Mucho se ha hablado durante los últimos
meses sobre el vestuario femenino, y no por ninguna pasarela de moda,
sino por la cada vez más tensa convivencia entre occidente y
oriente, y la continua redefinición de los ideales liberales y
feministas. El escenario, unos Juegos Olímpicos de Brasil 2016,
en los que el cubierto recato del burkini de los países islámicos
entró en conflicto contra la exhibición corporal del bikini sobre
una cancha de voley playa. Los precedentes, cada uno de los fatídicos
incidentes en los que las guerras de Oriente Medio se han
extendido por nuestro territorio, creando una atmósfera de
incertidumbre y paranoia que amenaza con llevarnos a la segregación
cultural. ¿Agravante? Que la policía de un estado Francés en
estado de alarma obligasen a una playista musulmana a quitarse el
burkini mientras tomaba el sol en la playa.