domingo, 26 de junio de 2016

Hail Hydra, el fin de los días


Hay un cómic que no deja de rondarme por la cabeza. Me lleva rondando desde que Ted Cruz y John Kasich decidieron unirse, suplicando a cualquier simpatizante de su partido que no apoyase a Donald Trump. No dio resultado. Tampoco soplaron demasiado favorablemente los viento con el Brexit, donde una votación tan ajustada como un 52% bastó para condenar irremediablemente el futuro de Gran Bretraña, y mejor no hablamos de los resultados de las elecciones celebradas hoy en España. Sobre todo si las extrapolamos con el que parece ser el panorama que está prosperando a lo largo de Europa.

No pudiendo sino carcajearme al pensar como hace nueve meses Arturo Pérez Reverte hablaba de como estábamos irrevocablemente condenados a repetir el mismo destino que el Imperio Romano -y caer subyugados bajo el islamismo radical que se estaba instalando tras nuestras fronteras-, antes de irme todavía más por las ramas vayamos directamente al grano: El cómic al que me refiero es Hail Hydra de Rick Remender.

Lo peor de Trump no es el propio Trump. Sino 
lo que ha respaldado el ascenso de Trump

Ambientado durante la Secret Wars, en dicho cómic el hijo y heredero de los ideales del Capitán América Ian Rogers aterrizaba en un mundo gobernado por Hydra, embarcándose en una interminable batalla pírrica de un puñado de resistentes contra el régimen imperante. No voy a entrar en detalles de lo que ocurre por el camino, salvo porque hay muchas muertes en ambos bandos. Sin embargo, no es ese aspecto tan propio de las distopias lo que me perturba del cómic, sino un final en el que (SPOILER) Ian terminaba aceptando no solo el que por muchos líderes de Hydra con los que acabasen siempre terminaba saliendo otro, sino que el pueblo oprimido, masacrado y usado impunemente como combustible para las máquinas de Hydra seguía apoyándolos. ¿Qué sentido tenía luchar cuando, por muy encomiables que sean tus ideales, eres la única persona que los tiene en todo el puto planeta? Otra obra menos fatalista quizás habría mostrado como esta defensa de la libertad y los derechos humanos que encarnaba el hijo del Capitán América se extendía por un pueblo que al fin entendía que si luchaban por ellos tenían opción para romper las cadenas y lograr un mundo.

Multitudes de gente sin pensamiento independiente, ni deseo 
de ver la organización del mal a la que han entregado sus vidas

Pero Remender y el idealismo nunca han sido demasiado compatibles, y todo lo que veíamos era como la batalla sin fin del hijo del Capitán América chocaba con un muro que estaba en todas partes, hasta que finalmente aceptaba que toda esa lucha no tenía más sentido que una cuestión de ego, largándose de aquel planeta para que el pueblo de Hydra pudiera seguir celebrando la dictadura despótica y genocida por la que tanta devoción tenían. ¿Lo más aterrador? La sensación de que lo único <em>distópico</em> de aquella historia era el ascensor multiversal que permitía al héroe hacer mutis por el foro con un illo, que ahí os quedáis”, la sensación de que en el camino que vamos <em>Hail Hydra!</em> sea el segundo crossover entre el universo Marvel y el mundo real, y la sensación de que el problema no esta en las urnas, sino encontrarnos en un mundo que está a un paso de convertirse en un cadáver ideológico.

¿Ficción?

Tras robar, defraudar, hundir los servicios sociales, reducir investigación y desarrollo a niveles del cine de Paco Martínez Soria e instaurar una precariedad laboral que nos aproxima a que el sello “Made in Spain” se convierta en la marca imperante en los principales bazares y mercadillos, el estatu quo no solo no ha salido perjudicado, sino que se ha reforzado en su situación gobernante. Al contrario que el hijo de Rogers, nuestra renuncia seguramente sería más dramática, y aun así; la impresión sigue siendo la de que estamos combatiendo una guerra que ya perdimos hace tiempo.


Llegado el final, los gigantes siguen donde estaban agitando sus descomunales brazos, mientras el jinete de la triste figura se pierde en el horizonte, como el vestigio de otro tiempo condenado al olvido.

2 comentarios:

  1. No puedo hacer más que darte la razón y aceptar que es algo que en muchas grandes distopías queda claro: el sentimiendo de que al final, al ciudadano de a pie, le gusta pasarlo mal, acepta el miedo, el sufrimiento, el dolor. Es como en el capítulo de Black Mirror donde el protagonista acaba aceptando que el sistema tome su mensaje y su amenaza de suicidio se convierta en un programa televisivo más para el sistema.

    Y es lo que hace grande a muchas obras de este estilo, como al final, tienen razón.

    No he podido leer este cómic, pero tras leer tu comentario, voy a por él de cabeza.

    Siempre nos quedará la ficción. Al menos, eso esperamos.

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    1. Si es que comienza a dar la sensación de que en España somos un poco así https://alicexonline.files.wordpress.com/2014/05/s4e6-yara-2.gif?w=447&h=511&crop=1

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