En 1988, el director John
McTiernan convenció a Bruce Willis para viajar a Los Angeles,
con la intención de reunirse con su esposa y celebrar la Navidad en
el Nakatomi Plaza. Iba a ser una velada tranquila, pero en su lugar
fue una encerrona en la que McTiernan introdujo a 13 terroristas en
el edificio, cerrando las puertas a cal y canto para que Willis se
las tuviera que ingeniar para liberar a los rehénes sin más ayuda
que la de... Nada. Además de estar completamente desarmado, el
protagonista de El Último Boy Scout fue sorprendido en camiseta y
sin zapatos, encontrándose en una situación mucho más que precaria
desde la que hacer frente a los despiadados asaltantes equipados con
armas automáticas.
Casi treinta años
después, La Jungla de Cristal sigue siendo uno de los mayores
referentes del cine de acción, y posiblemente la mejor película que
haya dado el género dentro de su definición contemporánea. Piedra
angular sobre la que se apoya el mito de John McClane, son
tantos los detalles que hacen grande la película de John McTiernan,
que cualquier cineasta que aspirase a dejar un mínimo de huella en
el género, más que verla debería estudiarla una y otra vez hasta
conocerla de memoria.
Si hubiera que elegir uno
solo acierto de la película, puede que el que más me fascine sea la
perdida de los zapatos. Algo que a priori podría parecer nimio, pero
a lo que el director de La Jungla de Cristal saca un gran partido a
lo largo de la cinta. Como la Kryptonita para Superman o el color
amarillo para Green Lantern, es este el punto débil que nos recuerda
constantemente que a pesar de sus habilidad en el combate y su
bravuconería, McClane sigue siendo una persona real tan vulnerable
como cualquiera de nosotros.
Aspecto vital a la hora
de identificarnos con él y sufrir cada magulladura, caída o
caminata sobre cristales rotos -cualquiera al que se le hayan quemado
los pies o haya tenido que hacer una larga caminata con calzado
inapropiado sabra lo insoportablemente molesto que puede llegar a
ser-, soy incapaz de recordar ninguna obra de las últimas tres
décadas que haya sabido aprovechar tan brillantemente bien la
limitación de un protagonista como hicieron con John McClane en
La Jungla de Cristal. Hasta ahora.
Una serie con mucho bombo
Si la idea de la mujer
como “sexo débil” ya era un prejuicio prácticamente
errádicado gracias a estudios que sostenían como sus organismos
están mejor preparados para soportar el dolor que los nuestros -y
que los hombres deberíamos dar gracias por no tener que pasar por el
trauma de un parto-, el guionista de cómics Dennis Hopeless
ha tenido una de las ideas más geniales del cómic de superhéroes
al convertir a una embarazada Spiderwoman en su propia John
McClane. Obligada a tomarse con más calma sus carrera como
investigadora privada y heroína mientras lidia con los
inconvenientes de su estado, Jessica Drew se ve atrapada en una
situación de máximo riesgo cuando viaja a una clínica onstétrica
intergaláctica -cortesía de Carol Danvers- para que la asistan en
sus últimos meses de gestación.
Algo que si ya puede ser
incómodo de por sí para alguien no demasiado acostumbrada a lidiar
con entornos alienígenas, se convierte en una lucha a la desesperada
cuando el hospital es tomado por la fuerza y bloqueado de cualquier
contacto externo. Para colmo a manos de un pelotón de skrulls. Que
los reptilianos multiformes no estén allí en busca de Spiderwoman
es lo de menos cuando ella sen convierter en la última esperanza
para el resto de las internas e internos, teniendo que lidiar con el
handicap extra que supone no encontrarse en las mejores condiciones
físicas y tener que guardar un especial cuidado por su integridad
física si quiere velar por la de su hijo no-nato.
Javier Rodríguez desatado
Ahora bien, nada de esto
tendría demasiada importancia si el equipo creativo de
Spiderwoman no supiera aprovechar la situación. Pero la realidad
es que no solo lo hacen, sino que lo hacen de una forma increíble,
mostrando una gran documentación respecto a los problemas derivados
del estado de gestación -al parecer, la historia partió de la
experiencia de guionista y dibujante con sus respectivas parejas- con
Javier Rodríguez brindándo una colección de páginas de las
que dejan sin habla. El resultado es un arco de cuatro números que
se postula muy fuerte para estar entre lo mejor de esta primera
oleada del All-New All-Different Marvel (muy difícil se lo
acaban de poner al resto), repleto de humor, imaginación, ingenio,
una muy reivindicable sensibilidad a la hora de abordar el embarazo,
secuencias de acción brillantemente desarrolladas y algunos guiños
-Wally incluido- para los que solo cabe el aplauso.
Tampoco le faltan sus
fantasmadas como todo buen actioner desmadrado, surgiendo voces
críticas cuestionando el que una mujer embarazada pueda llevar a
cabo algunas de las gestas que Jessica Drew realiza en el último
número. Y aunque no voy a ser yo quien quite validez a sus
protestas, si que creo oportuno plantearnos que no haya sido hasta
que una mujer en estado haya entrado en la ecuación que nos hayamos
empezado a plantear cosas que con Spider-Man o John McClane las
asumimos como parte de el encanto del género.
Don't fuck with Jessica Drew
La
cuestión es que para quien todavía buscase una heredera
perfecta de La Jungla de Cristal, que deje
de hacerlo en el cine porque su protagonista se llama Jessica Drew.
¿Que a Bruce Willis le han pillado sin zapatos? Un aficionado al
lado de Spiderwoman. Reivindicando el we can do it a través
de la mujer embarazada como encarnación del superhombre -o de la
supermujer en esta caso-, la saga probablemente tenga también el
honor de ser la primera historia Marvel en la que una superheroína
de las primeras ligas aparece dando el pecho a su retoño, así como
de hacer buena mofa a costa de las teorías que apuntaban a que el
hijo de la Drew era de Carol Danvers.
Quizás no podamos hablar
de ningún Watchmen ni otras obras de gran trascendencia que
nos hagan elevar el hype demasiado alto. Pero en lo que respecta a
sagas con acción superlativa con una imaginería visual digna del
mismo Moebius, pocas se me ocurren tan logradas y tan capaces de
crear un trasfondo que importe como la que nos han ofrecido aquí
Dennis Hopeless y Javier Rodríguez.
Pequeño SPOILER del final
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