Pasar
buena parte del día de ayer fuera de casa me impidió sumarme al
ritual de lamento de las redes por la perdida de Muhammad
Ali. Tampoco es que puede
decir que haya sido un gran seguidor de la carrera deportiva del
púgil de 74 nacido como Casius Clay, pero como aficionado a la
Historia y el cine no puedo evitar profesarle ese respeto de tener un
mínimo de consciencia de la relevancia de su figura dentro del
devenir del último siglo.
Fuertemente
ligado a la memoria colectiva reciente de la sociedad actual, de
todas las aproximaciones realizadas a su persona desde la cultura
popular, ninguna me cautiva tanto como el la película que le
dedicase Michael Man
bajo el título de Ali.
Interpretado por Will Smith en uno de los mejores papeles de su
carrera, la película de Mann era mucho más que un biopic,
centrándose en un periodo muy concreto de la vida del boxeador para
reflejar un periodo de cambio en el que el carácter indómito de
Muhammad Ali se extendió más allá del ring.
En
su recuerdo como persona, deportista y -especialmente- figura
reivindicativa que se convirtió en un ancla para una importantísima
parte de nuestra sociedad, quizás no sea el momento para revisarla
en honor a este incansable luchador al que la vida se ha llevado
ahora, quitándonos de paso un trozo de nuestra historia reciente.
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