A pesar de que a lo largo
de sus 75 años de servicio -y 95 de vida- no le han faltado
intereses románticos y parejas, siempre he visto al Capitán América como un personaje fundamentalmente asexual sin apenas
carne más allá de los
músculos que rellenan el traje. Una especie de cura célibe que de
vez en cuando se salta los votos con las mozas del pueblo, pero que
generalmente se muestra más fiel a su condición como ideal
encarnado y centinela de la libertad, de lo que lo hace a su interés
por el sexo opuesto. De hecho, si no fuera porque con algunas
ocasionalmente lo vemos en la cama -o más frecuente que
ocasionalmente si nos centramos en casos como el de la Iguana-, su
relación con las mujeres que han pasado por su vida no sería
demasiado diferente de la que ha tenido con sus compañeros y
hermanos de armas, razón por la cual tampoco es extraño leer
comentarios jocosos sobre los bromances
con algunos de ellos.