La
lista de IMDB con las que son consideradas las 250 mejores películas
de la Historia ha sido cuestionado en multitud de ocasiones,
especialmente por la propensión a que el hype engorde estrenos
recientes, y que por culpa de la perezosa memoria se vean
catapultados hasta lo más alto, deformando cualquier veracidad
estadística. Sin embargo, hay algo que todavía no he encontrado a
nadie que discuta, y es que Cadena
Perpetua (The Shawshank Redemption)
lleve ocupando durante casi dos décadas lo más alto de la lista.
Por encima de todas las partes de El Padrino, por encima de Ciudadano
Kane, de Hasta que Llego su Hora, de Psicosis, 2001: Odisea en el
Espacio y de cualquier otra película que quieras nombrar.
Seguro
que alguno habrá quien lo ponga en duda, ya que se podrían apelar a
mil argumentos desde los criterios estrictamente cinematográficos,
hasta la relevancia histórica para el medio. Sin embargo, me
atrevería a decir que hay una cuestión fundamental por la que nadie
discute el oro de Cadena Perpetua: La película
de Frank Darabont
protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman incide con tal fuerza
en anhelos fundamentales del ser humano, que ponerla en duda se nos
antoja tan blasfemo como cuestionar el derecho a la libertad.
Si
todavía no la has visto, haz caso a un consejo de amigo y reserva
alguna tarde de domingo para verla, ya que el viaje en el que nos
embarca la película de presidiarios basada en la novela de Stephen
King -como el que también se puede encontrar en La
Leyenda del Indomable o
Espartaco-,
es un viaje que toda persona debería experimentar alguna vez en la
vida. Pero si todavía ves lejano ese día y zambullirte en una
película de largometraje
te da cierta pereza, aquí tienes otro consejo por mi parte:
Aprovecha cualquier hueco de hora y media que tengas este fin de
semana para plantarte en
el cine a ver Mustang.
Dirigida
por la francesa de origen turco Deniz
Gamze Ergüven, esta
cinta protagonizada por cinco huérfanas que disfrutan plácidamente
de su juventud hasta que -en apenas unos minutos- la vida las golpea
despiadadamente sin que ellas ni el espectador sepan de donde vienen
las hostias se puede describir de muchas formas, pero la primera de
todas es como una hisotria de terror. No del terror de Freddy contra
Jason, de La Casa de los 10.000 Cadáveres, El Exorcista, Psicósis,
La Profecía o El Resplandor, sino de ese terror que no se apaga al
volver a casa. Ese del que no te puedes librar ya no porque la
imaginación te juege malas pasadas, sino porque -como ocurriera con
la sobrecogedora Amor
de Michael Haneke- se
aferra a tu garganta y tu consciencia con la certeza de ser algo 100%
real.
Que
a pesar de haber sido mayorítariamente aclamada -más en el
extranjero que en Turquía, quedate con eso-, todo el mundo parece
empeñado en distanciarse de ella ya debería ofrecer una buena pista
de por donde va el tema. Cada vez que alguien habla de Mustang
desde fuera del país natal de la directora suele referirse a ella
como algo que sucede en Turquía,
de la misma forma que cuando hablan desde Estambúl o Ankara hablan
de que solo ocurre en las regiones más atrasadas del país.
¿Adivinas lo que comentan
muchas críticas provenientes del interior del país al respecto?
Exacto: Que la culpa es de Gamze Ergüven, que debería
documentarse para darse cuenta de que es una costumbre erradicada.
Yo
personalmente al ver Mustang la única certeza que tengo claro es que
esto sucede todos los días, en todos los lugares del mundo, ya
quieras llamarlo matrimonio concertado,
que estudie tu hermano y tu ayudas a tu madre en casa,
asesinatos de honor,
así no sales vestida a la calle,
ella se la ha buscado,
tienes que llegar virgen al matrimonio,
esa tía es una guarra,
burqa o cualquiera de
los cientos de horrores que todavía continúan tan arraigados como
una actitud aceptada entre nosostros que es imposible no ver el
mundo como el desolador infierno que se retrata en la costa del mar
negro. Solo tienes que coger un mapa. Coge un mapa político en
blanco y marca en negro los países donde las mujeres todavía no
tienen derecho a votar. Donde se las puede lapidar o mutilar por
decisión ajena. Donde todavía están relegadas a las tareas del
hogar, en los que apenas tienen peso o decisión alguna sobre su
sociedad, en los que la violencia doméstica no continúa siendo la
principal causa de muerte entre ellas, que se ocultan las violaciones
o se les condena a la infamia por su vida sexual.
El
espacio que quedaría sin marcar es tan jodidamente minúsculo y tan
endebles todavía los cimientos construidos para que estas regiones
-si es que existen- que es imposible no ver este trozo de tierra en
el que vivimos como si se tratase del mundo de Guerra
Mundial Z. Por mucho que
cambies las circunstancias, cambies el contexto o cambies los
detalles que tu quieras, el relato de estas cinco hermanas que -como
en toda buena historia de terror- iran cayendo mientras su mundo se
encoje es tan palpable, que podría estar ambientado en Turquía como
en la casa de al lado. Tan descorazonadora como necesaria, que no
ganase el Oscar a Mejor Película Extranjera de este año es solo
comprensible si: a) El
Hijo de Saúl es
igualmente una película como una catedral; o b) Directamente los
académicos ni siquiera la habían visto, porque la película de
Deniz Gamze Ergüven tiene más méritos para haber estado junto a
Mad Max y El Renacido
que muchas del resto de las películas de habla inglesa.
Habiendo
hablado en más profundidad sobre ella para Cultture, de lo que no me
queda duda es que Mustang es una de las películas de este año, y
que a poco que disfrutases de Persépolis
de Marjane Satrapi, Las
Sufragistas de Sarah Gavron
o simplemente tienes un mínimo de empatía con situaciones que a
pesar de ser sufridas de forma inmensamente mayoritaria por mujeres
abordan temas tan universales como la constante lucha para no ser
aplastados por el yugo, quizás deberías plantearte buscar un hueco
para verla.
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