martes, 24 de octubre de 2017

La balada de la Teniente Joshi

 “El mundo está construido sobre una muralla que mantiene a cada uno donde le corresponde. Di a cualquiera de las dos partes que la muralla no es real, y será la guerra”. Una vez más, posibles spoilers ligeros de Blade Runner 2049. A pesar de que son siempre los replicantes y los derivados los que se lleven la fama, no es que a los personajes humanos de la saga creada por Ridley Scott en base al relato corto de Philip K. Dick les falte interés. Y aunque en el caso de Blade Runner 2049 quizás se eche en falta un personaje rodeado por una imaginería tan sugerente como aquel J.F. Sebastian en la soledad polvorienta de su casa llena de juguetes, no es que haya que denostar ni mucho menos las contribuciones de la cinta de Denis Villeneuve. Especialmente en lo relativo a la Teniente Joshi de Robin Wright y el Mister Cotton de Lennie James. 



Mucho mejor aprovechada que la mera herramienta narrativa que fue el Bryant de M. Emmet Walsh en la película original, es especialmente fascinante el choque de miedos, deseos y obligaciones que se manifiesta ante el personaje de la superior de Gosling. Interpretada con su habitual solvencia por Wright, Joshie no deja de ser la encarnación de la autoridad legal del sistema, frente a una situación insólita que amenaza con poner en riesgo la supervivencia del status quo. Pudiéndose establecer más de un paralelismo entre su rol en la película y las circunstancias politicosiciales que estamos viviendo en estos momentos, el personaje de Robin Wright parece aferrarse a la última frontera que separa a replicantes y humanos con el miedo veraz de quien de verdad cree que su desmoronamiento supondría una tragedia sin precedentes.

No es que sea exactamente una situación de mantener privilegios, entre una aristrocracia humana y la clase obrera replicante. Algo hay, sí, aunque de forma bastante más compleja como se puede ver en el cortometraje Blade Runner 2022 (bastante relevante para entender las preocupaciones de la oficial de policía Joshi). Tampoco es que se trate del todo de un caso de la autoridad como instrumento para mantener la condena del estatu quo, aunque sí que puede apreciarse a través del personaje de Robin Wright un agudo miedo al cambio. Al fin y al cabo es la médula sobre la que se erigen todos los estamentos. Y aunque Joshi podría aprender mucho del “Being afraid of everything means you learn nothing” de la protagonista de Star Trek Discovery, a mi modo de ver considero muy probable que ese miedo a que el mundo descubra que no hay diferencia alguna entre humanos y replicantes, tenga mucho más que ver con la desolación de contemplar un espejo sin ser capaz de discernir cual de los dos lados es el real.

Porque el ser humano ha construido a los replicantes, y es perfectamente consciente de que no hay nada especial dentro de estos, más allá de las piezas y engranajes tangibles con los que los hemos construido. Si la obra termina ser una imagen idéntica del artesano, ¿cómo puede saber este último si no es él mismo una construcción de un arquitecto anterior? ¿Cómo afectaría esta certeza a la forma en la que nos vemos a nosotros mismos, la autoconsciencia o la propia idea del alma? Mientras el restro de nuestra especie se pierde en las estrellas o refugia de las inclemencias del tiempo y la pobreza entre los recovecos de la ciudad, la teniente Joshi de Robin Wright se muestra como un personaje atrapado entre los recuerdos de su blanco mausoleo de cristal, buscando desesperadamente recordarse a sí misma que hay de especial en ser humano. Lo busca, aunque sea arrojándose a la paradoja de prácticamente suplicarle a un ser sintético por empatía y calor humano, o planteando dudas si cuando pronuncia aquello de “Hasta ahora te ha ido bien sin un alma” se está refiriendo a quien le acompaña o a si misma.

Es llamativo que cuando el destino finalmente se abre paso por su puerta, el personaje de Wright no abrace el tormento con miedo, negación o rechazo, sino con la expresión de alguien que da muestras de estar abrazándose a cada espasmo de dolor de la que debe ser la primera experiencia real que ha tenido en mucho, mucho tiempo. Un recordatorio de ese “algo” perdido que parecía haber vuelto a la vida entre los replicantes, en esta oficial de policía que -aferrada al deber de su oficio-, no deja de ser el reflejo de los agónicos estertores de una especie en pugna con su propio desvanecimiento.

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