jueves, 3 de marzo de 2016

La Viuda Negra, la importancia del orden


Hace dos años, Geoff Darrow lanzaba el segundo volumen The Shaolin Cowboy, un cómic protagonizado por un vaquero experto en artes marciales, y que en su segunda colección se dedicaba a masacrar incontables hordas de zombies sin más armas que sus manos desnudas y dos sierras mecánicas atadas con una caña de bambú... y nada más. Páginas y páginas que eran mayoritariamente splash pages en las que el protagonista se limitaba a aniquilar muerto viviente tras viviente, durante cuatro números plagados de la sangrienta ultraviolencia de Darrow, con un diálogo prácticamente inexistente.


Sobra decir que el cómic generó controversia entre los que lo consideraron una vacuidad absoluta y los que vieron en The Shaolin Cowboy un brillante experimento formal. ¿Necesita el cómic realmente diálogos, o hablamos de un medio que debería poderse disfrutar plenamente desde un plano puramente visual? La Era de los Dinosaurios de Ricardo Delgado bien podría usarse como ejemplo -en serio, si os gustan estos lagartos pillaos el tomo de La Travesía publicado por Norma Editorial-, como también podría tenerse muy en cuenta el Caballero Luna de Warren Ellis.


Junto a unos portentosos Declan Shalvey y Jordie Bellaire, el guionista de Planetary dio toda una lección de economía narrativa, en la que la exposición verbal quedaba en un segundo plano para dar especial importancia al apartado visual. Como George Miller en Mad Max, Furia en la Carretera, Ellis sugería más que relataba, aguardando como un sniper agazapado a la espera del momento justo para lanzar sus balas de información condensadas, con las que la historia se construía en nuestra cabeza.

Una forma particular de narración donde el cómic se convertía en el compacto ojo de buey desde el que aproximarnos a un escenario mucho más amplio. Jugando con cadenas de ideas asimiladas en el atiborrado subconsciente colectivo, el guionista de Essex daba forma a sus paredes con la precisión de un efecto dominó en el que desde una minúscula pieza se pueden construir las más increíbles formas. Algo similar a lo que está haciendo actualmente en Karnak -aunque sustituyendo el formato de relato por cómics por el de una narración continuada en un arco de seis números-, y que me llevó a entablar un interesante discusión con un compañero aficionado.


Como en su Caballero Luna, el segundo número de Karnak presenta una disociación marcada entre acción y exposición escrita, donde tras una página de introducción que nos traslada a la infancia del protagonista -nada nuevo para quien lo conozca bien, vital para quienes no estén tan familiarizados o no se hayan enterado aun de que a pesar de ser inhumano no es inhumano-, para después dar paso a siete páginas sin nada más que acción sin descanso a cargo de Gerardo Zaffino. Ni un solo bocadillo, cuadro de texto, onomatopeya o palabra hasta que concluye la secuencia espectacularmente narrada, en la antesala al enfrentamiento contra el level boss, en el que Ellis vuelve a entrar en escena.

Concebida como una confrontación ante todo dialéctica -sin abandonar el plano físico-, Ellis prosigue con su demolición de la cultura del yo, enfrentando a su protagonista contra un rival que podría ser su perfecto contrario. El inhumano consciente de la futilidad de todo, frente a un sacerdote cuyo poder se basa en su fe en una fuerza superior a él. El excepticismo supremo, contra la implicación total en un credo. Ellis incluso deja entrever algo mucho más complejo tras la aparente indolencia de su protagonista frente a la vida humana -o no- en la secuencia final dibujada por Antonio Fuso.

Así al menos fue como lo interpreté, dado que no hay más que echar un vistazo a las reseñas del número recogidas en Comicbook Round Up para ver que el tratarse de un cómic con poca información explícita ha hecho que las opiniones han sido más bien dispares. No faltan lectores que todo lo que ve en el cómic son un puñado de hostias y a correr, relleno secuencial con el que llenar 20 páginas y decir hasta luego a espera de que volvamos a pasar por el aro el próximo mes )y así hasta juntar seis números).

Tampoco es que me vaya a erigir a mi mismo como paladín de la narración secuencial menos convencional, ni como nadie con una suerte de superioridad cognitiva capaz de captar lecturas que los demás no. También di sus buenos palos al primer número de los Omega Men de Tom King como cómic que podría perjudicar su futuro comercial -por su reducción al equivalente a cualquier película de Bond-, y ahí sigue como una de las mejores colecciones de la actualidad.


Todo esto nos lleva al primer número de la Viuda Negra de Mark Waid y Chris Samnee, o -mejor dicho- la Viuda Negra de Chris Samnee y Mark Waid como se vendió desde un principio. Reencuentro de guionista y dibujante después de marcarse la gesta de haber firmado la que probablemente sea la etapa más redonda de Daredevil sin necesidad de tirar de las fórmulas de Frank Miller y Brian Michael Bendis, todo el mundo esperaba con gran ansia este número, y no son pocos los que se han dado de bruces con un contundente jarro de agua fría. La razón fundamental es que -nuevamente- todo el cómic es una única secuencia de acción sin descanso. Uno que a diferencia de Omega Men ni siquiera está dividida en varios frentes para obtener una visión más global, y que a diferencia de Karnak carece de un núcleo expositivo que condense una sustancia más allá del espectáculo gráfico.

Llevando a Natasha de un punto A a uno B como una especie de ballet letal de alta tensión, no hay apenas adorno o complemento alguno a la vibrante secuencia de acción a la que da vida Chris Samnee. Ni contexto inicial que nos permita saber que hace ahí y porque la persiguen, ningún tipo de pausa con la que ofrecer un ancla, ni cuadros de texto paralelos con los que la protagonista se explique, ni ningún tipo de revelación que altere el curso de la lectura. Ya no es solo que apenas haya texto, es que el cómic se lee incluso mejor si la ignoramos, por lo que no es de extrañar que hayan sido unos cuantos los que han cuestionado la contribución de Mark Waid en el apartado de “guión”.


Pudiendo recordar a una especie de Aeon Flux -la serie, no la película- pasada por el filtro del Daredevil del duo, aquí habría que volver a insistir en el detalle de que la nueva serie de la Viuda Negra fue presentada como una serie de Chris Samnee con Mark Waid y no al revés. Esto quizás ya debió haberse usado como pista de que, al contrario que Daredevil, el aspecto gráfico tenía prioridad sobre el escrito. Pero la verdadera cuestión es, ¿estamos preparados para valorar adecuadamente este estilo de cómics, tras años absorbidos por la narrativa tradicional de los superhéroes? ¿Qué puntuación le damos al guión si se apoya si esté se mantiene tan en segundo plano que apenas existe? Y no, que nadie tire del tópico de que el guión es algo más que las letras que aparecen en los bocadillos, porque en este caso el debut de la Viuda Negra se presenta como uno de esos cómics en los que el guionista daba un par de indicaciones, y a partir de ahí el dubujante rellena las 20 páginas.

¿Aceptamos que el guión está bien, dado que tampoco hay nada que incomode? ¿Determinamos que está mal, al ser prácticamente inexistente? ¿Lo dejamos como regular? ¿Excluimos cualquier valoración del guión como algo que no procede? ¿Hasta cuando? ¿Las próximas dos, tres, cuatro o cinco entregas? ¿Y si resulta que como The Shaolin Cowboy, Samnee y Waid han concebido una serie que es todo narración gráfica sin apenas diálogo? ¿Estaría entonces bien, o estaría mal? Todo dudas que han asaltado a la comunidad de lectores tal y como puede apreciarse -una vez más- en la disparidad de las reseñas recogidas en CBRU, y a las que también tuvo que enfrentarse el compañero de Zona Negativa Nacho Teso, optando por la solución ecuánime (ni para ti ni para mi). Una decisión tan válida como otra cualquiera y que ilustra perfectamente como La Viuda Negra de Samnee y Waid es ante todo un cómic que se sale de lo habitual, llevando un paso más lejos esta corriente en la que el guionista hace su trabajo desde bambalinas para hacer del cómic un recital plástico de la mano del equipo artístico.


Cómo valorar esto dependerá de como le pille el día a cada uno, y lo que pueda compensarle un cómic integramente visual. Si se titula La Viuda Negra, el Caballero Luna, Omega Men o Karnak es ya lo de menos. Pero al igual que entendemos que hay cine mudo, arte abstracto o música compuesta integramente en mesa de mezclas, quizás haya que asumir que el que un cómic se apoye por completo en el dibujo se ha convertido en un estilo válido incluso en el cómic mainstream, siendo necesario comenzar a otorgarle criterios de valoración propios con el que hacerle justicia.

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