"Ok, ok. Mírame. Es
tu culpa, es la culpa de otro... A quién le importa. Escucha, la
ciudad esta volando. ¿Ok? La ciudad está volando y estamos luchando
contra un ejército de robots. Y yo tengo un arco y unas flechas.
Nada de esto tiene sentido, pero aun así voy a volver afuera porque
este es mi trabajo, ¿ok? Pero lo que no puedo es hacer mi trabajo y
a la vez hacer de niñero. Así que no importa lo que hicieras o lo
que fueras. Si sales ahí fuera vas a luchar, y vas a luchar como si
te fuera la vida en ello. ¿Que decides quedarte aquí? Bien. Enviaré
a tu hermano a recogerte. Pero en el momento que decidas salir por
esa puerta, serás una Vengadora"
El Ojo de Halcón de los
comics es un personaje que me ha apasionado desde que tengo uso de
razón, puede que por lo que siempre me gustaron desde pequeño
personajes como Robin Hood y Guillermo Tell -mitiquísima la serie de
este- o puede que por su indoblegable personalidad de encantador
gañán bocachancla y buscabullas.
Pero que me guste la definición
de un personaje no implica que no me pueda gustar también una
variación del mismo. Y aunque el Ojo de Halcón Ultimate en el que
se inspira no es ni mucho menos santo de mi devoción, he de decir
que lo de buscar las raíces del Clint Barton en la Ámerica familiar
de la tarta de manzana, las interminables hectáreas de tierra
cultivable, la granja labrada con sus propias manos, las herramientas
artesanales hechas por si mismo y el plan de jubilación cada vez me
parece más brillante.
Hijo directo de un Clark Kent que ni siquiera
necesita de herencia alienígena para unirse a los más poderosos
héroes de la TIerra sin más poder que la de su puntería y un arco
-qué más hace falta para enfrentarse a Loki, las hordas chitauri,
enemigos con superpoderes, los ejércitos robóticos de Ultrón o
Thanos-, este Middle Aged Hawkeye que llega a los Vengadores con la
sabiduría de la tierra y la veterania de la edad curtida es lo que
le hacía falta a este equipo de supersoldados de Nueva York,
empresarios de alta cuna, dioses, brillantes científicos y
superespías internacionales para ser realmente plural.
Que al fin y
al cabo, dentro del esquema de los Vengadores, Ojo de Halcón siempre
brilló por ser la imagen del hombre de a pie y -aunque sea de forma
diferente, más regular joe de los que alimentan día tras día a la
nación con el sudor de su esfuerzo desde todas esas poblaciones de
Estados Unidos que no aparecen en las sit coms que la idealización
cosmopolita del cowboy de medianoche llegado a la gran ciudad- esto
es algo que el Clint Barton cinematográfico lo clava.
Y además de
que forma. Porque ya no es que es que se remonten hasta la visión
romántica del corazón de América que ha quedado impreso en buena
parte de la literatura de Mark Twain. Es que lo han hecho
remontándose mucho más lejos en sus raíces hasta convertirlo
prácticamente en una reimaginación contemporánea del personaje de
James Fenimore Cooper. Pena que esto último tampoco implique un
futuro demasiado favorable para su persona...
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