Sí hace unos días le
comentaba con otro viejo parroquiano de estos mundos digitales como
'Vertigo, De Entre los Muertos' de Alfred Hitchcock debe ser
una de las películas más veces homenajeada / referenciada /
plagiada / fusilada de la historia del cine, hoy me encuentro en uno
de los especiales cinéfagos de la dos una película de Carlos Saura
que es prácticamente un remake del clásico del director de
'Psicosis'. Aquí no hay detectives, ya que estamos en España y esas
cosas son un poco de ciencia ficción, ocupando el lugar de James
Stewart un perturbador Jose Luis López Vázquez en la piel de
un profesional médico del campo del radiodiagnóstico en la ciudad
de Cuenca. De cuando las consultas se encontraban en residencias
privadadas de lo que hoy son zulos de naftalina y olor a muerto
escavados en bloques de pisos centenarios.
Pero lo que si ahí -al
igual que en la película de Hitchcock- es una doble mujer fatal
interpretada por una Geraldine Chaplin que me ha hecho tener
que consultar la ficha técnica de 'Peppermint Frappé' para
asegurarme de que eran la misma persona. Trabajo conseguido. Como
ocurriera con el personaje de Kim Novak en 'Vertigo', la Elena /
Ana interpretada por la hija de Charlot es la trampa mediante la
cual el Julián de López Vazquez se ve arrastrado por sus demonios
personales, de nuevo ataviados con sudarios de pasiones reprimidas,
cordialidad fingida y una intoxicante bruma de muerte que lo envuelve
todo.
Sin embargo, no hay
rastro en 'Peppermint Frappé' ni de tramas monetarias ni de extrañas
afecciones melancólicas empujando a los abismos, sino una enfermiza,
punzante y enervantemente abrasiva convivencia entre dos mundos, en
donde lo nuevo y lo viejo se dan la mano a través de un caserón de
la alta burguesía. De los de antes. De esos que con el tiempo se han
ido descuidando, con estancias limitrofes repletas de recuerdos
ajados, mientras la naturaleza se abre paso entre esquéleticos
árboles y mantos de hojas secas que se introducen por rincones ya
olvidados.
Allí llegan Pablo y su
esposa Elena, el hombre de negocios que ha visto mundo junto a la
efervescente extranjera de actitud extrovertida y burbujas de amor
sin ataduras flotando entre sus cabellos. A la espera un viejo amigo
que ha dedicado su vida entera para el pueblo, con la frialdad formal
y mecánica de un profesional de la medicina. Todo son juegos,
fiestas y risas hasta que dejan de serlo, en un cocktail que incluye
a una sumisa auxiliar de rayos, tamboriladas tradicionales, recuerdos
imposibles incrustados en la mente y la dilución de la personalidad
entre otras pasiones soterradas bajo el manto de las apariencias. Una
mezcla explosiva con olor a ruina, y en la que -por supuesto- no
puede faltar un cuadro.
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