Exprimido -de momento- todo lo que tenía que contar de Thor: Ragnarok, toca volver a Blade Runner 2049, película de la que aun me quedó bastante miga que sacar. Uno de los aspectos más fascienantes del film de Dennis Villeneuve es su poderoso simbolismo, fruto de elementos que parecen provenir de un sin fin de culturas y mitologías.
Esto
no es que sea para nada nuevo, ya que estaba muy presente en la cinta
original de Ridley Scott, con todo aquel herbidero multicultura que
se nos mostraba en la ciudad de Los Ángeles del año 2019. Punks,
Hare Krishna, vendedores ambulantes gritando a viva voz “Venga
que lo tengo baratooo” en un
perfecto español... Aquella distopia era a la vez la peor pesadilla
de Donald Trump y el más que plausible resultado de su gestión.
Pero
si en Blade Runner 2019 destacaban ante todo los elementos simbólicos
de herencia egipcia, grecolatina y judeocristianaislámica, es
curioso como Blade Runner 2049 introduce no pocos de ascendencia
nórdica. Elementos como ese árbol muerto en cuyas raíces se
encuentra la sustancia para construir un nuevo mundo, como la
referencia aun más evidente que es el personaje de Freysa.
Si
el nombre de la líder de la insurgencia replicante -otro ejemplo más
para cuestionar el que 2049 descuide a sus personajes femeninos-
interpretada por la actriz israelí Hiam
Abbass no fuera
suficiente, el que esta se nos presente como una mujer de avanzada
edad media cubierta con una túnica de cuervo ya es prácticamente
una señal con luces de neón en la cara. Pero ya el remate es que
además sea tuerta, presentándose -por si todavía no bastase- como
una figura omnisciente que parece ser la única de toda la cinta en
discernir que es real y que no.
Presentada
como una suerte de versión
femenina de Odín que se
prepara para encabezar la toma de poder de estos Aesir sintéticos
-frente a la decadencias de los Vanir que los crearon y que
languidecen en el ocaso de sus días-, el simbolismo de la ausencia
de su ojo cobra más interés si además tenemos en cuentra el
cortometraje Blade Runner 2022.
Dirigido por Shinichiro Watanabe, en él vemos como el Nexus 8 Iggy
Cygnus encabeza el primer
gran golpe de los replicantes contra la humanidad, al provocar el
gran apagón que deja a nuestra especie en la más absoluta
oscuridad.
Que
dicho cortometraje concluya con Cygnus -rodeado de llamas-
arrancándose su ojo de derecho como renuncia a su más evidente
rasgo de manufactura humana, bien puede considerarse como la
constatación de que la figura del líder tuerto no es ni mucho menos
trivial, dentro de la cultura de los replicantes.
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