Superman y su ilimitada fuerza. Ese argumento tan a menudo esgrimido por los
detractores del personaje al hablar de las razones de su falta de
interés, y que ha terminado por convertirse en una de las mayores
falacias por parte de los que no entienden al último hijo de Krypton
en absoluto. Solo con su primera aproximación cinematográfica al
personaje, Richard Donner ya se encargó de demoler la máxima
de forma incontestable, por medio de una escena de tres minutos en la
que reflejaba perfectamente la tragedia del hombre más fuerte del
mundo.
Llegado
desde un planeta alienígena con una constitución sobrehumana capaz
de prácticamente todo, el joven Clark Kent comenzaba a
descubrir sus poderes, viéndose tentado a usarlos como cualquier
otro adolescente para alardear frente a sus compañeros. Con el
futuro del mundo en sus manos y un potencial ilimitado para
prácticamente todo, Clark se enfrentaba a una edad difícil en la
que se forjaría el hombre que sería durante el resto de su vida,
dando lugar a un conversación padre-hijo en la que Jonathan Kent
trataría de orientarle.
Rodada
a través de los interminables campos de cereal de la América rural,
Donner resumió todo lo que hay que saber sobre Superman con una
charla en la que Glenn Ford abrazaba fraternalmente a Jeff
East mientras caminaban hablando sobre el futuro y su lugar en el
mundo. Una escena familiar con sabor a labranza, tarta de manzana y
siesta en el porche, que concluía cuando Clark corría hacia el
granero con su perro y Jonathan trataba de seguirlos hasta frenarse
en seco por un frío hormigueo en su brazo izquierdo. La vida de Pa
Kent se esfumaba sin que su hijo -con toda su omnipotencia- pudiera
hacer nada para evitarlo.
Empequeñecido
por la inmensidad del paisaje, el dolor se convertía en la más
severa de las enseñanzas para el joven Superman, completamente
desolado por la fragilidad de la vida humana y su propia impotencia
para salvar a su padre. Yendo más allá de la borrachera superlativa
de los poderes de su personaje, Donner nos enfrentaba a la abrumadora
insignificancia del ser humano y la insoportable soledad de el
hombre que lo tiene todo. Una angustia vital igualmente palpable
-aunque de forma más tragicómica- en One-Punch Man.
Solo un tipo corriente que ejerce como un héroe corriente
Creado
por el mangaka ONE, este alopécico superhéroe de rasgos
apenas esbozados nació en forma de webcomic, para después saltar al
Manga primero y a la pequeña pantalla con MadHouse después.
Lo que propone es tan sencillo como presentar a un superhéroe cuyo
nivel de poder es tan descabelladamente alto, que puede acabar con
cualquier enemigo de un solo puñetazo. A priori podríamos pensar
que una habilidad como esa convertiría a cualquiera en la envidia de
su gremio. Pero lo que persigue a Saitama -la identidad civil del
desempleado que se convierte en One-Punch Man- es en realidad el
completo vacío de ser incapaz de encontrar un reto que le dure algo
más que unos segundos.
A
pesar de que llevaba sin catar ningún anime desde tiempos de 'Gantz'
y que la impresión que tenía del estado actual de la animación
japonesa no era demasiado optimista, 'One-Punch Man' (El Hombre de Un Puñetazo) me ha
resultado una propuesta francamente fresca dentro de un género tan
básico como viene siendo el shönen. Cargada de ingenio a la
hora de mofarse de tics y lugares comunes, con una completa falta de
pretensiones y un ritmo constante en el que la exagerada acción está
más cerca del slapstick que de todos Goku de la vida, hay algo en su
encanto primario que recuerda aquel Hellboy iniciático que
hiciera suya la fórmula de la aventura de situación a base de
monstruos, frases y hostias.
La tragicomedia del hombre más fuerte del mundo.
Hipérbole
de los dramas y miserias de ser tan bueno en algo que lo que
disfrutas termina convirtiéndose en una fuente de frustración y
tedio, 'One-Punch Man' tiene material para dejar huella como una
disparatada sátira de los superhéroes con ramalazos de patetismo
existencial. Todo depende de que sea capaz de mantener la chispa inicial, eludiendo fantasmas como la apatía y la repetición. No en vano, si algo sabe Saitama tanto como Superman es que no todo son alegrías en ser el hombre más poderoso del mundo, y que hay un enorme trecho para caer de boca cuando te elevas Up, up and away!
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