viernes, 11 de marzo de 2016

Mustang, la vida en una película de terror


La lista de IMDB con las que son consideradas las 250 mejores películas de la Historia ha sido cuestionado en multitud de ocasiones, especialmente por la propensión a que el hype engorde estrenos recientes, y que por culpa de la perezosa memoria se vean catapultados hasta lo más alto, deformando cualquier veracidad estadística. Sin embargo, hay algo que todavía no he encontrado a nadie que discuta, y es que Cadena Perpetua (The Shawshank Redemption) lleve ocupando durante casi dos décadas lo más alto de la lista. Por encima de todas las partes de El Padrino, por encima de Ciudadano Kane, de Hasta que Llego su Hora, de Psicosis, 2001: Odisea en el Espacio y de cualquier otra película que quieras nombrar.


Seguro que alguno habrá quien lo ponga en duda, ya que se podrían apelar a mil argumentos desde los criterios estrictamente cinematográficos, hasta la relevancia histórica para el medio. Sin embargo, me atrevería a decir que hay una cuestión fundamental por la que nadie discute el oro de Cadena Perpetua: La película de Frank Darabont protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman incide con tal fuerza en anhelos fundamentales del ser humano, que ponerla en duda se nos antoja tan blasfemo como cuestionar el derecho a la libertad.


Si todavía no la has visto, haz caso a un consejo de amigo y reserva alguna tarde de domingo para verla, ya que el viaje en el que nos embarca la película de presidiarios basada en la novela de Stephen King -como el que también se puede encontrar en La Leyenda del Indomable o Espartaco-, es un viaje que toda persona debería experimentar alguna vez en la vida. Pero si todavía ves lejano ese día y zambullirte en una película de largometraje te da cierta pereza, aquí tienes otro consejo por mi parte: Aprovecha cualquier hueco de hora y media que tengas este fin de semana para plantarte en el cine a ver Mustang.

Dirigida por la francesa de origen turco Deniz Gamze Ergüven, esta cinta protagonizada por cinco huérfanas que disfrutan plácidamente de su juventud hasta que -en apenas unos minutos- la vida las golpea despiadadamente sin que ellas ni el espectador sepan de donde vienen las hostias se puede describir de muchas formas, pero la primera de todas es como una hisotria de terror. No del terror de Freddy contra Jason, de La Casa de los 10.000 Cadáveres, El Exorcista, Psicósis, La Profecía o El Resplandor, sino de ese terror que no se apaga al volver a casa. Ese del que no te puedes librar ya no porque la imaginación te juege malas pasadas, sino porque -como ocurriera con la sobrecogedora Amor de Michael Haneke- se aferra a tu garganta y tu consciencia con la certeza de ser algo 100% real.


Que a pesar de haber sido mayorítariamente aclamada -más en el extranjero que en Turquía, quedate con eso-, todo el mundo parece empeñado en distanciarse de ella ya debería ofrecer una buena pista de por donde va el tema. Cada vez que alguien habla de Mustang desde fuera del país natal de la directora suele referirse a ella como algo que sucede en Turquía, de la misma forma que cuando hablan desde Estambúl o Ankara hablan de que solo ocurre en las regiones más atrasadas del país. ¿Adivinas lo que comentan muchas críticas provenientes del interior del país al respecto? Exacto: Que la culpa es de Gamze Ergüven, que debería documentarse para darse cuenta de que es una costumbre erradicada.

Yo personalmente al ver Mustang la única certeza que tengo claro es que esto sucede todos los días, en todos los lugares del mundo, ya quieras llamarlo matrimonio concertado, que estudie tu hermano y tu ayudas a tu madre en casa, asesinatos de honor, así no sales vestida a la calle, ella se la ha buscado, tienes que llegar virgen al matrimonio, esa tía es una guarra, burqa o cualquiera de los cientos de horrores que todavía continúan tan arraigados como una actitud aceptada entre nosostros que es imposible no ver el mundo como el desolador infierno que se retrata en la costa del mar negro. Solo tienes que coger un mapa. Coge un mapa político en blanco y marca en negro los países donde las mujeres todavía no tienen derecho a votar. Donde se las puede lapidar o mutilar por decisión ajena. Donde todavía están relegadas a las tareas del hogar, en los que apenas tienen peso o decisión alguna sobre su sociedad, en los que la violencia doméstica no continúa siendo la principal causa de muerte entre ellas, que se ocultan las violaciones o se les condena a la infamia por su vida sexual.


El espacio que quedaría sin marcar es tan jodidamente minúsculo y tan endebles todavía los cimientos construidos para que estas regiones -si es que existen- que es imposible no ver este trozo de tierra en el que vivimos como si se tratase del mundo de Guerra Mundial Z. Por mucho que cambies las circunstancias, cambies el contexto o cambies los detalles que tu quieras, el relato de estas cinco hermanas que -como en toda buena historia de terror- iran cayendo mientras su mundo se encoje es tan palpable, que podría estar ambientado en Turquía como en la casa de al lado. Tan descorazonadora como necesaria, que no ganase el Oscar a Mejor Película Extranjera de este año es solo comprensible si: a) El Hijo de Saúl es igualmente una película como una catedral; o b) Directamente los académicos ni siquiera la habían visto, porque la película de Deniz Gamze Ergüven tiene más méritos para haber estado junto a Mad Max y El Renacido que muchas del resto de las películas de habla inglesa.


Habiendo hablado en más profundidad sobre ella para Cultture, de lo que no me queda duda es que Mustang es una de las películas de este año, y que a poco que disfrutases de Persépolis de Marjane Satrapi, Las Sufragistas de Sarah Gavron o simplemente tienes un mínimo de empatía con situaciones que a pesar de ser sufridas de forma inmensamente mayoritaria por mujeres abordan temas tan universales como la constante lucha para no ser aplastados por el yugo, quizás deberías plantearte buscar un hueco para verla. 

 

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