miércoles, 26 de agosto de 2015

Las locas aventuras sexuales de la Avispa


Hace unos escasos días, discutía con unos compañeros sobre esas cuestiones sobre la concepción tradicional de géneros que -afortunadamente- están tan en boga. Entre las ideas puestas sobre la mesa no pudieron faltar referencia a conceptos como las presiones sociales entorno a la identidad sexual o los efectos colaterales del amor heteropatriarcal. Con esta palabra tan larga se suele referir a las relaciones tradicionales de noviazgo / matrimonio / formación de una familia a las que llega empujándonos la sociedad desde antes que el tiempo fuera tiempo.

Algo normal si nos trasladamos a tiempos de las cavernas, ya que por aquel entonces el número podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte, no viniendo nunca mal tener un hijo robusto que pudiera defendernos cuando fuéramos unos desvalidos ancianos o al que comernos cuando no hubiera mamuts a mano. Sin embargo, mucho han cambiado la película desde aquellos tiempos, siendo conveniente plantearse si herencias como el matrimonio o la monogamia tienen actualmente mucho sentido.

No voy a ir de cínico cuestionando si es posible o no el amor exclusivo y eterno, pero conozco demasiados casos de parejas que sacrifican sus vidas personales el uno por el otro para acabar divorciados a los pocos años, colegas de farra que desde pequeños salían no ya a conocer a alguna chica, sino al amor de su vida, o parejas en las que ella no sentía más interés en el otro que como molde sobre el que perfilar al actor secundario de la boda de sus sueños. Ni en mil vidas podré ver como algo sano esas expectativas a las que nos empuja la vida. Si no las cumples eres un mierda, si lo sigues fidedignamente este es el camino a la felicidad (aunque como paradoja sea lo que en muchas ocasiones te dejes atrás).
A Hank le venía grande

Dentro de la ficción, pocos casos se me ocurren más significativos en este aspecto que el de la Avispa y Hank Pym, en sus comienzos uno de esos amores idealizados fruto del alcahuete Stan Lee, para después evolucionar hasta convertirse en una relación tóxica perjudicial para ambos. A toro pasado podremos engordarnos la boca sobre como Jim Shooter arruinó para siempre la carrera de Hank Pym como hice yo mismo por aquí, pero dejando atrás esas minucias -será por superhéroes-, para atreverse a reflejar una realidad tan silenciada como la violencia de género hubo que tenerlos bien puestos.

En lo bueno y en lo malo, aquella escena quedó grabada como Historia del cómic de superhéroes, influyendo de forma drástica en el devenir de ambos personajes. Lo que nunca he entendido sin embargo, es porque guionistas como Kurt Busiek o Geoff Johns se han empeñado a volver emparejarlos cuando si algo demuestra su trayectoria es que ambos personajes están mejor mientras menos decidan implicarse sentimentalmente. Pudiéndose comparar cualquiera de las etapas en las Pym andaba con Tigra o Janet liderando los Vengadores de Stern con las continuas crisis nerviosas, ataques de inseguridad, reproches, matrimonios a la fuerza o brotes de violencia explosiva que les ha caracterizado, en el caso de La Avispa esta adicción a su relación tóxica con Pym le ha servido además de obstáculo para nunca prosperar de forma individual.

Quién necesitaba a Pym, si todo era más divertido cuando él no estaba

Ser de los pocos personajes clásicos de los Vengadores que no ha tenido serie propia -a pesar de ser una de sus fundadoras- ya dice suficiente del menosprecio general con el que Marvel ha tratado a la pobre Avispa. Sobre para quien como yo siempre la ha tenido como personaje central de la gran aventura del universo Marvel. Al fin y al cabo, ella siempre fue la protagonista de la saga fundacional de los Vengadores. Esa joven muchacha que abandonó su hogar en la clase acomodada, para descubrir un mundo de dioses, gigantes radiactivos, paladines industriales, científicos microscópicos y caballeros de tiempos remotos. Con su uniforme de azafata chic con cascos de radiofonía incluidos -o se va a luchar con la mejor música o no se va a ningún sitio- y las alas protésicas que le permitían revolotear alrededor de aquellos apolíneos héroes, la Avispa era la Barbarella de la editorial. Una viajera en primera clase, sofisticada, coqueta y siempre en busca de romance, para una promesa continua de mundos imposibles, colorida ciencia pop, peleas contra pintorescos villanos de opereta y algún que otro escarceo por las alcobas.

Que la limitasen a ser la pareja de un no suficientemente interesante Hank Pym fue una forma de cortar las alas a aquella aguerrida y pizpireta Campanilla que coqueteaba con Thor o cualquiera que se le pusiera a tiro, pero que además ejercía como una suerte de voz de la cordura cotidiana entre tanto superhéroe cargado de traumas y orígenes altisonantes. Que sus momentos más interesantes hayan sido aquellos en los que recuperase el espíritu de la Avispa original, dejaba bien claro que la Janet que funcionaba no era la entregada a la monogamia de su relación con Pym, sino la que se trincaba a Tony Stark hasta que la cosa se volvía complicada, quedaba con Paladín en sus noches de diversión salvaje, le tiraba los tejos al Caballero Negro, se iba a la cama con Ojo de Halcón por las risas de lo inesperado o le tiraba los trastos en plan depredador a Alex Summers.

Nunca cambies, Janet

Al aguijón polinizador de Janet no había quien lo parase, y aunque se viera echa de menos en la 'Secret Wars' de Jim Shooter, ahora está aprovechando para rematar la faena en la revisión de esta a cargo de Masacre y Cullen Bunn. Sin necesidad de recaer en antiguos vicios del pasado Magneto mediante, su habilidad para irse a la cama con el hombre más interesantemente equivocado de la ocasión la ha terminado emparejando con un handsome Wade Wilson, dando lugar a un tórrido romance entre la Avispa y Masacre en 'Deadpool's Secret Wars'.

Consumado en la tercera entrega de la colección escrita por Cullen Bunn, bien podría servir de pistoletazo de salida para que -ahora que no esta el pelma de su ex-, alguien volviese a reivindicar el lado más juguetón y aventurero de una Avispa que nunca dejará de ser aquella poppy nacida en plena libertad sexual de los sesenta, siempre en busca de aventura, y sin ningún tipo de resticciones en cuanto la amplitud del sentido de la palabra. 

Debe ser por el bigotazo

No hay comentarios:

Publicar un comentario