Una saga de películas repleta de luz, aventura y fantasía, pero bajo la que subyace una fuerte impronta melancólica por un heroismo de otro tiempo en perpetua pugna con el gris estado actual de las cosas. Evasión consciente pura y dura que invita a volver a soñar como en tiempos más sencillos. Una saga de películas con fama de frías y cerebrales, pero con un discurso sólido como una piedra que aborda cuestiones sociales y políticas desde una apuesta muy marcada por la ciencia ficción. Una aspirante a saga duramente cuestionada por su pomposa grandilocuencia y un despliegue visual al borde de la demencia.
Dejando de lado alguna de las grandes diferencias entre cada una de las respectivas sagas, podríamos estar hablando de la moda de las películas de superhéroes con la saga de los Vengadores de Marvel Studios, los X-Men de Bryan Singer y la saga de la Liga de la Justicia de Warner con su Batman v Superman, como podríamos estar haciéndolo del boom de la space opera de los sesenta y ochenta, con Star Wars de George Lucas irrumpiendo en escena, mientras las Star Trek daba el salto al cine y la compañía de Dino DeLaurentiis probaba suerte con la mastodóntica adaptación de Dune a cargo de David Lynch.
Ambas sagas incluso llegarían a ser defendidas incluso con la misma visceralidad por unos aficionados que renegaban entre esputos y bilis de las contrarias. La gran pregunta viendo aquel escenario con perspectiva, es si hubiera sido mejor que una de estas sagas engullese a las demás imponiendo un único estilo, o si fue mejor disfrutar de la variedad que nos ofrecieron. Yo, personalmente, lo tengo muy claro.
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