No
quiero sonar como si tuviera alguna obsesión malsana tipo personaje
de manga de Junji Ito, pero hay un tema que siempre me ha fascinado:
Los círculos. Si hablamos de círculos y mitología nórdica ya ni
hablamos. Si es que a lo del Thor cinematográfico de Marvel
se le puede considerar del todo “mitología nórdica”, claro.
Pero aun con todo hay ciertos aspectos relativos a este tema en la
saga del personaje interpretado por Chris Hemsworth que me
parecen lo suficientemente interesantes como para hablar de ello, y
-aun con sus claras carencias- tener esta saga muy en cuenta si nos
preguntamos cual es la mejor de Marvel Studios hasta la fecha. Dicho
lo cual, lo que viene a continuación trae SPOILERS de Thor
Ragnarok, y del resto de películas del personaje, o con el
personaje.
Presentado
en una fastuosa fiesta con todos los honores -en la que su padre
pretende celebrar la gloria de su hijo mientras su hermano contempla
desde las sombras- hay tres escenas de Thor (2011)
de Kenneth Brannagh, que me parecen especialmente relevantes para
el devenir que el personaje tendría después. La primera es cuando
-después de la internada de los Gigantes de Hielo para recuperar el
Cofre de los Inviernos- Thor discute con Odín. En ella vemos
a un Thor altivo, desafiante, hambriento de guerra. Un Thor belicoso
que reprocha a su padre haberse vuelto débil con los años, y que el
camino para devolver a Asgard a su antigua gloria es imponer su
fuerza / justicia en los Nueve Reinos a golpe de martillo.
En la
segunda, vemos a Thor por primera vez en acción, acudiendo con sus
camaradas al mundo del Rey Laufey. Thor ignora las palabras de
su padre para plantar cara a este, y tras enfrentarse a Laufey lidian
con sus ejércitos, y la huida de un monstruo de hielo para acabar
escapando por el portal del arco iris.
En la
tercera de estas escenas, Thor se enfrenta a las consecuencias de
estos actos. Llega El Juicio de Odín. En la escena nos
encontramos a Thor y su hermano Loki en una estancia vacía bajo la
mirada de El Padre de Todos quien -furioso- le arranca un
broche de su capa a su hijo, le deja sin martillo y condena al
destierro arrojándolo a otra dimensión. Con esta condena, a Thor le
tocará emprender un viaje de penitencia con el que recibir una cura
de humildad y descubrir quién es.
Antes
de pasar a otra película, añadir también que Thor (2011) es
también el film donde vemos a Loki emprender su viaje de
transformación en villano. Un viaje especialmente interesante, dado
que supone una de las pocas ocasiones en las que podemos ver a un
villano construirse paso a paso con un mínimo de solidez. O por lo
menos, de una forma infinitamente más solida de lo que se hiceria
con Anakin Skywalker de la segunda trilogía de Star Wars. Pero
escena más relevante de Loki en su camino a la villanía no ocurre
en el Thor de Brannagh, sino un año después en Los Vengadores de
Joss Whedon. Como parte de la distracción orquestada por el dios
de las mentiras para que sus secuaces puedan robar un extraño metal
-y de paso él mismo puediera dejarse capturar para manipular al
enemigo desde dentro- Loki se pone en modo “Zod”
amenazando a la multitud mientras les insta a que se arrodillen ante
su nuevo rey.
Tras
estas dos películas llegarían El Mundo Oscuro
(2013) y La Era de Ultron (2015), dos films
en los que vemos a Thor y Loki continuar su senda, con el dios del
trueno dejando atrás su exaltación patriotera de asgardiano
beligerante, para virar a una actitud más abierta de un dios viajero
y “cosmopolita”. Un ciudadano de los Nueve Mundos capaz de
ver más allá de las fronteras de su hogar, y al que incluso se le
hace difícil mantener sus raíces con Asgard. Mientras, su hermano
el dios de las mentiras flirtea con la redención. Pero una redención
con trampa, ya que es de esas que parecen buscarse, pero al final
acaba demostrando que no puede evitar ser como es.
Así
llegamos hasta Thor: Ragnarok (2017) de Taika
Waititi, donde de nuevo me gustaría subrayar tres escenas. O
mejor dicho, dos que valen por varias de las anteriormente citadas.
En la primera vemos a Thor en acción. Sigue siendo la misma
figura poderosa e imponente de antaño, pero también con cierto
carácter a vuelta de todo fruto de la veteranía ganada. En esta
escena volvemos a verlo encarando a un soberano de otro mundo
(Surtur), enfrentarse a las hueste de su ejército y acabar
huyendo de una monstruosa criatura de fuego a través del Bifrost. Es
prácticamente la misma escena que en la que lo veíamos desplegando
por primera vez sus habilidades hace seis años, salvo porque: a) lo
obvio, sucede en otro reino, no es la misma. b) Vemos a un Thor mucho
más suelto que bromea, lanza embates verbales y cuenta con la
suficiente experiencia como para hacer frente a esta situación por
si solo.
Antes
de pasar a la segunda escena que nos ocupa, sería necesario hablar
de un interludio en el que es Loki quien se suma a la
película. Retomando a su personaje desde donde lo dejo El Mundo
Oscuro, comprobamos que -definitivamente- el dios de las mentiras
solo aprovecho su conato de redención para seguir cayendo en sus
antiguos vicios. Pero como Thor con su heroismo, Loki tampoco parece
abordarlos con la misma solemnidad de antaño. Es un Loki mucho más
suelto, y que asume su papel de dios problemático sin complejos. Es
tras el encuentro de ambos dioses cuando emprendemos la búsqueda del
desaparecido Odín, la cual culmina con la muerte de El Padre
de Todos -que ya desde hace unas cuantas películas venía avisando
que su salud no andaba muy allá- y la entrada en escena de Hela,
personaje interpretado por Cate Blanchett el cual descubrimos es la
hermana mayor de Thor y Loki.
Más
allá de donde deja esto a Odín, quien habría tenido a una hija
encerrada en otra dimensión durante miles de años sin que nadie en
Asgard supiera de ella -se ve que lo de desterrar a sus hijos no es
algo que comenzara a hacer con Thor-, me parece mucho más
interesante el que Hela no aparezca hasta que El Padre de Todos
muere. Pero sobre todo, ¿cómo se nos presenta Hela? Como un
personaje altivo, desafiante, hambriento de guerra. Una Hela belicosa
que reprocha a su padre haberse vuelto débil con los años, y a la
que posteriormente descubrimos como el azote de Asgard, que
extendería el terror por los nueve mundos, cabalgando sobre los
lomos de su lobo Fenrir con el Mjolnir en su mano.
Dicho
de otra forma, Hela es Thor. O mejor dicho, aquello en lo que
se habría convertido Thor de haber continuado siendo el personaje
que nos presentaba Brannagh al inicio de su primera película. Un
Thor que no hubiera recibido la cura de humildad que supuso para él
su exilio en Midgard, y que hubiera proseguido con su actitud
violenta e iracunda. Pero ahí no acaba la cosa, ya que, ¿qué es lo
primero que hace Hela al liberarse de su encierro? Dirigirse a Thor y
Loki en modo “Zod”, ordenándoles de se arrodillen
ante su reina. ¿Os suena?
Probablemente
sí, teniendo en cuenta que es de la que hablábamos unas líneas más
arriba. De nuevo nos encontramos en una situación identica a las
vistas en anteriores entregas de la saga (en este cso, Los
Vengadores de Whedon), con una relectura al ser Hela la que ocupa
el lugar de Loki, y esta la que insta a los hermanos a someterse.
Dicho de otra forma, Hela es Loki. O más bien aquello en lo
que se habría convertido Loki de haber abrazado su conversión en
villano por completo. ¿Se entiende por donde voy? Si aun no,
expongámoslo de esta forma: Hela es un espejo. Odín acaba de
morir, y Thor y Loki ya no cuentan con la expectativa de un padre en
la que contemplarse. Durante las anteriores películas de la saga,
los dos hermanos se encontraban en una pugna perpetua con algo que
cualquier hijo, cualquier estudiante, cualquier empleado o cualquier
ciudadano de cualquier país en el que haya una figura de autoridad
conoce muy bien. La batalla sin fin entre la persona que eres, y la
persona que el padre, madre, docente, jefe, autoridad local, estado,
etc... espera que seas. O mejor cambiemos de verbo, te insta a que
seas. Prácticamente te ordena que seas.
Esto
deja una senda bastante delimitada con la que de alguna forma u otra
todos batallamos durante diferentes momentos de nuestra vida. Tu
padres quieren que estés en casa a una determinada hora en casa, tu
prefieres quedarte hasta más tarde. Tus profesores te ofrecen una
serie de tareas, tu decides emplear tu tiempo en algo que consideras
más estimulante. El jefe te da una serie de instrucciones, tu
consideras que lo harías mejor de otra forma. La ley te indica que
actues de una manera, pero tú realización personal va por un camino
diferente. No es que sea algo continuo -porque si no estaríamos
hablando de llevar la contraria por llevarla-, pero sí que es algo
inevitable. Algo que nos encontrarse en diferentes fases de nuestra
vida, fruto de la imposibilidad de que la persona que queremos ser
coincida al 100% con las expectativas que haya colocado sobre
nosotros la autoridad / jefe de la tribu que sea responsable
de nosotros en cada momento.
Pero
llega un momento en el que por una razón u otra, dicha autoridad
desaparece. Nos vamos de casa de nuestros padres, terminamos los
estudios, dejamos el empleo para montar nuestra propia PYME o hasta
nos independizamos de autoridad que nos gobierna. A veces puede ser
algo que alcancemos por voluntad propia, en otros no nos queda otra
si hablamos de progenitores que mueren, empresas que cierran las
puertas o estamentos que se disuelven. ¿Y ahora qué? ¿Libertad
total, no? Que viva la pepa y cada uno haga lo que le plazca. Ahora
es cuando viene lo realmente jodido, ya que el enemigo a batir ya no
es la expectativa que haya puesto sobre ti tu padre, madre, maestro,
jefe o autoridad civil. A partir de ahora estás volando sin red, y
el principal enemigo que puede hacer que pierdas el equilibrio y te
pegues la hostia del siglo contra el suelo eres tu mismo. A veces
será por vicios veniales de los que nos hacen tan encantadores -te
gusta dormir, sueles llegar tarde, disfrutas con pasión de los
placeres hedonistas de cada día-, en otras por cosas mucho más
serias si entramos en el terreno de las adicciones, los
desequilibrios de conducta o la mala planificación de vida.
El
caso es que todos tenemos una parte realmente
jodida con la que tarde o temprano nos toca enfrentarnos, y los
momentos en los que perdemos a una de las correas que nos
mantienen a salvo de ella suelen ser determinantes para debatirnos
entre ser capaces de tomar control de nuestra vida o irnos
definitivamente a la mierda. Como primera figura de autoridad que
conoceremos en nuestra vida, la perdida de un padre o una madre puede
ser una de las más trascendentes en ese aspecto, no hablemos ya si
nos referimos a un padre que además es mentor, rey, estado y de
postre dios celestial. Esta es básicamente la situación a la que
hacen frente Thor y Loki en Ragnarok, donde tras la muerte de su
padre se enfrentan a la perdida de cualquier tipo de referente que
otro pudiera tener sobre ellos, y pasan a tener ante sus narices una
über versión de lo peor de ellos mismos.
Tan
próxima a un Thor tiránico, sanguinario e implacable como de un
Loki despótico, narcisista y taimado, Hela hace su entrada
convirtiéndose en la protagonista de una escena idéntica a la del
Juicio de Odin. De nuevo los dos hermanos en la intidimidad de
encontrarse a merced de un tercero, salvo que en lugar de ser el
padre es una hermana que tiene lo peor de ambos. El Juicio de
Hela podríamos llamar a este proceso en el que ya no es lo
que nuestro padre espera que seamos lo que nos mide, sino nuestros
propios demonios los que nos condenan. Y si con la escena en la que
vemos al personaje por primera vez en acción ya decíamos que había
un claro paralelismo entre Thor (2011) y Thor Ragnarok
(2017) -el principio y el fin-, aquí de nuevo volvemos a encontrarlo
al ser desterrados por segunda vez Thor y Loki, de forma
prácticamente idéntica a como ocurría en la primera.
Si en
aquella sucedía con los dos hermanos frente a Odín, ahora vuelven a
ser ambos los que se alzan frente a Hela. Sin en aquella era Odín
quien dejaba a Thor sin su Mjolnir, ahora es Hela. Si en
aquella Thor era arrojado a Midgard, ahora... Bueno, digamos que el
lugar al que cae sin duda le hace añorar la Tierra. Es en la
severidad de ambos destierros donde están las principales
diferencias de la situación que nos plantean ambas películas, ya
sea con un Odín que simplemente te ha quitado las llaves del
Mjolnir hasta que demuestres ser digno y una Hela que lo aniquila sin
piedad. Entre que te arrojen del Bifrost para que vayas a parar a un
mundo que para un dios es el equivalente a una piscina de bolas o que
te peguen la patada con la esperanza de lo que te espere sea morir.
Los paralelismos van tan lejos que si en la primera Odín arrancaba
uno de los broches de la capa de Thor, en Ragnarok se vuelve a dar
exactamente la misma escena, con la salvedad de que es uno de los
chatarreros de Sakaar quien deja la capa de Thor colgando de un único
medallón. En la primera la lección la daba el padre, ahora la da la
vida y viene con navaja. Bienvenido al barrio, madafacka.
Así
comienza el segundo destierro de Thor y Loki, con unos
paralelismos más que evidentes con el primero que sufrieron ambos
-autodestierro en el caso de Loki-, pero también dejando
claro que ya no son las mismas personas de entonces. Podríamos
incluso considerar que lo de la primera película no fue más que un
simulacro, y este el verdadero examen final, en un film en el que el
destierro tiene muchísima más relevancia que en la de Brannagh.
Porque ya no es que sean solo los dos hermanos. Tenemos un mundo
entero de desterrados, con un sinfín de personajes que -por
diferentes razones- se han visto forzados a hacer de hijo pródigo
sin sitio al que volver. Valquiria, Hulk, Korg...
Ya sea por huir de la aniquilación de sus hermanas, escapar de un
planeta en el que le ven como un monstruo o condenado al exilio por
organizar una revolución, todos los refugiados de Sakaar encaran su
propio destierro, en un mundo en el que hasta su propio gobernante
(El Gran Maestro) es un desterrado que tuvo la suerte de
llegar antes que nadie.
Centrada
en la cuestión de buscarse uno mismo a través del destierro
o descubrir quién eres una vez lo has perdido todo, sobra decir que
Thor Ragnarok aborda este tema de una forma plenamente retrospectiva.
Un enfoque que a fin de cuentas es habitual en este tipo de
historias. Pero lo ingenioso es como lo hace, ya que aquí no tenemos
flashbacks ni fragmentos extraidos de anteriores películas, sino que
se tira de recursos como el teatrillo de Loki o el compañero de
celda de Thor, con los que se nos refrescan los eventos pasados de la
saga. Eso por no hablar de la gran cantidad de guiños que a veces
flirtean con la parodia, rememorando momentos como la escena a lo
La Bella y La Bestia de Hulk y la Viuda Negra o la venganza por
la sacudida de Loki.
La
cuestión es que este enfoque es en parte necesario cuando hablamos
de búsquedas como la de encontrarse a si mismo tras una pérdida que
básicamente ha sacudido todo su mundo, y que aquí además se
plantea junto a la necesidad de ser capaz de redefinirse para
continuar adelante. Tema condensado en la frase que prácticamente
podríamos decir que resume el film, ese Asgard no es un lugar,
sino el pueblo que lo habita es tan aplicable al éxodo -otra
vez el exilio como medio para encontrar la identidad- de los súbditos
e Odín, como al viaje personal de la mayoría de protagonistas.
Asgard no es el lugar como Thor no es su martillo, de la misma forma
que Loki no termina siendo el villano que dicta la historia, o
Valquiria, Hulk o Korg se sobreponen a la tragedia, la condición de
monstruo y el fracaso que delimitan sus narrativas. Hasta el propio
Skurge, siendo uno de los personajes más secundarios de la cinta
tiene su oportunidad para reivindicarse, en una película en la que
-de una forma u otra- todos los personajes hacen frente a la
necesidad de la reinvención personal frente al cambio.
Que
-en uno de los pocos momentos de la saga que verdaderamente beben de
la mitología nórdica- Thor llegue a esta verdad que determina el
futuro de Asgard tras perder un ojo, no es solo una forma de reflejar
que el hijo ha derrotado a sus propios demonios para aceptar su papel
como nuevo padre, sino también una referencia directa a la leyenda
en la que Odín alcanzase la sabiduría tras arrancarse su propio ojo
en el Pozo de Mimir. Aquí, es el momento en el que Thor consuma su
transición final a la divinidad, descubriendo la vía para salvar a
su pueblo y cerrar el círculo de esta historia de padres e hijos en
forma de Ragnarok.
Así,
como un dios que se adapta al cambio, que encara las circunstancias
eternamente cambiantes y navega el flujo del tiempo como el que sabe
que es algo a lo que no se puede hacer frente, Thor asume su
lugar en el mismo trono que antes se sentase su padre, marchando
lejos del hogar al frente de su pueblo. En Asgard mientras, la
indoblegable Hela, la que no cambia ni conoce la humildad, la que se
mantiene férrea a como era un principio, sin ceder ni un milímetro
de terreno, la Hela del carácter inamovible de aquel Thor de
la primera película que prefería el martillo antes de pensar
siquiera en la indignidad que suponía para él la diplomacia -más
conocida como el arte de ceder- encuentra su fin anunciado al
chocar de bruces con el único fin al que su camino podía conducir:
A querer morder tanto que termine rompiéndose sus fauces, frente a
un aniquilador muro de piedra imposible de engullir. Y en cuanto a
Loki... Loki sigue siendo una incógnita que todavía quedará
por resolver.
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