sábado, 4 de junio de 2016

Warcraft, la fortaleza del hueso


Aunque me es imposible negar que la experiencia de Warcraft: El Origen ha sido en gran parte agridulce, tampoco es menos cierto que la película me ha resultado lo suficientemente interesante como para salir del cine con ganas de volverla a ver. La culpa de esto último se la reparten entre los muy lúcidos destellos que nos recuerdan que Duncan Jones no es ningún cualquiera -si es que Moon y Código Fuente no lo dejaban suficientemente claro-, y la sensación de que entre tan masiva sobreexposición a un universo que no estoy tan familiarizado, hay multitud de detalles que se me han escapado.

Centrándome en las escenas que me hicieron pensar que -en su primera internada cinematográfica- Blizzard había conseguido una película muy por encima de la media, destacaría la que tiene lugar alrededor de una fogata entre Khadgar, Lothar y la semiorca Garona. No deja de ser la clásica parada en pleno viaje que permite estrechar los lazos entre los compañeros circunstanciales, retratando al Khadgar de Ben Schnetzer como un aprendiz de mago disidente cuya experiencia apenas va más allá de las bibliotecas, mientras que el Lothar de Travis Fimmel se muestra como un guerrero a vuelta de todo y la híbrido orco-humana a la que da vida Paula Patton como el ancla con un mundo brutal y salvaje, en el que pasó la mayor parte de su vida como esclava.

Lo interesante de esta secuencia es la introducción de una conversación subida de tono, aparentemente concebida para poner a Khadgar en una situación incómoda mientras Garona explica porque orcos y humanos no son buenos compañeros de tono. Y digo aparentemente, porque lo que conforme nos llega da la impresión de ser el clásico sketch para aliviar tensiones, en el que se fuerza la convivencia entre un personaje proveniente de un contexto más desinhibido en cuanto a temas sexuales, frente a otro mucho menos experimentado (para provocar el rubor del segundo). El hallazgo de las escena de Warcraft llega cuando reparamos en que lo que está dejando caer Garona no solo no es divertido ni algo liviano y jocoso, sino algo tan terrible y dantesco que te va a hacer sentir culpable por cada ocasión que le reíste la gracia a Futurama. Algo que la propia película constata cuando un más que curtido Lothar con guerras suficientes como para saber de lo que la semi-orca esta hablando, responde en consonancia en una de las mejores pinceladas de humanidad del personaje de Fimmel.


Ocultando una crudeza inusitada para un blockbuster de las características que nos ocupa, este fue el punto de inflexión que me hizo empezar a pensar que Warcraft: El Origen no se iba a contentar con ser un taquillazo al uso. Algo que vuelve a aflorar en diferentes puntos de la cinta (la perturbadora secuencia de Gul'dan y el prisionero...), pero que finalmente parece quedar constreñido a momentos aislados desperdigados por toda la cinta más que ser una constante. Ya habrá oportunidad de revisar, no sea que estos destellos estén mucho más presentes de lo que la primera aproximación me ha transmitido. 

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