Mala leche a raudales en la incisiva pequeña joya producida por Aubrey Plaza en base a uno de los relatos del Decameron de Boccaccio. Italia siglo XIV. En The Little Hours (En Pecado) tenemos a una joven monja que esta en un convento no por propia vocación si no por voluntad de su familia -esas cosas de la época, en las que si tenías varios hijos o hijas, uno o una tenía que ir con la Iglesia por narices-, viéndose privada de cualquier disfrute de la juventud para dedicar todas sus horas del día a tejer bordados que después serán vendidos entre la aristocracia transalpina.
Pero resulta que el día que el cura del convento tiene que llevarlos al mercado, este bebe mas de la cuenta y la carreta en la que los transporta va a parar accidentalmente al río. Arruinando todo el trabajo al que la monja ha dedicado tanto esfuerzo y sacrificio. Paralelamente, el accidente sirve para que el cura conozca a un joven fugitivo que intenta escapar de su señor tras mantener relaciones con la mujer de este, y aunque para cualquiera de dos dedos de frente dicha situación solo puede acabar en desastre, el cura decide ofrecerle un trabajo como jardinero en el convento. Porque sí. Porque en el convento el cura se aburre, y la compañía del muchacho no solo le servirá para tener a alguien con quien beber, sino también para revolucionar un poco las cosas y ver que pasa.
¿La única condición? No entablar ningún tipo de conversación con las hermanas, haciéndose pasar por sordomudo. A partir de este punto de partida comienza a arder la mecha directa al polvorín, en una historia en la que la tentación, los celos, la fantasía, las escapadas nocturnas, esa irrefrenable y egoísta irresponsabilidad nuestra a la hora de usar vidas ajenas como medio de entretenimiento personal, la absurda futilidad de la vida o la necesidad de refugiarse en los pequeños placeres de la misma para protegerse de ella entran en juego.
Con Alison Brie, Kate Micucci, Aubrey Plaza, Molly Shannon, John C. Reilly y Nick Offerman en estado de gracia -y Dave Franco haciendo de... bueno, Dave Franco-, deliciosa comedia que se mueve entre el enredo clásico y el surrealismo tragicómico, hablando de cosas tan trascendentalmente triviales hoy como lo eran entonces. Ah, y además hay un burro. Porque no podía ser de otra manera, claro.
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