Mucho se ha hablado durante los últimos
meses sobre el vestuario femenino, y no por ninguna pasarela de moda,
sino por la cada vez más tensa convivencia entre occidente y
oriente, y la continua redefinición de los ideales liberales y
feministas. El escenario, unos Juegos Olímpicos de Brasil 2016,
en los que el cubierto recato del burkini de los países islámicos
entró en conflicto contra la exhibición corporal del bikini sobre
una cancha de voley playa. Los precedentes, cada uno de los fatídicos
incidentes en los que las guerras de Oriente Medio se han
extendido por nuestro territorio, creando una atmósfera de
incertidumbre y paranoia que amenaza con llevarnos a la segregación
cultural. ¿Agravante? Que la policía de un estado Francés en
estado de alarma obligasen a una playista musulmana a quitarse el
burkini mientras tomaba el sol en la playa.
Aunque solemos hablar de los velos con
los que tradicionalmente las mujeres de origen islámico han cubierto
sus cabezas como un único todo, lo cierto es que hay una amplia
variedad que -abarcando más o menos superficie- ilustra la
heterogeneidad de su cultura. Un ejemplo podemos encontrarlo entre
las superheroinas musulmanas de Marvel, donde tenemos a la afgana
Sooraya Qadir (Arena) con un
Niqab que solo permite que se le vean los ojos, a la británica
de origen pakistani Faiza Hussain cubriendo su cabello con un
hijab, la también pakistaní Kamala Khan, quien -a pesar de
no lleva ningún velo o ropa tradicional dentro de su vestuario
habitual de calle- compuso su identidad de superheroina con un
antifaz, un burkini y un pañuelo duphata, y la argelina Monet St
Croix, quien nunca ha tenido ningún problema con exponer su
cuerpo de forma sensual ni cons su propia desnudez.
Distribución del islamismo
Cuatro heroínas y cuatro
representaciones de la comunidad islámica, no muy diferentes a las
que podemos encontrar en el mundo real. Actualmente, el islam es la
segunda religión más importante del mundo, con 1.600 millones de
personas profesando la fe repartidas por todo el mundo. Con
Oriente Medio, la mitad norte de África, el corazón del continente
euroasiático y otras regiones como Indonesia o Bosni Hezergobina y
Albania como principales zonas de influencia, su cultura está
presente también en naciones cosmopolitas como los Estados Unidos,
Francia, Gran Bretaña y Alemania, lo que ha veces ha dado pie a
encuentros tensos con la comunidad cristiana predominante, como los
acontecidos por las construcciones de mezquitas en Nueva York o
Sidney.
Divididos en diferentes ramas dentro de
las cuales los sunitas son mayoritarios y los chiítas
e ibadíes se condensan en regiones como Irán-Iraq u Omán, existe
además un islamismo espiritual más alejado de las grandes
religiones organizadas, así como un islamismo reformista y
heterodoxo, dentro del cual podemos encontrar movimientos
feministas con cientos de años a sus espaldas peleando por la
igualdad de género. Esto implica que no en todos los países ni
comunidades de fé islámica la mujer recibe el mismo tratamiento, ni
en todos está sujeta al mismo protocolo.
Siendo el burka el velo más
invasivo al cubrir completamente el cuerpo de la mujer hasta el punto
de esconder sus ojos tras una rejilla, son este y el niqab
-similar, salvo por permitir que los ojos de la mujer queden
expuestos- los que han sido vetados en países como Francia, los
Países Bajos, Chad, el Congo o Gabón, entre otras razones por
entrar en conflicto con la necesidad de identificar a toda persona
que se encuentre en un espacio público en circunstancias normales.
Con otros países como Alemania, Tunez o Egipto discutiendo vetos
similares -mientras que en España, Italia, Rusia, China o Siria
también existen decretos similares para áreas locales- los burkas y
niqabs tienen su principal zona de dominancia en Afganistán,
Pakistán y Arabia Saudí, siendo este último en el que más mujeres
lo visten. Un 74% de la población femenina del país vive opacada
por burkas y niqabs, siendo además la nación islámica con normas
más estrictas al respecto junto a Sudán e Irán. Eso no evita que
-de todos los citados- Arabia Saudí sea uno de los pocos países
islámicos con los occidente ha mantenido relaciones siempre
cordiales, echando la cara hacia otro lado ante el que la
persecución, actos de violencia y mutilaciones faciales contra las
mujeres que no se cubren el rostro con burkas y niqabs sea una
constante en algunos de estos países.
Severidad de la legislación islámica
Similar al niqab, pero permitiendo que
se vea el rostro completo de la mujer el chador es -dentro de
sus diferentes variaciones- una vestimenta similar a la que suelen
llevar las monjaes o con las que se representa a las vírgenes dentro
del imaginario occidental. Sobra decir que es legal en todas las
naciones del mundo, siendo Pakistán, Iraq, Afganistán e Irán las
naciones en las que más predomina el uso del mismo. En las dos
primeras -no he llegado a encontrar los porcentajes de Afganistán e
Irán- la proporción de mujeres que visten chador es de un 32%,
convirtiéndolo en la primera opción de Pakistán junto al niqab y
la segunda en Iraq por detrás del al-amira. En Irán el aumento del
uso del hijab en detrimento del chador ha hecho que las autoridades religiosas hayan mostrado su disgusto, al considerar la segunda más
apropiada.
De los países en los que predomina el
chador, es Irán la que tiene una política más estricta al ser
obligatorio por ley cubrir el pelo de la mujer, mientras quen en
Iraq, Afganistán y Pakistán su uso es común, pero no estricto si
se cuenta con los permisos adecuados. O al menos, de cara a la ley,
claro. Para los aficionados al cómic, el chador es lo que viste
tanto la cuñada de Kamala Khan como -alejándonos ya de los
superhéroes- las “guardianas de la moral” en Persépolis
de Marjani Satrapi.
Aquí entraríamos ya en los velos no
integrales, que no cubren el rostro ni la totalidad del cuerpo. De
entre ellos, es el khimar el que más superficie abarca al
llegar hasta la cintura, seguido del al-amira -que llegaría
justo hasta cubrir el pecho- y los hiyab y shaylas, que
únicamente cubren la cabeza de forma más o menos estricta en cada
uno de los casos. El uso de estas prendas alcanza un 80% de la
población femenina en Tunez, el 65% en Egipto, un 65% en Turquía,
54% en Iraq, un 44% en el Líbano, un 32% en Pakistán y un 15% en
Arabia Saudí, mientras que su uso es cada vez más habitual entre
las mujeres iraníes a pesar de las presiones religiosas por volver
al más estricto chador.
También es necesario tener en cuenta
que la situación de cada uno de estos países es muy diferente,
siendo el Líbano, Turquía y Tunez las principales pioneras en dar
libertad a sus ciudadanas para que cubran o no sus cabezas,
con porcentajes de 49%, 32% y 15% de población femenina que no usa
ninguna de estas prendas respectivamente. Otros como Egipto,
Marruecos o Kakhistán también abogan por este cambio, pero sin
demasiados esfuerzos, por lo que los porcentajes de mujeres que no
usan ningún tipo de velos son aun muy reducidos.
Porcentajes generales
Como casos contrarios tenemos Iraq,
Irán o Paquistán, donde si bien el uso del hijab es mayoritario o
en proporción creciente, también es la prenda menos invasiva
que pueden vestir las mujeres que los habitan. En Arabia Saudí el
uso de hijabs, al-amiras y chadors es reducido, pero porque las
estrictas leyes de su país hacen los integrales burkas y niqabs
obligatorios.
Aquí
sería importante señalar nayormente hemos abordado los
requerimientos en cuanto a la cobertura de la cabeza, ya que en lo
que respecta al protocolo
para el resto del cuerpo entramos
en un territorio mucho más complejo. Sobra decir que los países en
los que el burqa, niqab, chador o khimar son predominantes, mostrar
cualquier parte del cuerpo que no sean las manos está completamente
prohido. En muchos de los casos incluso insinuar nada que recuerde
remotamente a las formas del cuerpo. Si hablamos del resto de países
en los que predominan el hijab y al-amira como puede ser Tuquía, el
Líbano, Jordania, todo el litoral norte de África, Indonesia o el
centro de Asia, el contraste es considerable, siendo -al menos sin
nos limitamos a la cuenca del Mediterráneo- Turquía (y no porque no haya movimientos en contra) y el norte de
África en las únicas regiones en las que conviven
los bikinis y los burkinis.
Con el
uso de los últimos en alza, en el resto de países de Oriente Medio
el uso de bikini está prohibido, como también lo están cualquier
tipo de minifalda o shorts, ilegales incluso en países islámicos
tan occidentales como El Líbano. Claro que esto
no afecta a los complejos hoteleros destianos al turismo llegado
desde América y Europa, pero como expone The Huffington Post en su
artículo sobre las recomendaciones de vestuario dentro de zonas
urbanas, es preferible evitar cualquier tipo de falda o pantalón que
esté por encima de las rodillas, cubrir los hombros y no hablemos ya
de prescindir de los escotes demasiado generosos. Los leggins
estan contraindicados si no son llevados con otra prenda menos
reveladora que cubra hasta la citada altura de las rodillas, pero
como curiosidad también lo estuvieron en las universidades y colegios de Estados Unidos por considerarse demasiado reveladores.
El control del vestuario femenino es
tan estricto en países como Sudán que las mujeres ni siquiera tienen permitido llevar pantalones. Y si alguien vio el que las
autoridades francesas prohibiesen el uso del burkini durante los días
que tardó en determinarse que era un atentado contra las libertades civiles como algo positivo, quizás debería saber que el burkini ni
siquiera es legal en todo el territorio islámico, siendo una ley que
nos aproxima más a Arabia Saudí que al estado progresista que
tratamos de ser. De hecho, es un error ver el burkini como una prenda de carácter cultural cuando naciones como Australia han asimilado la prenda de Aheda Zanetti para proteger a socorristas de género masculino y femenino de la fuerte exposición solar de su territorio.
En general, es difícil tener claro que
es lo correcto y lo que no, en un escenario en el que cada libertad
asumida puede venir coaccionada por una represión que se nos inculca
desde la infancia. ¿Que las jugadoras de voley playa de Egipto
reivindicaran su derecho a participar en la prueba con burkinis fue
un gesto feminista dentro de uno de los deportes olímpicos más
sexualizados, o de represión dentro de un estado egipcio que puede
estar siendo víctima de expansión del islamismo más conservador?
Lo cierto es que nadie ha salido nunca
bien parado al intentar separar la imagen global de los casos
concretos en términos totales de blanco y negro. Sin embargo,
pongamos que en lugar del vestuario y la libertad para llevar o no
velo, bikini o burkini, hablamos de otros de los grandes hallazgos de
la cultura occidental como es esa libertad sexual por la que ya no
somos meras máquinas reproductivas. Todo el mundo entiende que
gracias a ella hombres y mujeres pueden disfrutar plenamente de su
vida sexual, pero también que no puede obligarse a nadie a que tenga
sexo, por mucho que la razón pueda ser que se haya criado en un
entorno represivo que le haya llenado la cabeza de complejos y dudas
al respecto.
Prohibiciones ligadas al velo
De la misma forma, no podemos ver en imponer al alguien prácticamente a punta de pistola que ejerza su libertad a mostrar su cuerpo como una manera de fomentar una línea progresista, sino más bien cambiar un régimen tiránico por otro. La educación, el mestizaje cultural y la constante defensa de un pensamiento racional que evite caer en la frivolización de los derechos conseguidos, son con toda probabilidad el camino más recomendable a seguir. Un camino pedregoso y nada fácil, pero que seguramente sea preferible a abogar por el conflicto y la imposición de la fuerza. Dada la situación mundial, en donde la convivencia entre la cultura occidental y la islámica parece cada vez más complicada y cuesta no verlo como un sendero pírrico, pero cualquier otra opción menos conciliadora tendría todas las papeletas de desembocar en una situación mucho peor.
La Vengadora del Burka de Haroon
El Burqa como instrumento como elemento transgresor
Superheroínas
como la Vengadora del
Burka de Haroon o la
actual Ms Marvel Kamala
Khan son interesantes en
ese aspecto, dado el contraste que supone el llevar vidas civiles en
las que no visten ningún tipo de prenda que pueda considerarse de
sometimiento al patriarcado, pero cuyos uniformes de superheroínas
si lo hacen, no como muestra de acatamiento de unas leyes que privan
a miles mujeres de todo el mundo de liberta su propio cuerpo, sino
como todo lo contrario. La cadena del esclavo usada como bandera de
libertad contra el yugo, así como de unión cultural donde -quizás
algún día- deje de estar ligado a la turbia imaginería a la que
hoy se le asocian, para pasar a convertirse en una opción personal
como cualquier otra.
Como curiosidad, mientras el símbolo de la cultura occidental -los Estados Unidos de América- se encuentran en pugna para ver si tienen o no su primera presidenta musulmana, siete países de credo musulmán ya han estado liderados por mujeres, una muestra más de que en ocasiones la representación va más allá del hábito que se lleve.
Como curiosidad, mientras el símbolo de la cultura occidental -los Estados Unidos de América- se encuentran en pugna para ver si tienen o no su primera presidenta musulmana, siete países de credo musulmán ya han estado liderados por mujeres, una muestra más de que en ocasiones la representación va más allá del hábito que se lleve.
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