domingo, 1 de noviembre de 2015

Marvel y los dioses del sexo


NOTA: El siguiente texto incluye SPOILERS de 'Angela: Reina de Hel', si por alguna razón prefieres no saber nada de la serie hasta leer el primer número de la colección de Margeritte Bennet, Stephanie Hans y Kim Jacinto, déjalo este artículo para cuando ya hayas disfrutado el cómic. 

Hubo un tiempo en la que los dioses se elevaron como encarnaciones de las grandes pasiones e inquietudes humanas. Una época de tinieblas en la que nos acompañaban como haz de luz en el camino, permitiéndonos entender el mundo al que nuestra consciencia nos había arrojado. Dioses bajados del cielo con el relámpago en sus manos, dioses del amor, de la metalurgia, del comercio... Dioses del mar y de la tierra, junto a otros dando forma al placer o el pensamiento ilustrado. Pero como representación de nuestra naturaleza que eran, no solo encarnaban lo mejor de nosotros, sino también todo lo peor. Así que mientras comenzamos a prosperar y las divisiones entre clases se hicieron más y más marcadas, los dioses comenzaron a recluirse en su Olimpo de las alturas, desligándose de nosotros para entregarse a los placeres del hedonismo endogámico primero, y la severidad de la superioridad moral después.


Parcialmente alienados como abstracciones ultraterrenas más allá de la vida y de la muerte, los dioses continuaron en su cielo, mientras surgían nuevos mitos y leyendas para acompañarnos a lo largo de la Historia. Algunos nacían con afán de ser las nuevas brújulas de nuestro día a día, mientras que otros no tenían más ambición que la de servir de trivialidades ficticias que llegaban a nosotros desde el territorio más lúdico. Relatos que cobraban vida en la imaginación, saltando desde las hogueras primigéneas hasta la voz de los juglares, emprendiendo una constante evolución a través de la pintura, el papel impreso o el celuloide.

Fruto de un punto de intersección entre literatura, cine y pintura, fue así como los superhéroes nacieron entre viñetas, como un intento de usar el cómic para que las grandes historias universales volvieran a estar en contacto con el hombre de a pie. El resultado fue un nuevo panteón del entretenimiento encabezado por hombres y mujeres con asombrosas habilidades, embarcados en la interminable lucha contra la oscuridad. Una lucha en la que -como los Hércules, Jason o Ulises de antaño- los mitos volvieron a erigirse como figuras de atributos humanos reconocibles, que conectaron rápidamente con una juventud necesitada de aliento.


Nos encontrábamos en el convulso escenario de la II Guerra Mundial, tras el cual los enmascarados no pudieron evitar seguir los pasos de sus antecesores, siendo engullidos por el abismo de la intrascendencia a causa de envenenadas ideas como las de Fredric Wertham. Aquel bien pudo ser el fin, si no hubiera sido por la revolución propiciada por la llegada redentora de Stan Lee, quien se valió de sus años de experiencia en Timely y Atlas para alumbrar en Marvel Comics una combinación perfecta entre las aventuras de enmascarados y los ligeros dramas humanos de todos los Archie y Patsy Walker que triunfaban durante los cincuenta.

Lee consiguió que el género fuera más cercano que nunca convirtiendo a sus Cuatro Fantásticos en la imposible odisea cósmica de una familia norteamericana disfuncional, mientras que con Spider-Man nos narraba la epopeya del adolescente común, que comienza a adentrarse en el mundo de los adultos con unos poderes que todavía no conoce ni controla. Entre otras de las grandes creaciones de The Man estaban los X-Men, quienes durante décadas harían de su bandera un fuerte carácter social, con el que se abordaban temas como la persecución, el prejuicio contra lo diferente y la marginación.


No es de extrañar que gracias al trabajo de autores como Chris Claremont, la fraquicia mutante consiguiera uno de los más férreos núcleos de adeptos, con una fuerte presencia de lectoras y público gay entre sus seguidores. Odiados y temidos por un mundo al que habían jurado proteger, fue con los X-Men con quienes el cómic de superhéroes dejó de mirar de forma condescendiente a la mujer con iconos feministas como Jean Grey, Tormenta, Pícara o Kitty Pryde. Fue con ellos con los que se atrevieron a abordar abiertamente la sexualidad, cuando el resto de empijamados continuaban enfrascados en sus contiendas entre héroes y villanos. Fue en las aventuras de los X-Men en las que encontramos eco de temas tan complicados como el holocausto judío, el integrismo religioso o el Apartheid, siendo además los primeros que se atrevieron a ir más allá de la dicotomía heterosexual con personajes como Mística, Estrella del Norte, Destino o Karma. Historias que desafiaban la sempiterna perspectiva del consumidor WASP, siempre con el ojo puesto en las inquietudes presentes y futuras de la sociedad con la que convivían.

Tanto llegaron a conectar con el mercado, que los X-Men a punto estuvieron de morir del éxito arrastrando consigo al resto de Marvel. Hubo un punto de su medio siglo de historia, en el que la práctica totalidad de la editorial estaba compuesta por series de los X-Men o de Spider-Man, obligándoles a equilibrar la balanza para no ser engullida junto al resto de personajes por unas licencias que ya no eran ni completamente suyas. El resultado es que aunque hoy en día los X-Men siguen manteniendo buena parte de su carácter social y su cercanía a las inquietudes actuales, estas se han extendido por otras franquicias como la de los Vengadores o los Inhumanos, amoldándose la editorial entera a la que antaño fuera la clave del éxito de los mutantes.


Pudiendo encontrar desde a Ojo de Halcón reivindicando su condición como máxima representación del hombre de a pie, hasta el contexto islámico estadounidense de la nueva Ms Marvel -por no hablar de un Hombre Hormiga que ha reducido su tamaño hasta convertirse en la encarnación de la deriva vital del hombre de mediana edad- uno de los casos más singulares es el que podemos encontrar a día de hoy en la franquicia de Thor. Hablando de una divinidad que Stan Lee extrajo directamente de la ruda mitología vikinga, es difícil imaginarse un personaje Marvel que -con la fantasía épica retrofuturista que tradicionalmente ha acaparado sus aventuras- pudiera resultar más contrario a la búsqueda de empatía humana de personajes como Spider-Man o los X-Men.

Y sin embargo, desde que Joe Quesada se convirtiese en el máximo mandatatrio de la editorial, el universo del hijo de Odín se ha visto inundado por multitud de temas sociales, que van desde la convivencia entre dioses y hombres con Dan Jurgens y Joseph Michael Straczynski, hasta un decidido empeño en usar a los nórdicos para tirar abajo viejos tabúes en torno a la sexualidad. De la misma forma que los mutantes han sido durante décadas sinónimo de la diversidad y en Gotham parece haber algo en el agua que conviertea todas las mujeres en bisexuales -aunque casualmente a los hombres no parece afectarles-, desde la muerte y resurrección de los dioses en tiempos de 'Desunidos' los asgardianos parecen empeñados en volver a servir de inspiración, en un tiempo en el amplio abanico de la identidad sexual actual continúa sin ser del todo asumido por los pertinaces defensores de la división binaria tradicional.


Más de un purista de la santa palabra nunca del todo escrita de las odas escandinavas seguramente pondrá el grito en el cielo, alegando que las relaciones entre individuos del mismo género nunca fue algo propio de la cultura vikinga, como si lo pudo ser entre los ritos iniciaticos y efebos de la griega. Los rudos guerreros del norte también tenían relaciones con otros varones, sí. Pero como casi todo lo que respecta a los vikingos, cualquier tipo de relación con mujeres y hombres que no fuera por necesidades de convivencia o procreación, estaban más sujetas los vínculos forzados de amo y esclavo -cuando no al pillaje y la violación- que en lo que hoy podemos entender como vínculo sentimiental.

Aquí sería conveniente citar a la guionista de 'Capitana Marvel' Kelly Sue DeConnick, y las dudas que albergase a la hora de incluir una piloto de aviación de raza negra en una historia ubicada en la II Guerra Mundial (algo que nunca ocurrió hasta años más tarde en la vida real). DeConnick deshecho la idea por no ser históricamente correcta, arrepintiéndose años más tarde al considerar que -tratándose de historias en las que hay gente que vuela y lanza energía por los puños- es absurdo restringirse por las mediocridades y miserias de la realidad. Sobre todo cuando puedes romper sus normas, aspirando a un mundo mucho mejor. Y si como ya dejó claro Garth Ennis en su 'Thor: Vikingos', los dioses asgardianos de Marvel y sus diálogos shakesperianos distan de ser algo ni remotamente parecido a aquellas hordas que asolaron la Europa medieval, ¿por qué no elevar los horizontes, haciendo que los dioses vuelvan a tener significado como dioses?

Más que probable guiño a 'Tierra X', Straczynski fue el primero en ponerse ambiguo, por medio de un Loki que asumía forma femenina al usurpar la forma física de Lady Sif. Lo que comenzó como una retorcida forma de torturar a su hermanastro Thor, terminaría por arraigarse con el renacimiento del dios de las mentiras, como un andrógino y sexualizado antihéroe capaz de alternar entre las formas de hombre y mujer. Lejos de limitarse a la mera metamorfosis del engaño, la forma femenina del embaucador nuevo Loki era tan real como la masculina, convirtiéndose en una suerte de Orlando con capacidad de flirteo ilimitada, usando sus artes con hombres y mujeres independientemente de la forma que tuviese en cada momento.

Con una abierta sexualidad fluida producto de la letra de Kieron Gillen y Al Ewing, la identidad sexual de Loki trascendería a cualquier etiqueta como una deidad en constante cambio, de la misma forma que lo hiciera el Hércules de Greg Pak al hacer canónica su omnisexualidad mitológica a través de Estrella del Norte. Quizás fuera la todavía escasa proliferación de Tumblr -o que el Hércules de Pak y Fred Van Lente fuera una de esas series marginales a las que la editorial no parece dedicar demasiada atención-, pero Marvel no terminó de ser consciente de lo ocurrido hasta que los fans se encargasen de recordárselo con el lanzamiento de su próxima colección. Antes, Pak iría todavía más lejos, aprovechando el multiverso para enredar sentimentalmente a un Hércules alternativo con el no menos peludo Coronel Howlett (un Lobezno de otra dimensión). La nueva definición sexual del león del Olimpo cobraba vida propia más allá de los designios editoriales.


Mientras Loki experimentaba con un género en constante movimiento y el heleno Hércules ampliaba miras a todo lo que se moviese, la Valquiria Brunhilda se sumaba a esta nueva ola de dioses más allá de la heterosexualidad, convirtiéndose en la llave de las pasiones más íntimas de la arqueóloga Annabelle Riggs. Fue en las 'Intrépidas Defensoras', donde aquella Lara Croft geek creada por Cullen Bunn fue incapaz de contener su fascinación por la guerrera de vanaheim, recibiéndola con un entregado apasionado beso en su primer encuentro. Siendo su atracción por Valquiria tan evidente como si estuviera indicada con neones, que Brunhilda no se viera en situación de corresponderle -más teniendo en cuenta que por entonces se encontraba sentimentalmente unida al Agente Veneno Flash Thompson- no impidió que se convirtieran en camaradas de batalla.

Desgraciadamente, la asociación no terminó demasiado bien para la humana, quien moriría por culpa de los actos de Valquiria, dando inicio a una trama en la que Brunhilda emprendería su búsqueda en el más allá. En realidad, Bunn estaba tirando de los clásicos de la guerrera de Asgard, quien salvaría a Annabelle de la muerte uniendo sus almas, como hiciera con Barbara Morris, Samantha Parrington o Valerie años atrás. Compartiendo un único cuerpo de forma similar a los Capitanes Marvel SHAZAM! y Mar-Vell con Billy Batson y Rick Jones, la Valquiria y Annabelle se encontraron con la complicación de mantener sus respectivas relaciones -una con el citado Flash, la otra con una chica inhumana sin demasiado interés por ampliar sus intereses al sexo masculino- en lo que bien podría interpretarse como el primer conato de Marvel de abordar las relaciones poligámicas con más de una orientación sexual.


Eran tiempos de bromance en los que la camaradería entre el dios del trueno Thor e Hiperion tanto dio que hablar, por medio de ofrecimientos de bebidas afrodisíacas, puestas de sol en destinos exóticos y torsos desnuidos. No es que el responsable de la 'Secret Wars' no pareciera buscarlo, dando pistas sobre un vengador de orientación gay mientras forjaba una estrechísima camaradería entre el heredero de Asgard y el superhombre solar llegado a través de las barreras del multiverso. Al final Jonathan Hickman nos la jugó, pero eso no le impidió desarrollar una amistad de las que nacen las leyendas entre un Hiperion decidido a proteger su nuevo hogar, y un Odinson que atravesaba tiempos difíciles con la perdida del Mjolnir por culpa de los secretos y susurros de Jason Aaron.

El guionista de 'Scalped' cedería el martillo místico a una nueva portadora que -sin entrar en detalles sobre la identidad de su portadora- permitiría al autor firmar todo un alegato pro-feminista, abordando temas tan presentes como las asperezas entre el orden patriarcal imperante y los movimientos a favor de un reconocimiento equitativo par la mujer. Sin olvidar en ningún momento que estaba escribiendo un cómic de superhéroes sin otro fin que la épica y la aventuras, las páginas de la nueva Thor de Jason Aaron se vieron imbuidas por el espíritu del 'We can do it', encarnando en su aguerrida protagonista la lucha cotidiana de toda mujer. Con el padre de todos Odin como imagen de un sistema inamovible perpetuamente opuesto a cualquier forma de cambio, Freyja en frente y una reunión masiva de las guerreras de Marvel, la serie de Thor se alzaba desafiante pare derribar viejos prejuicios y barreras de género a golpe de martillo, subrayando todavía más lo que ha terminado por convertirse en una constante dentro de la franquicia. Una, en la que ahora vuelve a reincidir Angela en su nueva etapa como 'Reina de Hel'.


Primogénita perdida de Odin y Freiya, la guerrera de Heven creada por Neil Gaiman en páginas de 'Spawn' ya había demostrado una fuerte determinación a seguir el rumbo de su familia, con la introducción en el primer volumen de sus aventuras Marvel de la hacedora de historias Sera. Presentada como parte de la casta monacal de varones del mundo de Heven, donde -solo por nacer con género masculino- se veían volcados a una enclaustrada vida de oración austera y perpetua, la compañera de peripecias de Angela renunciaría a su género por el anhelo de ser una mujer, y viajar por todo el mundo viviendo interminables peripecias como una más de las guerreras angelicales. No siendo necesario indicar como Kieron Gillen y Margeritte Bennet invirtieron el orden social respecto a los escenarios con mayor sesgo de género de nuestra civilización, aquella Sera amiga de Angela se convertía en una rebelde fugitiva antisistema, rechazando su vida e identificación como hombre para asumir una condición más afín a la persona que realmente sentía ser en su interior. Asumiendo forma femenina, el monje fugado de Heven se convertía en la hermana de armas de Angela, desarrollando una estrecha relación con la hermanastra de Thor, no muy diferente a la de Xena y Gabriel (o la mayoría de los que hemos citado más arriba).

Esto tenía lugar mientras a Marvel no dejaban de lloverle críticas por no tener a ninguna serie con portagonista LGTB o -¡peor aun!- no solo no tenerla, sino además usar a los personajes LGTB para golpes de efecto sensacionalistas. Poco importa que en realidad lleven años sin promocionar ninguna salida del armario o historia con protagonistas gays como si fuera algo inusual o necesitado de gran atención mediática. ¿Alguien recuerda cuando bombo dieron a que los Jóvenes Vengadores de Gillen fueran el primer grupo de superhéroes intergramente LGTB o que los Nuevos Ultimates saliesen adelante sin ningún miembro anglosajón de raza blanca, masculino y heterosexual? Pero se filtran en a través de un blog las páginas de un número de 'La Nueva Patrulla-X' en la que el Hombre de Hielo discute su identidad sexual con Jean Grey -otra vez mutantes, no sea que con tanto protagonismo asgardiano comencemos a hablar de boicot-, y la red se llena de comentarios airados sobre la búsqueda de atención mediática de Marvel.


Pero la editorial seguía a lo suyo, y mientras todo el flame se gestaba entre portales de noticias y foros, los términos exactos de la relación entre Angela y Sera continuaban flotando como algo etéreo. Bennet y Gillen podrían haber dado un golpe sobre la mesa en cualquier momento pare dejar claro que Marvel continuaba con su política de toda la vida en lo que apoyar a colectivos desfavorecidos respecta, pero en su lugar prefieron por no mostrar demasiadas prisas, preparando el terreno a través de 'Asesina de Asgard' y 'Cazadora de Brujas' para que -cuando llegase el momento- conociésemos a los personajes lo suficiente como para que la revelación tuviera sentido.

No ofreciendo más que un reguero de pistas que hacían del vínculo entre la cazadora de monstruos de Heven y su compañera transgénero un secreto a voces más que evidente, ha sido el primer número de 'Angela: Reina de Hel' donde Margeritte Bennet -ya sin Kieron Gillen pero con Stephanie Hans y Kim Jacinto para acompañarla- ha terminado por dejar de lado las insinuaciones, e ir directamente a las claras. Lo hace, a través de un apasionado beso entre Angela y Sera, que no solo puntauliza de forma expositiva hasta donde llega la relación entre ambas, sino que supone además un arriesgado paso adelante en la determinación de la editorial a enarbolar unos ideales presentes durante toda su historia.



Siendo una de esas revelaciones que generan más cuestiones que respuestas, si mi memoria fuera la de antaño podría citar el caso trasladado a la pantalla hace unos años, sobre un profesor de California que comenzó a asistir a su trabajo vestido como una mujer. Seguía felizmente casado con su esposa y afirmaba no tener interés en otros hombres, pero también que durante años se había sentido cohibido sin poder expresar como de verdad era, hasta que un día decidió dejar atrás los complejos asumiendo un aspecto más cercano a su identidad real por medio de un vestido, peluca y maquillaje. Sirviendo para cuestionar como la sociedad actual nos condiciona imponiendo ideas preconcebidas en torno a la representación del género y la sexualidad, el caso de aquel profesor de instituto se alejaba de cualquier tipo de imagen binaria en torno a hombres y mujeres o homosexualidad y heterosexualidad.

La última gran frontera para la libertad del individuo, en la que la manifestación del yo interior venga determinada por quienes somos, y no por quien la sociedad cree que debemos ser de acuerdo a que tenemos entre las piernas. Pudiendo interpretarse como un precedente a lo que Marvel nos ofrece ahora por cortesía de Bennet, Hans y Jacinto, era imposible situar a aquel profesor que decidió hacer del travestismo su opción vital dentro de los estandares tradicionales, si no era sumiendo que entre los totales absolutos hay un amplio espectro de posibilidades que son imposibles de separar por medio de etiquetas binarias. ¿Es Sera un hombre porque lo determien sus cromosomas si en su interior se siente de otra forma, y ha decidido manifestarse al mundo como la mujer que considera que es? Enamorándose de alguien a quien conoció como hombre pero a quien terminaría apreciando como mujer, ¿cual es exactamente la orientación sexual de Angela? ¿Puede ser la relación entre ambas homo, hetero y algo todavía mucho más complejo a la vez? Preguntas sin respuesta clara en torno a un efusivamente beso entre la primogénita de Asgard y su amante transgénero, el cual solo se puede definir como dos personas que se quieren apasionadamente, más allá de cualquier tipo que catalogación que se pueda otorgar desde fuera.


La orientación sexual como mera cuestión estética que diría el Renton de 'Trainspotting', donde lo que realmente importa es la fidelidad a lo que uno siente, más que cualquier imposición de género por defecto. Pudiendo interpretarse como un paso más a la hora de fomentar la demolición de las barreras lingüistico-pseudomoralistas en las relaciones interpersonales, el amor con tintes mitológicos entre el ángel sin alas raptado en su cuna bajo el trono de Asgard y la monje fugitivo que quebrantó las cadenas del género para ser fiel a si misma supone un galón más para los dioses de Marvel. Unos dioses que desde el (pen)último Ragnarok, están tan empeñados en situarse a la vanguardia de la representación contemporánea de género y sexo, como lo estuvieran sus antepasados helenos en liderar a las tropas griegas en el asedio de Troya.


Y aunque para muchos quizás no sea más que trivialidades separadas del mundo real, si algo nos ha demostrado la Historia es la trascendencia que puede llegar a tener la ficción a la hora de fomentar la familiaridad y asimilación de grandes cambios sociales a escala global. Sobre todo, si como ha hecho Bennet con estas Ángela y Sera se desarrolla de forma tan estudiada y progresiva que resulta imposible no ser partícipe de los sentimientos presentes entre ellas. La identificación por medio de personajes con sabor a reales. La misma clave que permitiría a Marvel dejar huella en el género de superhéroes, y con la que la ahora han reavivado el fuego de los dioses, volviéndoles a otorgar significado como fuente de inspiración en nuestras luchas cotidianas.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario