Nunca pensé que fuera
posible. Eras la chica de moda, y cuando llegaste todo el mundo
hablaba de tu pelo y como lucían los implantes en el traje ajustado.
Para mi sin embargo solo eras una cara bonita. Un adorno en mitad de
página que rara vez aportaba algo que no fuera servir de vehículo
para las historias de otros. Hasta cuando te brindaron la oportunidad
de lucirte por ti misma, lo único que supiste ofrecer fueron
llantos, amenazas de suicidio y lamentarte por una vida que no era
más jodida que cualquiera de los demás. No me culpes si la que me
llamó la atención fue tu amiga Carol: No tengo ninguna fijación
especial por las rubias, pero ella era La Mujer, y desde que
se reinventó era imposible resistirse a la pasión con la que
afrontaba la vida.
Pero entonces llegó tu
nueva serie acompañada por Dennis Hopeless. De nuevo volvías
a quejarte de todo y encima aquel Greg Land no animaba a
acercarse a vosotros. Pero resulta que por algún motivo -'Spider
Verse', tampoco te voy a engañar- lo hice, y lo que encontré fue
una Spider-Woman muy distinta. Una que al fin demostraba
actitud, y que con aquella renuncia de los Vengadores ponía fin a
una etapa para empezar a labrarse su propio camino. Bienvenida al
siglo XXI.
Intrigado por esta
emancipación repentina, decidí volver a por más, aun sabiendo que
con Spider Gwen y Seda no lo tenías nada fácil. Más jóvenes, a la
moda con las tendencias, cargadas por la energía de la novedad y con
la personalidad gráfica del dibujo de Robbi Rodriguez y Stacey Lee,
eran las nuevas chicas cool del barrio, y necesitabas un revulsivo
para que no fueran ellas las que acaparasen la atención.
¿Estrenar modelito
nuevo? Básico, sí. Pero también hay que reconocer que fue
innegablemente efectivo, y que los lápices de Javier Rodríguez
eran justo lo que necesitabas para lucir tan radiante como llevaras
años sin hacerlo. Nada de aquello hubiera servido de nada si
continuases siendo un personaje hueco, pero resulta que Hopeless no
solo sabía exactamente lo que había que hacer contigo, sino que
tenía una historia. Una muy buena. Una que se movía por derroteros
similares a los de 'Ant-Man' o 'Enemigos Superiores de Spider-Man', y
que bebía directamente de 'Alias' y 'Las Viudas' de Garth Ennis.
Solo hizo falta un cómic
para que fuera amor a primera vista, y aunque el segundo apaciguo
algo el entusiasmo, esta tercera entrega del segundo arco argumental
de Spider Woman es la consagración de una serie que está amenazando
con convertirse en una de mis favoritas de la actualidad. Reúne a un
artista que convierte cada página en una delicia visual y un
guionista que sabe entender a su personaje con un puñado de
secundarios con carisma, personajes sacados de los estratos más
bajos de la editorial y una trama con gancho y solo necesitaba una
protagonista con chispa en la mirada y carácter en los puños para
que aquello funcionase.
Y allí estabas tú, la
Spider Woman de treinta y algo con vida personal desastrosa y
desafiante temeridad como forma de vida. Ya no eras solo una cara
bonita ni la Jennifer Aniston mona e insoportablemente anodina
de Los Vengadores, sino que habías florecido para dejar claro tu
sitio como auténtica y genuina mujer araña. Una capaz de jugarse el
cuello estúpidamente por gente a la que ni siquiera conoce y con un
olfato único para meterse en problemas ajenos. Una que no pierde de
vista a las pequeñas cosas de la vida -es más, tiende a distraerse
con ellas- y devuelve a Jessica Drew a su forma de superheroína más
básica y pura. La de mujer cosmopolita anónima con los pies sobre
el asfalto y sensual sin forzarlo, siempre cargada de energías y el ímpetu por inmiscuirse
en las vicisitudes del prójimo.
Eso, y todo lo que ya había, porque -a riesgo de parecer un figurante de la 'Imbatible Chica Ardilla'- el manejo de la anatomía de Rodríguez y esos abdominales difícilmente se olvidan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario