NOTA: El siguiente texto incluye SPOILERS de 'Angela: Reina de Hel', si por alguna razón prefieres no saber nada de la serie hasta leer el primer número de la colección de Margeritte Bennet, Stephanie Hans y Kim Jacinto, déjalo este artículo para cuando ya hayas disfrutado el cómic.
Hubo
un tiempo en la que los dioses se elevaron como encarnaciones de las
grandes pasiones e inquietudes humanas. Una época de tinieblas en la
que nos acompañaban como haz de luz en el camino, permitiéndonos
entender el mundo al que nuestra consciencia nos había arrojado.
Dioses bajados del cielo con el relámpago en sus manos,
dioses del amor, de la metalurgia, del comercio... Dioses del mar y
de la tierra, junto a otros dando forma al placer o el pensamiento
ilustrado. Pero como representación de nuestra naturaleza que eran,
no solo encarnaban lo mejor de nosotros, sino también todo lo peor.
Así que mientras comenzamos a prosperar y las divisiones entre
clases se hicieron más y más marcadas, los dioses comenzaron a
recluirse en su Olimpo de las alturas, desligándose de nosotros para
entregarse a los placeres del hedonismo endogámico primero, y la
severidad de la superioridad moral después.
Parcialmente
alienados como abstracciones ultraterrenas más allá de la
vida y de la muerte, los dioses continuaron en su cielo, mientras
surgían nuevos mitos y leyendas para acompañarnos a lo largo de la
Historia. Algunos nacían con afán de ser las nuevas brújulas de
nuestro día a día, mientras que otros no tenían más ambición que
la de servir de trivialidades ficticias que llegaban a nosotros desde
el territorio más lúdico. Relatos que cobraban vida en la
imaginación, saltando desde las hogueras primigéneas hasta la voz
de los juglares, emprendiendo una constante evolución a través de
la pintura, el papel impreso o el celuloide.
Fruto
de un punto de intersección entre literatura, cine y pintura, fue
así como los superhéroes nacieron entre viñetas, como un
intento de usar el cómic para que las grandes historias universales
volvieran a estar en contacto con el hombre de a pie. El resultado
fue un nuevo panteón del entretenimiento encabezado por hombres y
mujeres con asombrosas habilidades, embarcados en la interminable
lucha contra la oscuridad. Una lucha en la que -como los Hércules,
Jason o Ulises de antaño- los mitos volvieron a erigirse como
figuras de atributos humanos reconocibles, que conectaron rápidamente
con una juventud necesitada de aliento.
Nos
encontrábamos en el convulso escenario de la II Guerra Mundial, tras
el cual los enmascarados no pudieron evitar seguir los pasos de sus
antecesores, siendo engullidos por el abismo de la intrascendencia a
causa de envenenadas ideas como las de Fredric Wertham. Aquel bien
pudo ser el fin, si no hubiera sido por la revolución propiciada por
la llegada redentora de Stan Lee, quien se valió de sus años
de experiencia en Timely y Atlas para alumbrar en Marvel Comics
una combinación perfecta entre las aventuras de enmascarados y los
ligeros dramas humanos de todos los Archie y Patsy Walker que
triunfaban durante los cincuenta.
Lee
consiguió que el género fuera más cercano que nunca convirtiendo a
sus Cuatro Fantásticos en la imposible odisea cósmica de una
familia norteamericana disfuncional, mientras que con Spider-Man nos
narraba la epopeya del adolescente común, que comienza a adentrarse
en el mundo de los adultos con unos poderes que todavía no conoce ni
controla. Entre otras de las grandes creaciones de The Man estaban
los X-Men, quienes durante décadas harían de su bandera un
fuerte carácter social, con el que se abordaban temas como la
persecución, el prejuicio contra lo diferente y la marginación.
No es
de extrañar que gracias al trabajo de autores como Chris
Claremont, la fraquicia mutante consiguiera uno de los más
férreos núcleos de adeptos, con una fuerte presencia de lectoras y
público gay entre sus seguidores. Odiados y temidos por un mundo al
que habían jurado proteger, fue con los X-Men con quienes el cómic
de superhéroes dejó de mirar de forma condescendiente a la mujer
con iconos feministas como Jean Grey, Tormenta, Pícara o
Kitty Pryde. Fue con ellos con los que se atrevieron a abordar
abiertamente la sexualidad, cuando el resto de empijamados
continuaban enfrascados en sus contiendas entre héroes y villanos.
Fue en las aventuras de los X-Men en las que encontramos eco de temas
tan complicados como el holocausto judío, el integrismo religioso o
el Apartheid, siendo además los primeros que se atrevieron a ir más
allá de la dicotomía heterosexual con personajes como Mística,
Estrella del Norte, Destino o Karma. Historias que desafiaban la
sempiterna perspectiva del consumidor WASP, siempre con el ojo puesto
en las inquietudes presentes y futuras de la sociedad con la que
convivían.
Tanto
llegaron a conectar con el mercado, que los X-Men a punto estuvieron
de morir del éxito arrastrando consigo al resto de Marvel. Hubo un
punto de su medio siglo de historia, en el que la práctica totalidad
de la editorial estaba compuesta por series de los X-Men o de
Spider-Man, obligándoles a equilibrar la balanza para no ser
engullida junto al resto de personajes por unas licencias que ya no
eran ni completamente suyas. El resultado es que aunque hoy en día
los X-Men siguen manteniendo buena parte de su carácter social y su
cercanía a las inquietudes actuales, estas se han extendido por
otras franquicias como la de los Vengadores o los Inhumanos,
amoldándose la editorial entera a la que antaño fuera la clave del
éxito de los mutantes.
Pudiendo
encontrar desde a Ojo de Halcón reivindicando su condición
como máxima representación del hombre de a pie, hasta el contexto
islámico estadounidense de la nueva Ms Marvel -por no hablar
de un Hombre Hormiga que ha reducido su tamaño hasta
convertirse en la encarnación de la deriva vital del hombre de
mediana edad- uno de los casos más singulares es el que podemos
encontrar a día de hoy en la franquicia de Thor. Hablando de
una divinidad que Stan Lee extrajo directamente de la ruda mitología
vikinga, es difícil imaginarse un personaje Marvel que -con la
fantasía épica retrofuturista que tradicionalmente ha acaparado sus
aventuras- pudiera resultar más contrario a la búsqueda de empatía
humana de personajes como Spider-Man o los X-Men.
Y sin
embargo, desde que Joe Quesada se convirtiese en el máximo
mandatatrio de la editorial, el universo del hijo de Odín se ha
visto inundado por multitud de temas sociales, que van desde la
convivencia entre dioses y hombres con Dan Jurgens y Joseph Michael
Straczynski, hasta un decidido empeño en usar a los nórdicos para
tirar abajo viejos tabúes en torno a la sexualidad. De la
misma forma que los mutantes han sido durante décadas sinónimo de
la diversidad y en Gotham parece haber algo en el agua que conviertea todas las mujeres en bisexuales -aunque casualmente a los hombres
no parece afectarles-, desde la muerte y resurrección de los dioses
en tiempos de 'Desunidos' los asgardianos parecen empeñados
en volver a servir de inspiración, en un tiempo en el amplio abanico
de la identidad sexual actual continúa sin ser del todo asumido por
los pertinaces defensores de la división binaria tradicional.
Más
de un purista de la santa palabra nunca del todo escrita de
las odas escandinavas seguramente pondrá el grito en el cielo,
alegando que las relaciones entre individuos del mismo género nunca
fue algo propio de la cultura vikinga, como si lo pudo ser
entre los ritos iniciaticos y efebos de la griega. Los rudos
guerreros del norte también tenían relaciones con otros varones,
sí. Pero como casi todo lo que respecta a los vikingos, cualquier
tipo de relación con mujeres y hombres que no fuera por necesidades
de convivencia o procreación, estaban más sujetas los vínculos
forzados de amo y esclavo -cuando no al pillaje y la violación- que
en lo que hoy podemos entender como vínculo sentimiental.
Aquí
sería conveniente citar a la guionista de 'Capitana Marvel' Kelly
Sue DeConnick, y las dudas que albergase a la hora de incluir una
piloto de aviación de raza negra en una historia ubicada en la II
Guerra Mundial (algo que nunca ocurrió hasta años más tarde en la
vida real). DeConnick deshecho la idea por no ser históricamente
correcta, arrepintiéndose años más tarde al considerar que
-tratándose de historias en las que hay gente que vuela y lanza
energía por los puños- es absurdo restringirse por las
mediocridades y miserias de la realidad. Sobre todo cuando puedes
romper sus normas, aspirando a un mundo mucho mejor. Y si como ya
dejó claro Garth Ennis en su 'Thor: Vikingos', los dioses
asgardianos de Marvel y sus diálogos shakesperianos distan de ser
algo ni remotamente parecido a aquellas hordas que asolaron la Europa
medieval, ¿por qué no elevar los horizontes, haciendo que los
dioses vuelvan a tener significado como dioses?
Más
que probable guiño a 'Tierra X', Straczynski fue el primero en
ponerse ambiguo, por medio de un Loki que asumía forma
femenina al usurpar la forma física de Lady Sif. Lo que comenzó
como una retorcida forma de torturar a su hermanastro Thor,
terminaría por arraigarse con el renacimiento del dios de las
mentiras, como un andrógino y sexualizado antihéroe capaz de
alternar entre las formas de hombre y mujer. Lejos de limitarse a la
mera metamorfosis del engaño, la forma femenina del embaucador nuevo
Loki era tan real como la masculina, convirtiéndose en una suerte de
Orlando con capacidad de flirteo ilimitada, usando sus artes
con hombres y mujeres independientemente de la forma que tuviese en
cada momento.
Con
una abierta sexualidad fluida producto de la letra de Kieron Gillen y
Al Ewing, la identidad sexual de Loki trascendería a cualquier
etiqueta como una deidad en constante cambio, de la misma forma que
lo hiciera el Hércules de Greg Pak al hacer canónica su
omnisexualidad mitológica a través de Estrella del Norte.
Quizás fuera la todavía escasa proliferación de Tumblr -o que el
Hércules de Pak y Fred Van Lente fuera una de esas series marginales
a las que la editorial no parece dedicar demasiada atención-, pero
Marvel no terminó de ser consciente de lo ocurrido hasta que los
fans se encargasen de recordárselo con el lanzamiento de su próxima
colección. Antes, Pak iría todavía más lejos, aprovechando el
multiverso para enredar sentimentalmente a un Hércules alternativo
con el no menos peludo Coronel Howlett (un Lobezno de otra dimensión). La nueva definición sexual del león del Olimpo cobraba
vida propia más allá de los designios editoriales.
Mientras
Loki experimentaba con un género en constante movimiento y el heleno
Hércules ampliaba miras a todo lo que se moviese, la Valquiria
Brunhilda se sumaba a esta nueva ola de dioses más allá de la
heterosexualidad, convirtiéndose en la llave de las pasiones más
íntimas de la arqueóloga Annabelle Riggs. Fue en las
'Intrépidas Defensoras', donde aquella Lara Croft geek creada
por Cullen Bunn fue incapaz de contener su fascinación por la
guerrera de vanaheim, recibiéndola con un entregado apasionado beso
en su primer encuentro. Siendo su atracción por Valquiria tan
evidente como si estuviera indicada con neones, que Brunhilda no se
viera en situación de corresponderle -más teniendo en cuenta que
por entonces se encontraba sentimentalmente unida al Agente Veneno
Flash Thompson- no impidió que se convirtieran en camaradas de
batalla.
Desgraciadamente,
la asociación no terminó demasiado bien para la humana, quien
moriría por culpa de los actos de Valquiria, dando inicio a una
trama en la que Brunhilda emprendería su búsqueda en el más allá.
En realidad, Bunn estaba tirando de los clásicos de la guerrera de
Asgard, quien salvaría a Annabelle de la muerte uniendo sus almas,
como hiciera con Barbara Morris, Samantha Parrington o Valerie años
atrás. Compartiendo un único cuerpo de forma similar a los
Capitanes Marvel SHAZAM! y Mar-Vell con Billy Batson y Rick
Jones, la Valquiria y Annabelle se encontraron con la complicación
de mantener sus respectivas relaciones -una con el citado Flash, la
otra con una chica inhumana sin demasiado interés por ampliar sus
intereses al sexo masculino- en lo que bien podría interpretarse
como el primer conato de Marvel de abordar las relaciones
poligámicas con más de una orientación sexual.
Eran
tiempos de bromance en los que la camaradería entre el
dios del trueno Thor e Hiperion tanto dio que hablar, por medio
de ofrecimientos de bebidas afrodisíacas, puestas de sol en destinos
exóticos y torsos desnuidos. No es que el responsable de la 'Secret
Wars' no pareciera buscarlo, dando pistas sobre un vengador de
orientación gay mientras forjaba una estrechísima camaradería
entre el heredero de Asgard y el superhombre solar llegado a
través de las barreras del multiverso. Al final Jonathan Hickman nos
la jugó, pero eso no le impidió desarrollar una amistad de las que
nacen las leyendas entre un Hiperion decidido a proteger su nuevo
hogar, y un Odinson que atravesaba tiempos difíciles con la perdida
del Mjolnir por culpa de los secretos y susurros de Jason Aaron.
El
guionista de 'Scalped' cedería el martillo místico a una nueva
portadora que -sin entrar en detalles sobre la identidad de su
portadora- permitiría al autor firmar todo un alegato pro-feminista,
abordando temas tan presentes como las asperezas entre el orden
patriarcal imperante y los movimientos a favor de un reconocimiento
equitativo par la mujer. Sin olvidar en ningún momento que estaba
escribiendo un cómic de superhéroes sin otro fin que la épica y la
aventuras, las páginas de la nueva Thor de Jason Aaron se
vieron imbuidas por el espíritu del 'We can do it',
encarnando en su aguerrida protagonista la lucha cotidiana de toda
mujer. Con el padre de todos Odin como imagen de un sistema
inamovible perpetuamente opuesto a cualquier forma de cambio, Freyja
en frente y una reunión masiva de las guerreras de Marvel, la serie
de Thor se alzaba desafiante pare derribar viejos prejuicios y
barreras de género a golpe de martillo, subrayando todavía más lo
que ha terminado por convertirse en una constante dentro de la
franquicia. Una, en la que ahora vuelve a reincidir Angela en su
nueva etapa como 'Reina de Hel'.
Primogénita
perdida de Odin y Freiya, la guerrera de Heven creada por Neil Gaiman
en páginas de 'Spawn' ya había demostrado una fuerte
determinación a seguir el rumbo de su familia, con la introducción
en el primer volumen de sus aventuras Marvel de la hacedora de
historias Sera. Presentada como parte de la casta monacal
de varones del mundo de Heven, donde -solo por nacer con
género masculino- se veían volcados a una enclaustrada vida de
oración austera y perpetua, la compañera de peripecias de Angela
renunciaría a su género por el anhelo de ser una mujer, y viajar
por todo el mundo viviendo interminables peripecias como una más de
las guerreras angelicales. No siendo necesario indicar como Kieron
Gillen y Margeritte Bennet invirtieron el orden social respecto a
los escenarios con mayor sesgo de género de nuestra civilización,
aquella Sera amiga de Angela se convertía en una rebelde fugitiva
antisistema, rechazando su vida e identificación como hombre para
asumir una condición más afín a la persona que realmente sentía
ser en su interior. Asumiendo forma femenina, el monje fugado de
Heven se convertía en la hermana de armas de Angela, desarrollando
una estrecha relación con la hermanastra de Thor, no muy diferente a
la de Xena y Gabriel (o la mayoría de los que hemos citado más
arriba).
Esto
tenía lugar mientras a Marvel no dejaban de lloverle críticas por
no tener a ninguna serie con portagonista LGTB o -¡peor aun!-
no solo no tenerla, sino además usar a los personajes LGTB
para golpes de efecto sensacionalistas. Poco importa que en
realidad lleven años sin promocionar ninguna salida del armario o
historia con protagonistas gays como si fuera algo inusual o
necesitado de gran atención mediática. ¿Alguien recuerda cuando
bombo dieron a que los Jóvenes Vengadores de Gillen fueran el
primer grupo de superhéroes intergramente LGTB o que los Nuevos
Ultimates saliesen adelante sin ningún miembro anglosajón de
raza blanca, masculino y heterosexual? Pero se filtran en a través
de un blog las páginas de un número de 'La Nueva Patrulla-X'
en la que el Hombre de Hielo discute su identidad sexual con Jean
Grey -otra vez mutantes, no sea que con tanto protagonismo asgardiano
comencemos a hablar de boicot-, y la red se llena de comentarios
airados sobre la búsqueda de atención mediática de Marvel.
Pero
la editorial seguía a lo suyo, y mientras todo el flame se gestaba
entre portales de noticias y foros, los términos exactos de la
relación entre Angela y Sera continuaban flotando como algo
etéreo. Bennet y Gillen podrían haber dado un golpe sobre la mesa
en cualquier momento pare dejar claro que Marvel continuaba con su
política de toda la vida en lo que apoyar a colectivos
desfavorecidos respecta, pero en su lugar prefieron por no mostrar
demasiadas prisas, preparando el terreno a través de 'Asesina de
Asgard' y 'Cazadora de Brujas' para que -cuando llegase el momento-
conociésemos a los personajes lo suficiente como para que la
revelación tuviera sentido.
No
ofreciendo más que un reguero de pistas que hacían del vínculo
entre la cazadora de monstruos de Heven y su compañera transgénero
un secreto a voces más que evidente, ha sido el primer número de
'Angela: Reina de Hel' donde Margeritte Bennet -ya sin Kieron Gillen
pero con Stephanie Hans y Kim Jacinto para acompañarla- ha
terminado por dejar de lado las insinuaciones, e ir directamente a
las claras. Lo hace, a través de un apasionado beso entre Angela y
Sera, que no solo puntauliza de forma expositiva hasta donde llega la
relación entre ambas, sino que supone además un arriesgado paso
adelante en la determinación de la editorial a enarbolar unos
ideales presentes durante toda su historia.
Siendo
una de esas revelaciones que generan más cuestiones que respuestas,
si mi memoria fuera la de antaño podría citar el caso trasladado a
la pantalla hace unos años, sobre un profesor de California que
comenzó a asistir a su trabajo vestido como una mujer. Seguía
felizmente casado con su esposa y afirmaba no tener interés en otros
hombres, pero también que durante años se había sentido cohibido
sin poder expresar como de verdad era, hasta que un día decidió
dejar atrás los complejos asumiendo un aspecto más cercano a su
identidad real por medio de un vestido, peluca y maquillaje.
Sirviendo para cuestionar como la sociedad actual nos condiciona
imponiendo ideas preconcebidas en torno a la representación del
género y la sexualidad, el caso de aquel profesor de instituto se
alejaba de cualquier tipo de imagen binaria en torno a hombres
y mujeres o homosexualidad y heterosexualidad.
La
última gran frontera para la libertad del individuo, en la que la
manifestación del yo interior venga determinada por quienes somos, y
no por quien la sociedad cree que debemos ser de acuerdo a que
tenemos entre las piernas. Pudiendo interpretarse como un precedente
a lo que Marvel nos ofrece ahora por cortesía de Bennet, Hans y
Jacinto, era imposible situar a aquel profesor que decidió hacer del
travestismo su opción vital dentro de los estandares tradicionales,
si no era sumiendo que entre los totales absolutos hay un amplio
espectro de posibilidades que son imposibles de separar por medio de
etiquetas binarias. ¿Es Sera un hombre porque lo determien sus
cromosomas si en su interior se siente de otra forma, y ha decidido
manifestarse al mundo como la mujer que considera que es?
Enamorándose de alguien a quien conoció como hombre pero a quien
terminaría apreciando como mujer, ¿cual es exactamente la
orientación sexual de Angela? ¿Puede ser la relación entre ambas
homo, hetero y algo todavía mucho más complejo a la vez? Preguntas
sin respuesta clara en torno a un efusivamente beso entre la
primogénita de Asgard y su amante transgénero, el cual solo se
puede definir como dos personas que se quieren apasionadamente, más
allá de cualquier tipo que catalogación que se pueda otorgar desde
fuera.
La
orientación sexual como mera cuestión estética que diría el
Renton de 'Trainspotting', donde lo que realmente importa es
la fidelidad a lo que uno siente, más que cualquier imposición de
género por defecto. Pudiendo interpretarse como un paso más a la
hora de fomentar la demolición de las barreras
lingüistico-pseudomoralistas en las relaciones interpersonales,
el amor con tintes mitológicos entre el ángel sin alas raptado en
su cuna bajo el trono de Asgard y la monje fugitivo que quebrantó
las cadenas del género para ser fiel a si misma supone un galón más
para los dioses de Marvel. Unos dioses que desde el (pen)último
Ragnarok, están tan empeñados en situarse a la vanguardia de la
representación contemporánea de género y sexo, como lo estuvieran
sus antepasados helenos en liderar a las tropas griegas en el asedio
de Troya.
Y
aunque para muchos quizás no sea más que trivialidades separadas
del mundo real, si algo nos ha demostrado la Historia es la
trascendencia que puede llegar a tener la ficción a la hora de
fomentar la familiaridad y asimilación de grandes cambios sociales a
escala global. Sobre todo, si como ha hecho Bennet con estas Ángela
y Sera se desarrolla de forma tan estudiada y progresiva que resulta
imposible no ser partícipe de los sentimientos presentes entre
ellas. La identificación por medio de personajes con sabor a reales.
La misma clave que permitiría a Marvel dejar huella en el género de
superhéroes, y con la que la ahora han reavivado el fuego de los
dioses, volviéndoles a otorgar significado como fuente de
inspiración en nuestras luchas cotidianas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario