir muchas series. Atrás se han quedado los de Chris Samnee
como mejor dibujante y portadista, así como el de mejor serie
regular (los tres para 'SAGA' y Fiona Staples como podéis ver aquí).
Sin embargo, la labor de Waid como responsable ideológico de esta
etapa de cuatro años no podía ser ignorado, como tampoco que haya
logrado reimaginar de manera radical a un personaje tan dependiente
de la sombra de Frank Miller como Daredevil y salir airosos. Más
allá de los galardones, el verdadero triunfo del Daredevil
de Mark Waid está en la
impronta dejada a lo largo de los ocho tomos que forman la colección
y el recuerdo inolvidable en la memoria de todos los que han
disfrutado de su etapa.
El adió de Waid
Consiguiendo
lo que parecía improbable con el bon vivant
a prueba de bombas perfilado en su etapa, el guionista forma parte ya
de la Historia más selecta de Daredevil. De la misma forma que
ocurriera antes con Lee, Miller o Bendis, cualquiera que venga ahora
siempre tendrá que sumarse a la pregunta: ¿Seré capaz de igualar a
Mark Waid?
Gran artículo! Normalmente a estas cuatro etapas se les suele añadir la de Ann Nocenti, pero personalmente no me parece a la altura de éstas, es cierto que tiene varios cómics buenos pero a mi parecer no consiguió darle continuidad a dicha calidad ni la trascendencia necesaria para suplir a Miller.
ResponderEliminarUn saludo!
Sí, desde luego tanto la andadura de Nocenti como varias de las otras (como pudieron ser los intentos de Conway), merecen su reconocimiento porque tampoco le faltan cualidades. Pero como también señalas estarían justo un peldaño por debajo siendo más "continuistas" -con sus diferencias y demás- de la línea de sus predecesores que verdaderas revoluciones para la imagen del personaje como fueron tanto la etapa de su creación como las otras tres citadas. Saludos
Eliminar