sábado, 27 de febrero de 2016

Spiderwoman: John McClane es una mierda al lado de Jessica Drew


En 1988, el director John McTiernan convenció a Bruce Willis para viajar a Los Angeles, con la intención de reunirse con su esposa y celebrar la Navidad en el Nakatomi Plaza. Iba a ser una velada tranquila, pero en su lugar fue una encerrona en la que McTiernan introdujo a 13 terroristas en el edificio, cerrando las puertas a cal y canto para que Willis se las tuviera que ingeniar para liberar a los rehénes sin más ayuda que la de... Nada. Además de estar completamente desarmado, el protagonista de El Último Boy Scout fue sorprendido en camiseta y sin zapatos, encontrándose en una situación mucho más que precaria desde la que hacer frente a los despiadados asaltantes equipados con armas automáticas.

Casi treinta años después, La Jungla de Cristal sigue siendo uno de los mayores referentes del cine de acción, y posiblemente la mejor película que haya dado el género dentro de su definición contemporánea. Piedra angular sobre la que se apoya el mito de John McClane, son tantos los detalles que hacen grande la película de John McTiernan, que cualquier cineasta que aspirase a dejar un mínimo de huella en el género, más que verla debería estudiarla una y otra vez hasta conocerla de memoria.


Si hubiera que elegir uno solo acierto de la película, puede que el que más me fascine sea la perdida de los zapatos. Algo que a priori podría parecer nimio, pero a lo que el director de La Jungla de Cristal saca un gran partido a lo largo de la cinta. Como la Kryptonita para Superman o el color amarillo para Green Lantern, es este el punto débil que nos recuerda constantemente que a pesar de sus habilidad en el combate y su bravuconería, McClane sigue siendo una persona real tan vulnerable como cualquiera de nosotros.

Aspecto vital a la hora de identificarnos con él y sufrir cada magulladura, caída o caminata sobre cristales rotos -cualquiera al que se le hayan quemado los pies o haya tenido que hacer una larga caminata con calzado inapropiado sabra lo insoportablemente molesto que puede llegar a ser-, soy incapaz de recordar ninguna obra de las últimas tres décadas que haya sabido aprovechar tan brillantemente bien la limitación de un protagonista como hicieron con John McClane en La Jungla de Cristal. Hasta ahora.

Una serie con mucho bombo

Si la idea de la mujer como “sexo débil” ya era un prejuicio prácticamente errádicado gracias a estudios que sostenían como sus organismos están mejor preparados para soportar el dolor que los nuestros -y que los hombres deberíamos dar gracias por no tener que pasar por el trauma de un parto-, el guionista de cómics Dennis Hopeless ha tenido una de las ideas más geniales del cómic de superhéroes al convertir a una embarazada Spiderwoman en su propia John McClane. Obligada a tomarse con más calma sus carrera como investigadora privada y heroína mientras lidia con los inconvenientes de su estado, Jessica Drew se ve atrapada en una situación de máximo riesgo cuando viaja a una clínica onstétrica intergaláctica -cortesía de Carol Danvers- para que la asistan en sus últimos meses de gestación.

Algo que si ya puede ser incómodo de por sí para alguien no demasiado acostumbrada a lidiar con entornos alienígenas, se convierte en una lucha a la desesperada cuando el hospital es tomado por la fuerza y bloqueado de cualquier contacto externo. Para colmo a manos de un pelotón de skrulls. Que los reptilianos multiformes no estén allí en busca de Spiderwoman es lo de menos cuando ella sen convierter en la última esperanza para el resto de las internas e internos, teniendo que lidiar con el handicap extra que supone no encontrarse en las mejores condiciones físicas y tener que guardar un especial cuidado por su integridad física si quiere velar por la de su hijo no-nato.

Javier Rodríguez desatado

Ahora bien, nada de esto tendría demasiada importancia si el equipo creativo de Spiderwoman no supiera aprovechar la situación. Pero la realidad es que no solo lo hacen, sino que lo hacen de una forma increíble, mostrando una gran documentación respecto a los problemas derivados del estado de gestación -al parecer, la historia partió de la experiencia de guionista y dibujante con sus respectivas parejas- con Javier Rodríguez brindándo una colección de páginas de las que dejan sin habla. El resultado es un arco de cuatro números que se postula muy fuerte para estar entre lo mejor de esta primera oleada del All-New All-Different Marvel (muy difícil se lo acaban de poner al resto), repleto de humor, imaginación, ingenio, una muy reivindicable sensibilidad a la hora de abordar el embarazo, secuencias de acción brillantemente desarrolladas y algunos guiños -Wally incluido- para los que solo cabe el aplauso.

Tampoco le faltan sus fantasmadas como todo buen actioner desmadrado, surgiendo voces críticas cuestionando el que una mujer embarazada pueda llevar a cabo algunas de las gestas que Jessica Drew realiza en el último número. Y aunque no voy a ser yo quien quite validez a sus protestas, si que creo oportuno plantearnos que no haya sido hasta que una mujer en estado haya entrado en la ecuación que nos hayamos empezado a plantear cosas que con Spider-Man o John McClane las asumimos como parte de el encanto del género.

Don't fuck with Jessica Drew

La cuestión es que para quien todavía buscase una heredera perfecta de La Jungla de Cristal, que deje de hacerlo en el cine porque su protagonista se llama Jessica Drew. ¿Que a Bruce Willis le han pillado sin zapatos? Un aficionado al lado de Spiderwoman. Reivindicando el we can do it a través de la mujer embarazada como encarnación del superhombre -o de la supermujer en esta caso-, la saga probablemente tenga también el honor de ser la primera historia Marvel en la que una superheroína de las primeras ligas aparece dando el pecho a su retoño, así como de hacer buena mofa a costa de las teorías que apuntaban a que el hijo de la Drew era de Carol Danvers.

Quizás no podamos hablar de ningún Watchmen ni otras obras de gran trascendencia que nos hagan elevar el hype demasiado alto. Pero en lo que respecta a sagas con acción superlativa con una imaginería visual digna del mismo Moebius, pocas se me ocurren tan logradas y tan capaces de crear un trasfondo que importe como la que nos han ofrecido aquí Dennis Hopeless y Javier Rodríguez. 

Pequeño SPOILER del final 
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