Hay una idea que uno se
ve obligado a interiorizar cuando reside en una zona de montaña, y
es que el camino más adecuado entre dos puntos rara vez es la línea
recta. Da igual que sea la Cordillera Penibética o las colinas de
Hollywood: O cuentas un vehículo con la tracción de Spider-Man o
más te vale tener paciencia para lidiar con las incontables vueltas
y vueltas, curva de 180º tras curva de 180º que has de recorrer
cada día para llegar hasta tu casa o centro de trabajo, invirtiendo
una demencial cantidad de tiempo en comparación con los que viven en
zonas llanas. La idea de pisar el acelerador para satisfacer esa
fantasía de velocidad que nos hace pensar que vamos a llegar antes,
por lo que más te vale tomártelo con filosofía y tratar de
disfrutar de los paisajes que estás condenado a repetir hasta el fin
de los tiempos, a menos que tengas algún tipo de prisa por mudarte
al otro barrio.
A veces es tentador tomar
un atajo, sí. Pero en la mayoría de las ocasiones estos incluyen
despeñarse por una loma con dolorosas consecuencias, por mucho que
alguna ocasión que otra te guíen hasta destino buscado. A menos que
seas un profeta con poder para mover montañas, o sería muy sensato
que te adaptases al terreno, porque él desde luego no se va a
adaptar a ti.
Lo de Black con los niños repelentes va más allá de Disney
Tercera película como
director de Shane Black, esta idea expuesta en la redundancia
-tan redundante como las interminables carreteras que serpentean por
las laderas que coronan la ciudad de Los Angeles- que da título al
post está muy presente en Dos Buenos Tipos (The Nice Guys).
Protagonizada por un solido Russell Crowe y un Ryan Gosling a medio
camino entre cumplir y el exceso, la película tampoco aporta nada
realmente nuevo si ya te conoces los territorios habituales del
director de Kiss Kiss Bang Bang e Iron Man 3 y ya has visto Puro
Vicio.
Pero -eh- ahí tenemos a
la cartelera bombardeándonos con un Amanecer de la Justicia, Civil
War, Apocalipsis o Warcraft semana tras semana, por lo que tampoco
nos vamos a rasgar ahora las vestiduras porque un film tenga
elementos que recuerden a otros de hace dos o más años, o sea la
versión Arma Letal de la
última de Paul Thomas Anderson. Sobre todo cuando viene
acompañado con esa habilidad tan única para romper moldes del
director, quien vuelve a hilar tan fino que te pasas media película
entre las carcajadas ante detalles como esa actriz porno como broma viviente a costa de la obra de Tolkien y la cara de estupefacción de
tratar de procesar la información para pillar otras como la de la
tobillera.
Con el extra de todo un plantel de personajes carismáticos
que van desde la hija del personaje de Gosling -mucho futuro el que
le espera a Angourie Rice si sabe cuidar su carrera tras su papel
como Sophie de este par de
atolondrados impresentables- hasta las amigas de esta (descacharrante
la escena de la bolera), como la vida, Dos Buenos Tipos da muchas
vueltas hasta llegar a una conclusión relativamente simple. Para
disfrutarla, acudir con ansias de encontrarse con la película del
año quizás no sea tan oportuno como si te acomodas plácidamente en
la butaca, mientras te dejas conducir con un botella de güisqui
barato escondido en una bolsa de papel. Ya habrá tiempo de quitarse
al salir de la sala. O no.
Lectura recomendada, la crítica de Pedro de Mercader para Making E-Zine. Y para terminar, música:
Lectura recomendada, la crítica de Pedro de Mercader para Making E-Zine. Y para terminar, música:
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