lunes, 21 de septiembre de 2015

Moon Girl, con la cabeza en la luna


Para cualquier aficionado curtido, hablar de superheroínas Marvel implica no solo la imagen icónica de esculturales luchadoras contra el crimen, sino también las inquietudes, carreras y aficiones de la persona que hay bajo la máscara. Todos sabemos que Jennifer Walters es abogada además de Hulka, de la misma forma que estamos al tanto de que a la Avispa le gusta la moda y a la Mujer Invisible err... ¿hacer bocadillos? Algo similar a lo que ocurre con sus compañeros masculinos, siendo imposible pensar en Peter Parker, Daredevil, Ghost Raider o Gambito sin reparar en sus condiciones de antaño genio escolar con problemas de marginación, letrado, piloto de pruebas o ladrón.

Puede que así lo creas y consideres que tanto hombres como mujeres han tenido un tratamiento similar en cuanto a motivaciones personales dentro de los cómics. Pero lo cierto es que si echas la vista atrás, la proporción no podría ser más descorazonadora. No hace falta ir hasta días de Stan Lee y herederos, en los que el principal interés de las protagonistas femeninas era el sexo opuesto. Incluso aquellas que tenían profesiones propias como la Viuda Negra -la espía-, Jane Foster -la enfermera- o La Gata Negra -la ladrona-, servían más como excusa para establecer un vínculo de amor / odio o relación laboral que le permitiese confraternizar con los personajes masculinos.
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Más sobre esta época en el blog de Adlo

No hablemos ya de Mary Jane y su profesión como modelo / actriz, cuestionando si en alguna ocasión se ha abordado con verdadero interés, más que como galón en la pechera del trepamuros (“Yo me ligué a Julia Roberts”). Solo hay que pensar en las docenas, probablemente cientos de historias que abordan el rol de Iron Man, el Capitán América, Reed Richards o el Doctor Extraño como empresario, soldado, científico o médico. ¿Cuantas historias tiene la Avispa ubicadas en el mundo de la moda, sin que sea tratado como un capricho liviano? “Cosas de chicas”, de la misma forma que la única superheroína con un doctorado en bioquímica -Pájaro Burlón- nunca ha sido mostrada al nivel de al menos Hank McCoy, ni que Polaris tenga un mayor control sobre los campos magnéticos de la Tierra que Magneto (a pesar de tener un conocimiento como licenciada en geología que este no tiene).

Pregúntate cuanto ha hecho falta hasta que una guionista se haya acordado de que -eh- Carol Danvers es una experta piloto de combate, no siendo hasta tiempos muy recientes cuando se ha intentado hacer realmente algo con los personajes femeninos. Sabemos que El Hombre de Hielo estudio contabilidad, bien. ¿Alguien tiene constancia de cual es la carrera universitaria de Jean Grey? A ella la vimos toda una temporada cursando clases en la universidad -cosa que con Bobby Drake no ocurrió-, y todo lo que se puede añadir es que tuvo un breve acercamiento cuasi-romántico con el hermano del Hombre de Cobalto. 


Incluso aquellas que más suerte han tenido en este ámbito siguen palideciendo frente al género de la XY. Comparad proporcionalmente el tratamiento de Hulka como abogada frente al de Matt Murdock, o el que haya podido tener como físico su primo Banner. Mejor será que no entremos en todo lo qué sabemos a día de hoy de quién es Elektra cuando no está matando gente, cuantas historias de Tigra se centran en su carrera como policía o qué busca en la vida la Bruja Escarlata cuando no se está volviendo majara. Durante un largo periodo, no importaba en el cómic cuales fueran las raíces o historia personal de una mujer que desarrollase superpoderes. Inmediatamente entraban en un molde genérico que las hacía barbies indistinguibles más allá de los colores y complementos de su uniforme.

Afortunadamente hay casos y casos, y al igual que Chris Claremont se esforzase en reflejar la pasión por la jardinería de Tormenta o rompiera moldes con la afición de Kitty Pryde por los ordenadores, hoy se está otorgando una fuerte importancia al lado humano de las superheroínas. Tanto, como probablemente no la hayan tenido en toda su historia, permitiéndonos descubrir que a Spider Woman le apasionan los vehículos de motor o que Jane Foster tenía una vida más allá de pensar en Thor día y noche. 

Siguiendo esta hoja de ruta, la nueva Moongirl de Amy Reeder y Brandon Montclare se nos presenta en las primeras páginas de Natacha Bustos como una apasionada de la ciencia que tiene su cuarto repleto de trastos que la delatan como una astrónoma en potencia. Pequeños detalles más allá del Dinosaurio Diabólico, que en su día probablemente hubieran sido posters de bandas de moda y chicos guapos. En la actualidad, la determinación en crear personajes femeninos poliédricos más allá de clichés, permiten una identificación más allá de género. Una, en la que el sexo y orientación de cada protagonista es solo un extra, y lo que representan el verdadero lenguaje universal.

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