La continuidad no está
bien entendida. Siempre he sido defensor de esta como parte de lo que
hace únicos universos como el de Marvel o DC, pero también
creo veo demasiados aficionados que lo interpretan como una mera
adición numérica donde después del 1 va el 2, luego el 3 y así
sucesivamente. Esto implica que cualquier elemento al margen de la
sucesión numérica es considerado como algo superfluo e incluso
molesto. O abordando la cuestión sin recurrir a alegorías,
últimamente encuentro demasiada gente que denosta los what ifs y
elseworlds como piezas imposibles de encajar en el puzzle del
continuo suma y sigue, como si todo lo que no sucede dentro de la
oficialidad del mismo universo del personaje principal no tuviera
valor alguno.
Personalmente, siempre he
visto la continuidad como algo más grande, donde todo lo que se ha
escrito alrededor de un personaje es igualmente válido
independientemente del medio, línea temporal o modo en el que se
haya publicado. El hypertiempo que proclamasen Grant Morrison
y Mark Waid, donde la continuidad no es algo que se mide como una
línea recta trazada por la biografía objetiva de un personaje -como
si esto existiera-, sino dentro de la mente del propio lector como
superposición de las diferentes interpretaciones que le van
llegando.
Pequeños Spoilers
Esto conlleva que lo
importante no son tanto los detalles, sino el mantener una coherencia
discursiva, donde cada guionista busque llevar un paso más allá la
lectura de un personaje, pero también que las versiones alternativas
pueden ser tan relevante como la original. Así por ejemplo, las
aventuras del Ultimate Spider-Man de Brian Michael Bendis se
han desarrollado durante década y media al margen de la continuidad
del Spider-Man original, pero sería temerario abordar a cualquiera
de los dos sin ser consciente de que el otro existe, como lo sería
ignorar toda aportación que medios como el cine, los videojuegos o
la televisión realizan se va sumando al imaginario del personaje.
Tampoco podemos
malinterpretar esta afirmación como que todas las versiones de un
personaje tienen el mismo peso, algo igualmente valido cuando
hablamos de versiones alternativas como de versiones dentro de una
misma continuidad (ni el Spider-Man 1602 ha dejado tanta impronta
como el Ultimate, ni el de Howard Mackie está tan grabado en sus
seguidores como pueda estarlo el de J.M. Straczynski). Siendo
consciente de la relación de la historia que tienes entre manos
respecto al mito del personaje aborda se puede enriquecer tanto
abordándolo desde una continuidad lineal en la que se mantienen una
serie de rasgos comunes para proseguir el suma y sigue, como desde
una óptica paralela.
Another Daredevil
Incluyendo esto último
todos los what if y realidades alternativas que permiten aproximarte
a un personaje no como lo que es, sino con todo lo que no es, un
ejemplo muy interesante tenemos en el último número de The Radioactive Spider Gwen de Jason LaTour publicado en
Estados Unidos (el cinco del volumen dos para especificar, ligeros SPOILERS del mismo). Dibujado
por Chris Visions en lugar del habitual Robbi Rodriguez, el
cómic está protagonizado en su práctica totalidad por Matt
Murdock, George Stacy y Frank Castle. Son versiones diferentes a las
originales en un universo en el que la araña picó a Gwen en lugar
de a Peter, y donde el abogado ciego de la Cocina del Infierno es la
mano derecha de Kingpin en sus actividades criminales.
Pero a pesar de no ser
los personajes que conocemos, el guionista no los modifíca de forma
aleatoria, sino que -por ejemplo- podemos ver al Daredevil que
conocemos en esta versión alternativa por mucho que sus objetivos y
moralidad sean totalmente diferentes. Sigue siendo el mismo Matt
Murdock que contempla Nueva York con una tranquilidad analítica,
como si fuera un tablero de ajedrez sobre el actua de forma
aparentemente analítica, pero siempre de acuerdo a un plan
milimétricamente trazado.
How to be Frank Castle
También tenemos un Frank
Castle que nunca perdió a su familia y continúa ejerciendo como
agente del orden como parte de la policía de Nueva York. Lo más
interesante en este caso no es tanto que sus brutales métodos para
atrapar a los criminales flirtean el abuso de poder -que también-,
sino que como ya nos sugirieron Garth Ennis y Rick Remender,
los demonios que le convirtieron en Punisher son anteriores a la
muerte de María y sus hijos. ¿Habría tenido Punisher realmente una
vida feliz junto a su familia si aquellos hampones en guerra no le
hubieran dado una excusa para emprender su cruzada? Como bien
interpreta LaTour en estas páginas con esta iteración de aquel
Castle que necesitaba el continuo sonido de las armas para callar las
voces de sus difuntos y que nada le aterraba más que la idea de que
pudieran volver de las tumbas para ver su verdadero rostro, es muy
probable que no.
Pero si hay un momento
que parece realmente lucido y que arroja una luz al mito del
trepamuros que no me había planteado hasta el momento, es cuando
Matt Murdock encara al Capitán Stacey -que aparte de ejercer
una función mitad Tío Ben mitad Tía May es consciente de
que su hija es Spider Woman- y proclama algo igualmente válido para
los tíos del Spider-Man original: Si su hija / sobrino se han
convertido en lo que son, no es que le picase ninguna araña, si no a
causa de su propio padre / tíos. O en otras palabras, ¿cual es
verdadero germen de Spider-Man? ¿Aquella araña radiactiva
vagando libre en la Universidad Empire State o el “Un gran poder
conlleva gran responsabilidad” que no ha dejado de resonar en
su cabeza desde el momento en el que se sintió responsable de la
muerte de Tío Ben?
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