¿Cómo de dueños somos
realmente de los cambios que experimentamos a lo largo de nuestra
vida? ¿Alguna vez habéis mirado atrás y os ha costado relacionar a
la persona que eráis entonces con quienes sois ahora? ¿Os habéis
sentido alguna vez como si contemplaseis a una suerte de crash-dummie
vacío guiado por una inercia desconocida cuando contempáis a ese
yo-pasado sin entender algunas de las decisiones que tomastéis en
vuestra vida? ¿Cómo ha afectado esta indescifrable yo que ya no
está en vuestro presente? Hace unos días realizaba un exhaustivo -y
demasiado farragoso para lo que me habría gustado- análisis delprimer número de Cry Havoc, la nueva serie de Simon
Spurrier para Image Comics. Leída la segunda entrega, no tengo
la menor idea de a donde pretende llevarnos el guionista, pero el
relato que está construyendo se presenta como un entramado tan
complejo, tan desquiciadamente planificado hasta los más enfermizos
detalles y tan perturbadoramente extraño que creo que ya estoy
atrapado.
Como una planta
atrapamoscas en la que mientras más profundo te adentras menos
posibilidad hay de volver atrás, el británico no engañaba a nadie
cuando afirmaba algo similar a “Esta no es la historia de una
mujer lobo lesbiana que es enviada a la guerra, pero podría decirse
que comienza así”, en solo dos números me siento como si
hubiera saltado a una piscina pensando que apenas supera el metro y
medio, para encontrarme que ya me ha cubierto por varios palmos la
cabeza y aun así no deja de profundirzas. Incluso hablar de
“reinvención del mito de los hombres lobo” como hiciera
en la reseña se ha quedado ridículamente insuficiente, para una
historia que del terror psicológico urbano y los relatos de guerra
con monstruos acaba de saltar al territorio de The Unwritten,
y cuya última página... ni siquiera se si quiero interpretar.
Entre brutales
desmembramientos, pollas con olor a queso, palabras que fluctúan
como mucho más que meras combinaciones de letras, pennangalans,
complejos onanistas y otros gatos muertos, es la escena en el Lugar
Rojo la que probablemente haya trastocado todo lo que ya daba por
asumido, forzándome a fruncir el ceño en busca de cualquier nueva
pista con la que comprender hacia dónde me nos está llevando
Simon Spurrier. Una incertidumbre más adictiva que disuasoria dado lo
meticulosamente que parece haberlo planeado el escritor todo, y en la
que sigue invitándonos a formar parte de las cuestiones a las que se
enfrenta una protagonista tan perdida como nosotros.
Mejor mantener las
nueronas bien activas al adentrarse en este territorio de guerra, ya
que todo gira en gran parte alrededor de la idea y de la capacidad de
nuestras mentes para generarlas como pensamiento independiente. ¿Cómo
de independiente? Quizás no mucho más que la capacidad del agua
para generar ondas circulares cuando lanzan una piedra en ella. Qué
tiene esto que ver con los hombres lobos, una protagonista que ha
pasado de llevar una no-vida tranquila en Londres a verse alistada en
un comando de operaciones en territorio muyahidín es parte de esta
extraña y fascinantemente absorbente historia que ya me tiene entre
sus garras.
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