Hace cuatro meses, Marvel
Comics publicaba el primer número de los All-New
All-Different Vengadores -toma splanglish by the face- de Mark
Waid, donde en una de sus escenas de apertura el nuevo Capitán
América Sam Wilson se enfrentaba a un difícil dilema ante las
despiadas fauces de la mediatizada sociedad actual. Cuestionado por
la opinión pública como esa otra américa de la que hablase
Peter Milligan aquel brillante enfrentamiento entre Steve Rogers y El
Anarquista en sus X-Statix, el antaño Halcón se encontraba rodeado
por un variopinto grupo de girls scouts, mientras los dispositivos
móviles de todos los presentes le apuntaban con sonrisa maliciosa.
Contemplándolas como si
tuviera ante sí un nudo gordiano de imposible resolución, mientras
todas y cada una de ellas le pedía que le comprará a ella las
galletas -desde la girl scout de piel negra hasta la más blanca,
pasado por la más entrada en carnes o la más talluda- sin que el
Capitán América tuviera
dinero más que para comprarle a una de ellas, siempre tuve la
impresión de que había un trasfondo referencial en aquella escena
más allá de lo obvio, y que quizás se me pudiera estar escapando.
Sobre todo desde que la semana pasada me encontraba a Chris Rock
en idénticas circunstancias, recurriendo a las girls scouts como
parte de uno de sus sketches a costa del sesgo racial en la pasada
ceremonia de los Oscars.
A falta de un mes para
que podamos ver al nuevo Capitán América tener que afrontar
su reto contra el constante monitoreo de los medios -siempre en busca
de polémica- también en España con la nueva etapa de Los Vengadores, si ambos gags tienen algún tipo de
fuente común solo ellos lo saben.
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